El 2021 será definitivo de cara a las elecciones presidenciales de 2022. En medio de las restricciones de la pandemia, los partidos y líderes enfrentarán el desafío de concretar las alianzas para la contienda por el Congreso y la Casa de Nariño.
Mientras la derecha y la centroderecha avanzan en conversaciones para llegar unidas con un candidato único, el panorama es distinto en la izquierda y la centroizquierda, cuyas posibilidades de unión son prácticamente imposibles. Hoy afrontan peleas y en lugar de un matrimonio lo que hay es un divorcio que los puede conducir al fracaso, dejándoles el campo libre a sus contendores.
Gustavo Petro descalifica la gestión de Claudia López permanentemente y le ha dicho que “la política no es solo marketing y forma”. Por su parte, la alcaldesa ha dicho que Petro “ha decidido hacer del odio, la mentira y la exageración su instrumento político”. Y la senadora Angélica Lozano lo ha calificado como una “mala persona”.
Entre Fajardo y Petro, las cosas no están mejor. El líder de la Colombia Humana no le perdona el voto en blanco en la segunda vuelta de 2018 al exgobernador de Antioquia, lo responsabiliza del triunfo de Duque y de su propia derrota y, por si fuera poco, lo culpa del desastre de Hidroituango, en el que la Contraloría ha imputado cargos por más de cuatro billones de pesos. Fajardo, que pocas veces le responde a Petro, ya lo ha enfrentado y le ha dicho mentiroso.
Este cruce verbal es apenas una pequeña muestra de la gazapera política y personal en la que están la izquierda y la centroizquierda. En ese gran bloque hay posiciones irreconciliables. Por un lado está la izquierda de Petro y la Colombia Humana, que cuenta con el respaldo de la Unión Patriótica y de senadores como Iván Cepeda, Gustavo Bolívar, Aída Avella y Armando Benedetti, que en pocos días se convirtió en la estrella y el principal alfil de Petro.
Tras la renuncia de Jorge Robledo, que no apoyaba una alianza con el exalcalde de Bogotá, el senador y precandidato presidencial Alexánder López, del Polo, también se sumó y ya le abrió las puertas a Petro para una consulta interpartidista en las elecciones al Congreso en marzo de 2022.
Petro barrerá en esa competencia y se quedará con el apoyo del Polo. El líder de la oposición llegará a la primera vuelta de mayo de 2022 con esos respaldos y con un antecedente importante: su histórica votación de 2018. En la segunda vuelta frente a Duque obtuvo 8.034.189 votos (41,8 por ciento de la votación), la cifra más alta que ha conseguido un candidato de la izquierda en el país. Aunque el exalcalde quiere adueñarse de esa franja de colombianos que piden un cambio de 180 grados, y más en medio de las secuelas económicas y sociales de la pandemia, eso está por verse.
Petro afronta dificultades para sumar aliados. Trata de restarle importancia a ese problema, al decir que su principal apoyo está en la gente, pero en las elecciones presidenciales de Colombia son fundamentales las estructuras partidistas y los aliados. Eso se vio en 2018, cuando logró conquistar el apoyo de figuras de peso como Antanas Mockus, Ángela María Robledo, Claudia López y Angélica Lozano. Petro tiene un techo, como cualquier aspirante, y para superarlo necesita de respaldos clave que le den votos.
Pero hoy la historia es a otro precio. La primera baja que sufrirá Petro este año será posiblemente la de Ángela María Robledo, quien fue su fórmula vicepresidencial en esa ocasión, y que ya tiene un pie en la Alianza Verde, donde militó hace unos años. Todo apunta a que ella abandonará la Colombia Humana en las próximas semanas, cansada de los maltratos del petrismo radical, que ella califica de “violencia política”, y regresará al Verde, donde le coquetean desde finales del año pasado. Allí competirá por la precandidatura de ese movimiento junto a Antonio Sanguino, Camilo Romero, Iván Marulanda y Sandra Ortiz.
Esa decisión se convertirá en un símbolo del profundo distanciamiento entre la izquierda y la centroizquierda, y dichas peleas pueden ser un mal presagio para esas corrientes frente a 2022. “Los sectores alternativos tienen que dejar de pelear. Todos tienen claro a quién hay que derrotar en 2022. Pilas pues, ¡dejen la bobada!”, dijo hace unos días Esteban Santos, hijo del expresidente Juan Manuel Santos.
En esa misma línea se pronunció el diputado del Atlántico Nicolás Petro, hijo de Gustavo Petro. “Hago un llamado a la izquierda y al centro, dialoguemos y ¡unámonos! Derrotemos al uribismo y transformemos a Colombia, es ahora o nunca”, aseguró.
Pero ese clamor de los hijos de Santos y Petro puede no tener ningún eco. La representante Robledo aterrizará en un partido en el que algunos líderes ven con buenos ojos al senador e incluso son partidarios de una consulta interpartidista con él, como Romero o Sanguino. Sin embargo, otros literalmente no lo pasan, como Marulanda o la senadora Angélica Lozano. Un sector del Verde lamenta que Petro se haya convertido en el principal líder de la oposición a Claudia López, quien se la jugó por él en la segunda vuelta frente a Duque, incluso apartándose de la decisión de Sergio Fajardo, a quien acompañó como fórmula vicepresidencial.
Pero al petrismo tampoco le ha gustado el gobierno de Claudia López, a quien ven como la continuidad de Peñalosa, y les indignó que en 2019, cuando estaba inscribiendo su candidatura a la Alcaldía, ella haya dicho que Fajardo será el “futuro presidente de Colombia, sin duda”. Esa frase se interpretó como un portazo al líder de la Colombia Humana.
Sobre la posibilidad de que la izquierda y la centroizquierda se unan, Ángela María Robledo le dijo a SEMANA: “Tenemos propósitos comunes, como reducir la desigualdad, enfrentar el cambio climático, proteger el acuerdo de paz y defender la agenda de las mujeres. Pero hay diferencias como el estilo de gobierno, es decir, que se trate de un propósito colectivo y no personalista, el tono de las propuestas y que no haya un salto al vacío. Esa coalición es posible si nos cuidamos y si nos diferenciamos, pero sin agredirnos”.
¿Un partido paraguas?
En este ajedrez, la Alianza Verde podría terminar convirtiéndose en una especie de partido paraguas. ¿La razón? Ante la imposibilidad de salir a recoger firmas en medio de la pandemia para crear nuevos movimientos políticos, algunos líderes piensan pedir pista en esa colectividad. Uno de ellos es el propio Sergio Fajardo, quien ha estado explorando otros posibles apoyos. A él se le ha relacionado recientemente con el santismo, por sus reuniones con el propio Juan Manuel Santos, y con líderes como Roy Barreras y Juan Fernando Cristo.
Fajardo responde que solo han sido encuentros sociales, pero el fantasma de Santos en la próxima campaña ya es un hecho. Él se mueve tras bambalinas y, sin duda, al final se subirá al bus antiuribista que tenga opción de ganar.
El exgobernador de Antioquia tendrá que vencer la resistencia de la línea petrista de la Alianza Verde que se opone a su llegada y que tampoco ve con buenos ojos que se le otorgue un aval sin que tenga que medir fuerzas frente a otros contendores.
Eso quiere decir que a Fajardo le tocará competir por la candidatura, en igualdad de condiciones, junto a los demás precandidatos, sin importar que por poco pasa a segunda vuelta frente a Duque en 2018. “Lo que hay internamente es muy árido para Fajardo, no imposible, pero lo tiene que luchar”, le contó a SEMANA una fuente del partido, quien pidió omitir su identidad. El dilema quedará resuelto en febrero, en el próximo ejecutivo nacional de la Alianza Verde.
El otro que podría terminar en el Verde es Jorge Enrique Robledo, en caso de que no prospere la personería jurídica de su movimiento Dignidad ante el Consejo Nacional Electoral. El senador, por ahora, prefiere guardar silencio sobre lo que podría ser su futuro desde el punto de vista partidista y lo único que tiene claro es que quiere ser candidato presidencial. A Robledo lo ven con mejores ojos en el Verde, ya que se ha vuelto un aliado incondicional de Claudia López.
Lo que muchos se preguntan es ¿por qué es tan difícil la unión de la izquierda y la centroizquierda? Como dice el senador Gustavo Bolívar, “la izquierda prefiere perder el poder antes que compartirlo, mientras la derecha opta por dividirlo antes que perderlo”.
En las pasadas elecciones a la Alcaldía esa frase cobró vigencia, pues Petro apoyó a Hollman Morris y se desmarcó de la candidatura de Claudia López, su antigua aliada, porque ella se opuso a tumbar el contrato del metro que heredó de Enrique Peñalosa. Precisamente, los ataques diarios de Petro a la alcaldesa terminaron por agravar las divisiones. El representante Mauricio Toro, defensor de la alcaldesa desde la Alianza Verde, señala: “Si no se piensa como los petristas y si no se cumplen sus condiciones, nada les sirve”.
Por ese motivo, si las tensiones con la alcaldesa no bajan, Toro ve muy difícil una alianza de la izquierda y la centroizquierda en la que participe Petro, por lo menos para la primera vuelta presidencial.
El senador Sanguino y el representante Inti Asprilla, este último muy cercano a Petro, intentan tender puentes con el petrismo. El líder de la Colombia Humana les ha dicho que está dispuesto a competir en una consulta amplia con todos los sectores alternativos, incluido Fajardo, pero el problema es que el exgobernador de Antioquia ha descartado esa posibilidad.
Si las cosas siguen como están, la izquierda y la centroizquierda llegarán divididas a la primera vuelta presidencial, a diferencia de la derecha y la centroderecha, y lo más seguro es que una de las dos quede por fuera de la segunda vuelta.
“Ya Uribe nos madrugó”, reconoció un senador de la centroizquierda, que ve con preocupación esa atomización de los votos en esa corriente por cuenta de las peleas, vetos y egos. El riesgo de que la izquierda y la centroizquierda fracasen nuevamente por cuenta de estas disputas es latente. Ante esto, algunos congresistas dicen que si no hay posibilidades de una unión para ese primer round, por lo menos se debe acordar que habrá una alianza en una eventual segunda vuelta, con el fin de no repetir lo ocurrido en 2018, cuando Fajardo decidió no apoyar a Petro.
“Es fundamental construir desde ya una agenda común y un modelo de gobierno de coalición. La idea es acordar que estaremos juntos en la segunda vuelta para derrotar el proyecto de la derecha autoritaria. Queda prohibido ir a ver ballenas en segunda vuelta”, afirma el senador Sanguino.
En contraste, entre la derecha y la centroderecha se ve armonía. Desde finales de 2020, el expresidente Álvaro Uribe viene haciendo reuniones para aglutinar al Centro Democrático, La U, Cambio Radical, el Partido Conservador, el movimiento Mira, a algunos candidatos de la centroderecha como Federico Gutiérrez y a caciques electorales que ponen votos definitivos, como Alejandro Char en la Costa. Uribe también ha hablado con la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, quien podría renunciar para competir por la Presidencia. Muchos la quieren ver “disponible” para lo que se viene. El objetivo es consolidar un bloque sólido que tenga la votación suficiente para pasar a una segunda vuelta, ganar y mantener el control de la Casa de Nariño.
¿No criticar a Claudia?
Las conversaciones entre la izquierda y la centroizquierda avanzan, pero hay obstáculos y se han impuesto líneas rojas. “Petro quiere la unión, pero no acepta que lo condicionen a que no critique la labor de los alcaldes del centro. No se callará”, dijo el senador Bolívar. A diferencia de lo que ocurre en Bogotá, el líder de la Colombia Humana mantiene buenas relaciones con el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, y con el alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina.
Sin embargo, el escenario es mucho más complejo porque Petro no solo enfila baterías contra Claudia López, sino que ha arremetido contra Fajardo.
“Los verdes en la capital se presentan como ambientalistas, alternativos, progresistas, pero el plan de gobierno para la capital es peñalosista, profundamente neoliberal, antiecológico y antiambientalista”, dice el excandidato petrista a la Alcaldía Hollman Morris.
En los próximos días se prevé que la centroizquierda realice un segundo encuentro, muy similar al que hubo el 12 de noviembre del año pasado en Tabio (Cundinamarca). En esta oportunidad sería virtual y podrían sumarse Ángela María Robledo y Jorge Robledo.
En la primera reunión estuvieron presentes Sergio Fajardo, Humberto de la Calle, Angélica Lozano, Juan Fernando Cristo, Juan Manuel Galán y Roy Barreras. Este último enfrenta un posible veto en esta corriente, ya que algunos lo ven más cerca de Petro que de Fajardo.
Algunos sueñan con que el rector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria, se una también a este bloque y que incluso desplace a Fajardo, pero él se ha negado hasta ahora a confirmar o a descartar su incursión en la política electoral.
Al igual que en el primer encuentro, el líder de la Colombia Humana tampoco está invitado para la reunión virtual que se avecina. Allí es posible que se avance en las reglas de juego de la centroizquierda y se hable del factor Petro a la hora de consolidar la coalición. Si este bloque tiene varios propósitos en común, incluido el evidente antiuribismo, ¿por qué no se unen?
“No es por ego ni arrogancia, se trata de qué visión de país tenemos. ¿Llegamos al poder para no transformar la realidad, y con un letrero hacernos llamar progresistas, pero en las políticas de fondo seguimos siendo uribistas?, o ¿verdaderamente vamos a transformar?”, se pregunta Morris.
Sanguino advierte “que el palo no está para cucharas” y que no se pueden dar el lujo de vetar a nadie, ni a Fajardo ni a Petro.
Pero la realidad supera las buenas intenciones y el distanciamiento es evidente. De hecho, si las tensiones se mantienen y hay una segunda vuelta en junio de 2022, nadie puede garantizar ni firmar en piedra que la izquierda y la centroizquierda se van a unir. La división de 2018, cuando Fajardo abandonó a Petro en la pelea contra Duque, podría repetirse.