El periodista Alberto Donadío puso a tambalear durante años el poder político y económico con sus investigaciones. Por eso, su más reciente columna en internet, en la que señala que el expresidente Virgilio Barco le dio vía libre al exterminio de la Unión Patriótica (UP), causó revuelo en el país. Hasta ahora, a nadie se le había ocurrido vincular a Barco con ese genocidio político que cobró la vida de más de 3.000 personas.

La acusación de Donadío contra Barco es tan grave que se exigen pruebas incontrovertibles para no rayar en la calumnia, y en este caso no las hay. Por eso, el periodista falló en esta oportunidad y desató una justa indignación en la opinión pública, mucho más entre aquellas personas que conocieron y trabajaron de cerca con el entonces presidente.

Alberto Donadío, uno de los pioneros del periodismo investigativo en América Latina.

En el texto publicado, la única prueba que aporta Donadío es una fuente que no identifica y a la que le da toda la credibilidad para llegar a la alarmante conclusión de que Barco “tuvo un papel determinante en el exterminio” de la UP. Esa es una afirmación temeraria. En la prensa estadounidense, por ejemplo, un artículo con una acusación de semejante calibre sobre un expresidente de la República fallecido, que obviamente no puede defenderse, no habría pasado el filtro de un editor y no se habría publicado.

La inverosímil historia es que, hace 34 años, Barco contrató secretamente al famoso agente israelí Rafi Eitan, por medio de un fondo secreto en Ecopetrol, para que hiciera recomendaciones sobre cómo ponerle fin al problema de la guerrilla en Colombia. En una reunión, de acuerdo con Donadío, Eitan fue más allá y le aconsejó a Barco eliminar a los miembros de la Unión Patriótica, a cambio de que le dieran un segundo contrato. “Una fuente cuyo nombre debo reservar me indicó que Barco no cuestionó la recomendación ni formuló objeciones éticas, morales, legales o políticas. Según ella, Barco no dijo en esa reunión que matar opositores políticos era gansterismo”, escribió Donadío.

De acuerdo con esa versión, el alto mando militar protestó ante la posibilidad de un segundo contrato para Eitan y expresó que esa matanza debía quedar en manos del Ejército y no de un extranjero. Según Donadío, “Barco reculó y aceptó que así fuera”. Así, de manera ligera, se pretende responsabilizar a un expresidente fallecido, que sufrió de alzhéimer, de haber promovido un genocidio político, poniéndolo en el mismo nivel de un Hitler o un Pinochet.

Mientras la acusación de Donadío se ampara en una fuente anónima, lo cual resulta extraño en un periodista, diferentes personalidades han salido públicamente en defensa de Barco y han puesto de presente hechos y testimonios que les quitan credibilidad a los señalamientos. Esas declaraciones son claves ante la imposibilidad de que Barco se defienda, y lo mismo su círculo más cercano, pues todos los supuestos testigos de ese episodio han fallecido, entre ellos el secretario general de Presidencia, Germán Montoya; su asesor Gustavo Vasco Muñoz; su comisionado de paz, Carlos Ossa; y Juan José Turbay, quien habría sido el intermediario del contrato con Ecopetrol como integrante de su junta directiva. La defensa de Barco se resume en cuatro puntos, tal como los explicó el exministro Rafael Pardo en una columna de El Tiempo. En primer lugar, el entonces presidente no tuvo nunca ninguna intención de promover el exterminio de la UP, sino todo lo contrario: les dio juego político. Por ejemplo, nombró a unos 15 alcaldes de la UP, en la época en que el presidente podía nombrar a los alcaldes de forma libre, por medio de los gobernadores. Pardo fue un testigo excepcional de los hechos, pues dirigió el Plan Nacional de Rehabilitación, fue consejero de Paz de Barco y estuvo tres años en la junta de Ecopetrol.

Lo segundo es que Barco derogó un decreto del presidente Guillermo León Valencia que facultaba la conformación de grupos similares a las autodefensas de hoy, precisamente con el objetivo de frenar la multiplicación de escuadrones de la muerte. En tercer lugar, no se entiende que un expresidente supuestamente interesado en eliminar a la UP haya nombrado como procurador general de la Nación a Alfonso Gómez Méndez, quien fue representante a la Cámara por ese movimiento. Y, para finalizar, y no es poca cosa, Barco fue el mandatario que logró el acuerdo y la desmovilización del M-19. “Dejo constancia de que fue un presidente muy proactivo e importante en la paz que se firmó entre su Gobierno y el M-19”, escribió Antonio Navarro Wolff, excomandante de ese grupo subversivo, luego de la controvertida publicación de Donadío.

Sobre el israelí Rafi Eitan, sin decirlo, Donadío lo intenta equiparar con el mercenario israelí Yair Klein, quien entrenó a los grupos paramilitares en el Magdalena Medio en los ochenta. Pero la historia es bien distinta. Eitan, quien murió en 2019 a los 92 años, no solo fue ministro en su país, sino también es considerado uno de los héroes de la seguridad nacional de Israel. Su nombre se ganó el respeto internacional desde que en 1960 lideró la operación del Mosad para capturar en Buenos Aires a Adolf Eichmann, el coordinador del holocausto judío durante el Tercer Reich. Por tanto, resulta paradójico pensar que Eitan persiguió a genocidas, pero vino a Colombia a convencer al presidente Barco de cometer uno.

El prestigioso historiador inglés Malcolm Deas, de la Universidad de Oxford y quien escribió una biografía de Virgilio Barco, dijo que “las acusaciones contra Barco son pura fantasía”. Deas sostiene que el hecho de que Barco haya conocido al agente israelí “no prueba que cayó bajo su dominio como para llegar a aprobar un plan tan descabellado como la eliminación física de la UP, y tan en contra de sus políticas conocidas”.

Otro punto que trae a colación Deas es que en esa época evidentemente había un deterioro de la seguridad del país, y que Barco naturalmente buscó asesorías en temas de seguridad y en los servicios de Estados Unidos, Reino Unido, etcétera. Además, el hecho de que durante el Gobierno Barco haya aumentado el número de asesinatos de militantes de la UP obedece más a la dinámica del conflicto armado, y de ninguna manera prueba que el autor intelectual de esa matanza haya sido el propio presidente de la República.

El general retirado Rafael Samudio, exministro de Defensa de Barco, aseguró que nunca conoció a Eitan ni lo vio en reuniones en la Casa de Nariño. Es posible que en ese punto falle la memoria del alto oficial y que Eitan sí haya ido a Palacio a hablar con Barco sobre asuntos de seguridad, dado el prestigio de los servicios de inteligencia israelí. Eso mismo hizo Juan Manuel Santos, quien tuvo un contrato de asesoría con el experto en seguridad israelí de nombre Israel Ziv. Contratar ese tipo de servicios es distinto que confabularse para exterminar a la UP. “Es totalmente falso todo lo que ahí se afirma por parte del periodista. El país conoce suficientemente lo que fue el presidente Barco, su rectitud, honestidad, su patriotismo; nunca se prestaría para una situación como esta”, aseveró Samudio.

Hace tiempo una investigación no generaba tanto rechazo ni que voces ubicadas en diferentes orillas coincidieran. El columnista Felipe Zuleta calificó el texto de Donadío como una “canallada”. Ramiro Bejarano dijo que no compartía el artículo porque “no aporta una sola prueba y en cambio omite referir muchas evidencias que demuestran lo contrario, que Barco sí protegió la UP”. Y el excandidato presidencial Humberto de la Calle calificó a Barco como un “gran demócrata” y aseguró que en múltiples ocasiones percibió de manera directa la preocupación del entonces presidente por los crímenes contra la UP y su actuación para evitarlos.

En resumen, se podría decir que mientras las pruebas de Donadío contra Barco son débiles y anónimas, las que confirman su inocencia son abundantes, contundentes e incuestionables.