La mayoría de los colombianos profesan ser católicos. De hecho, la influencia española nos dejó muchas costumbres de la religión. El cuadro de la Virgen de Chiquinquirá no es la excepción. En el año 1560 un caballero proveniente del antiguo continente Antón de Santana, trajo a Colombia algunos elementos para adecuar una casa para colonos, indígenas y esclavos en la región de Suta en Boyacá. Posteriormente el Fray Andrés Jadraque sintió la necesidad de dotar la capilla con un cuadro de la Virgen María. Así que un pintor español conocido como Alonso de Narváez quien vivía en Tunja, capital de Boyacá, pintó en un lienzo la Virgen del Rosario y junto a ella retrataron a dos santos de su devoción como dominicos San Antonio de Padua y San Andrés. Ese fue el inicio de la Reina de Colombia.
Inicialmente era una imagen más. Fue pintada sobre un lienzo de algodón, tejido por manos indígenas, mixturando tierra de diferentes colores con el zumo de hierbas y flores, aceites y gomas naturales; una técnica milenaria conocida en Europa. Y terminó siendo una herramienta para servir la harina, la imagen se fue borrando poco a poco. Luego la imagen fe dejada en una casona a Chiquinquirá, y una mujer que vivía en ella la llevó a una capilla de esta, le oraba con devoción pidiendo a la virgen que se manifestara. Un día en 1586 el cuadro recuperó los colores y empezó a brillar. Poco a poco fue tomando fuerza en la fe hasta lograr que los personajes más importantes del país, católicos visiten con devoción su templo.
Tutela por profesar su fe
Ha tenido de rodillas a grandes dirigentes, a algunos los ha puesto en apuros, como al presidente de la República que Ivan Duque, que en 2020 durante plena pandemia escribió en su cuneta de Twitter: “Respetando las libertades religiosas de nuestro país y en clara expresión de mi fe, hoy celebramos los 101 años del reconocimiento a nuestra Virgen de Chiquinquirá como patrona de Colombia. Todos los días en profunda oración le doy gracias y le pido por nuestro país”.
Ese mensaje generó que un grupo de personas sintieran vulnerados sus derechos a la libertad de culto e instauraron una tutela para que el presidente retirara el mensaje, mientras él argumentaba que lo había escrito desde su cuenta personal. El magistrado Germán Gómez ordeno retirar el trino en menos de 48 horas, decisión que apeló el mandatario y finalmente ganó.
Se conoció que el presidente en 2021 cuando estaban en pleno estallido social y el paro nacional tenía frenada la economía del país y el orden público fuera de control, viajó en helicóptero a Chiquinquirá y de manera muy discreta llegó a orar a la virgen del Rosario de Chiquinquirá para que lo ayudara en una situación tan difícil que dejaba decenas de muertos y heridos, entre civiles y miembros de la Policía Nacional.
Ha llegado a pedirle perdón en plena campaña presidencial:
En la última contienda electoral, para ocupar el cargo de presidente 2022 – 2026, en el candidato Rodolfo Hernandez llegó a pedir disculpas a la virgen, en medio de una polémica que desató por sus declaraciones al decir que “yo recibo a la virgen santísima y a todas las prostitutas que vivan en el mismo barrio con ella”, ese mensaje desató molestia entre los creyentes.
Hernandez viajó hasta el municipio boyacense con su familia, algunos feligreses que lo vieron apoyaron su arrepentimiento mientras otros consideraron que solo era estrategia política para recuperar algunos votos.
La virgen de Chiquinquirá ha sido víctima de robos:
El 9 de julio de 2021, en plenas festividades de aniversario los feligreses que acudieron a la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá se encontraron con la imposibilidad de adorar a la Virgen, pues en la madrugada un hombre accedió a la iglesia, rompió el vidrio que protege la imagen, e intentó robar las joyas que la acompañan.
“El hombre rompe el vidrio del lienzo, toma la corona y el cetro y se va de la basílica. Entiendo que se sube por el techo, la comunidad se da cuenta de la situación, alerta a las autoridades y la persona es capturada”, explicó el vicario provisional de Colombia, fray Mauricio Galeano.
El ladrón fue identificado como Luis Fernando Malaver, identificado por la Policía Nacional como un habitante de calle. El hombre, que fue capturado apenas a unas cuadras de la basílica, había ingresado al templo a eso de las 4:30 de la mañana y fue encontrado con una custodia, la luna de los pies de la virgen, el rosario y la corona del niño, la gargantilla del vestido, el cetro y 15 arabescos en plata.
El cuadro de la virgen ha sido víctima de secuestro:
Alrededor del lienzo se fue formando un modo de vida urbano. Alguien dijo que el municipio fue fundado por mano divina porque ninguna autoridad del virreinato intervino como lo exigía el protocolo español.
Los ejércitos libertadores encabezados por el general Manuel Serviez se llevaron por la fuerza el lienzo en una azarosa correría que terminó en el camino a los llanos, más allá de Cáqueza, en donde los ejércitos del rey lo rescataron. Traído a Santafé, recibió multitudinarias expresiones de afecto presididas por el pacificador Pablo Morillo.
Hasta Simón Bolívar fue a visitarla
Los tesoros y caudales acumulados por la gratitud de los fieles sirvieron para financiar la tercera parte de los gastos que Cundinamarca se comprometió a aportar para la causa libertadora. Simón Bolívar la visitó en su trono para agradecerle. Francisco de Paula Santander estuvo al tanto para expropiarla de sus repuestas alhajas y bienes raíces y lo logró para financiar su plan educativo.
El entredicho y la coronación de la virgen como reina y patrona de Colombia
La Regeneración, la Constitución de 1886 y la Guerra de los Mil Días consolidaron el triunfo católico y, en adelante, los jerarcas de la Iglesia asumieron como la voz cantante de la nación.
Las condiciones eran propicias para dar vuelo a la idea de la coronación de la Virgen de “reina y patrona de los colombianos”. Los dominicos emprendieron gestiones diplomáticas ante la Santa Sede y promovieron el proyecto por medio de periódicos, revistas y giras pastorales.
En 1910, el papa Pio X aprobó la iniciativa e impartió instrucciones para que el clero colombiano organizara el acontecimiento. Era el anuncio de algo grandioso para una sociedad dominantemente católica, gobernada por los dictados de la Iglesia.
Los frailes recorrieron diversas regiones del país con una copia del lienzo, que llamaron la “imagen viajera” para promover el acontecimiento. La acogida fue apoteósica, con algunas excepciones, como voces liberales en el Congreso, en las asambleas de Boyacá y Santander y la animadversión de declarados liberales en Guamo (Tolima) y Simacota y Rionegro (Santander). En esta pequeña población ubicada al norte de Bucaramanga, un polvorero rasgó a cuchillo la imagen viajera y, dice el padre Báez, historiador dominico, que a los pocos días el material explosivo que utilizaba en su negocio le destruyó la mano con la que ejecutó la osadía.
En 1916, el episcopado convocó un Congreso Mariano Nacional para mediados de 1919 en Bogotá. Entonces, en el municipio empezó el malestar por la versión de que el cuadro de la Virgen no regresaría, como en el pasado lo habían intentado los de Santafé y también los de Tunja pues sería llevado a la capital para realizar allí la coronación. En medio de los preparativos, el maestro general de la Orden de los Dominicos en el mundo, con sede en Roma, el holandés Luis Theissling, visitó la ciudad para conocer los preparativos de la coronación y llamar a la calma a los alebrestados.
El 7 de junio de 1918, el obispo de Tunja, monseñor Eduardo Maldonado Calvo, anunció la coronación por medio de un decreto que contenía instrucciones para que el cuadro original de la Virgen fuera trasladado a Bogotá, donde ocurriría la ceremonia como el acontecimiento central del Congreso Mariano.
Los chiquinquireños, desconfiados por naturaleza, consideraban que el cuadro nunca debía salir del municipio. El alcalde, Campo Elías Pinzón Tolosa, encabezó la rebelión por medio de un decreto en el que manifestaba: “Se ha herido al pueblo en lo más noble de sus sentimientos”, además oficializaba la versión de que el cuadro no sería devuelto e incitaba al pueblo para que se opusiera al despojo.
Tras tumultuosas manifestaciones en las que, por primera vez en la historia local, las mujeres de todas las condiciones sociales protestaban a la par de los hombres, se constituyó una “junta guardadora” encargada de custodiar el cuadro. Delegaciones de ciudadanos viajaron a municipios circunvecinos y encontraron pleno respaldo.
El obispo envió un telegrama al párroco de Chiquinquirá anunciando: “Si no aquiétanse, aplicaré terribles sanciones canónicas para sostener autoridad católica”, así amenazó con aplicar el “Entredicho” y se negó a atender a una comisión de notables del municipio. El Entredicho, en desuso en el siglo XXI, consistía en cerrar las iglesias y trasladar misas, sacramentos y oficios religiosos, incluidos los entierros, a otros municipios. El conflicto ocupó las primeras páginas de los periódicos nacionales.
En la noche del 21 de junio de 1818, la turba armada rompió las puertas del convento y entró. Del interior del convento salió un disparo que mató a uno de los manifestantes. La prensa responsabilizó a uno de los sacerdotes pero el proceso judicial, que duró 12 años, terminó archivado. La turba bajó el cuadro con la ayuda de los resignados dominicos y, la mañana siguiente, lo condujo en gran procesión hasta la iglesia de la Renovación. Allí permaneció custodiado por un grupo numeroso de ciudadanos a órdenes de la “junta guardadora”.
El padre dominico y escritor Andrés Mesanza dijo, décadas después: “La ciudad casi nada ha hecho para borrar con lágrimas lo que hizo con pecados”.
Ese mismo día, el obispo hizo sentir su inmenso poder: Impuso “In nomine Domini” (en el nombre del Señor) el anunciado “Entredicho”; trasladó los oficios religiosos a la parroquia de Saboyá. Excomulgó al alcalde, exigió al presidente de la república el envío de dos batallones del ejército y brigadas de la policía para dominar a la población y pidió que las gentes de bien la emprendieran contra dos periódicos locales, El Mensajero Liberal y Labores. A fines del año, el obispo condenó por pecado mortal a los directores de estos periódicos.
El presidente de la república, don Marco Fidel Suarez, conservador y ferviente católico, en un mensaje a la Junta Guardadora le garantizó que la Virgen regresaría a Chiquinquirá, que él viajaría personalmente para acompañarla y solicitó obediencia sin condiciones a “su señoría ilustrísima” el obispo.
La presión constante del clero y del gobierno empezó a dar resultados al tercer mes de conflictos: el señor Pinzón, ya retirado del cargo de alcalde, presentó disculpas públicas al obispo y este le levantó la excomunión. La Junta Guardadora aceptó el decreto del obispo que ordenaba que el cuadro sería llevado a Bogotá. El obispo se tomó un mes para levantar el “Entredicho”, decisión que tuvo efectos a partir del 24 de octubre de 1818.
El poder del clero católico había llegado a su punto más alto. El partido conservador tenía en la Iglesia su mayor aliado mientras esta se consideraba dueña del poder civil, y prueba de ello era la sumisión del presidente de la nación a las órdenes del obispo Maldonado.
Trataron de conciliarse los ánimos, pero el asunto del Entredicho dejó una desazón prolongada mientras los activistas anticlericales, masones y librepensadores del pueblo se solazaban.
El Congreso de la República expidió la Ley 19 de 1918, de honores a la Virgen con motivo del acontecimiento del siguiente año. Y lo propio hicieron la mayoría de las asambleas departamentales.
El 28 de junio de 1919, se despidió la Virgen en un acto que concentró a más de 10.000 de sus paisanos en el alto de La Palestina, a mitad del trayecto al municipio vecino, Simijaca. Hubo sentidos discursos y versos inéditos a cargo del poeta José Joaquín Casas. En medio del llanto colectivo, el lienzo sagrado avanzó, al paso lento de un grupo de hombres y mujeres que lo transportaban sobre andas, en medio de una procesión permanente de feligreses, algunos a caballo, escoltada a todo momento por un grupo de dominicos y una tropa de la policía. El cortejo rezaba y cantaba himnos piadosos en medio de banderas, flores y arcos y la explosión de cohetes de pólvora que resonaban contra las paredes de la cordillera. La Virgen siguió por el camino tradicional que pasa por Fúquene. Cuando ingresaba a un pueblo, todos salían a recibirla con sus santos patronos al frente, estandartes, carrozas, regalos florales. Pernoctó en Simijaca, Ubaté, Sutatausa, Nemocón, Zipaquirá, Cajicá, Chía y Usaquén. Las plazas y las iglesias se llenaban. “Los sacerdotes oían confesiones por centenares… muchos pecadores endurecidos ablandaban su corazón…” .
En Chapinero, la Virgen de Lourdes, patrona de la localidad, cedió su trono a la Viajera y durante la noche la población acudió en romería. Estaba previsto al día siguiente, 8 de julio, un desfile de dos horas hasta el centro de Bogotá, pero se demoró tres veces más por la congestión que se formó en la vía, toda adornada con banderas de franjas azules y blancas. Los presos de la cárcel “El Panóptico” (hoy sede del Museo Nacional) salieron uniformados, marcharon en estricto orden, le rindieron tributo e imploraron por el alivio de sus desgracias. El día anterior, la capital de la república había inaugurado el alumbrado público como parte de los preparativos. Era el comienzo de una fiesta nacional sin precedentes.
La coronación ocurrió, como estaba previsto, el 9 de julio de 1919, en ceremonia especial al frente de la Catedral Primada de Colombia, en un altar protegido por fino dosel. Asistieron las autoridades eclesiásticas y civiles encabezadas por Marco Fidel Suárez, los altos mandos de las Fuerzas Armadas, la alta sociedad del país y comitivas internacionales. El temido y benemérito obispo de Tunja Eduardo Maldonado Calvo, delegado por el papa Benedicto XV impuso la corona, compuesta de oro con 140 esmeraldas y otras preciosidades. También le colocó una corona al niño Jesús (dibujado con menos arte en brazos de su madre). El acontecimiento se festejó simultáneamente en todos los confines de la república.