El segundo periodo de Jorge Iván Ospina al frente de la Alcaldía de Cali ha estado pasado por varias polémicas, incluso desde cuando aún era candidato por cuenta de una citación ante la Fiscalía por cuenta de una presunta irregularidad en un contrato firmado durante su primer mandato (2008-2011).
Ospina es un político hábil. Logró converger alrededor de su candidatura al Partido Verde, Colombia Humana, La U, los liberales y otros movimientos independientes; sin embargo, cada día se queda más solo.
Su popularidad apenas ronda el 18 por ciento, según las últimas encuestas. Los caleños no le perdonan realizar una feria virtual y un alumbrado público por más de 23.000 millones de pesos, en pleno segundo pico de la pandemia y con la ciudad en quiebra por las medidas restrictivas para frenar el virus.
El lío de esos contrato lo puso en el ojo del huracán, luego de que un grupo de veedores revelara los pormenores de lo firmado. Concejales y hasta contratistas advierten que en los 169 contratos firmados entre enero y diciembre de 2020 hay “irregularidades asombrosas”.
El abogado Elmer Montaña, que ha escudriñado la mayoría de estos contratos, define así la situación: “Donde hemos tocado sale pus”, dice. Su análisis se centra en al menos cuatro convenios interadministrativos que Ospina firmó con entidades que presuntamente no tenían capacidad para ejecutar lo estipulado. Cita, por ejemplo, el contrato de alumbrado navideño móvil que ascendió a 10.000 millones de pesos y el cual fue firmado con las empresas públicas de Cali (Emcali), que a su vez subcontrató con otra compañía el monte y desfile de caravanas con luces por toda la ciudad entre el 7 de diciembre y el 7 de enero, aunque finalmente este cronograma no se cumplió.
El abogado Montaña denunció al alcalde Ospina y en su alegato manifestó que: “Las empresas públicas de Cali no tienen la capacidad humana ni tecnológica para prestar este servicio. Cuando se sabe que el contratista no puede cumplir el contrato y que debe subcontratar, pues obviamente lo que queda en evidencia es que se están pasando por la faja la obligación de convocar a una licitación, como debería haber ocurrido”. La mayoría de los contratos están operados bajo esta modalidad de convenios interadministrativos.
La soledad de Ospina
Las cuentas no le dan al alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, y su desesperación es tan evidente como temeraria. El mandatario quiso pescar en medio de un paro nacional parte de la popularidad perdida y sentó un precedente al ponerse del lado de quienes tuvieron la ciudad bloqueada por 54 días.
Ospina se plantó del lado de lo que él legitimó a -través de un decreto- como la Unión Resistencia Primera Línea. Convirtió en un actor político a los que hoy están al frente de los bloqueos, pero la maniobra política le está pasando factura de una manera inesperada.
La jugadita del alcalde atizó aún más los ánimos y contribuyó a que en la ciudad los niveles de polarización ciudadanía alcanzaran la cumbre. Hoy, en Cali se habla en dos lenguajes: quienes apoyan los bloqueos y quienes quieren ver libre a la ciudad al precio que sea. Ninguno de los dos bandos reconoce a Ospina como el líder que necesitan estos tiempos turbulentos, y, en cambio, desde ambos extremos caminan en masa para apoyar -vía firmas- la revocatoria de su mandato.
Ospina jugó con fuego y está perdiendo. En la ciudad hubo más de 23 bloqueos activos durante el paro. Jesús Darío González, quien el mes pasado estuvo al frente de la Secretaría de Bienestar Social y hacía las veces de vocero ante la Unión de Resistencia Primera Línea, decidió apartarse de su cargo, no sin antes decir en una dura carta: “Cuando pienso en la persistencia del diálogo local y en el lugar institucional que he agenciado en estos días, debo decirle que me agota el lugar que hoy ocupo”.
El exfuncionario y mano derecha de Ospina se despachó y argumentó su renuncia en “la necesidad urgente de priorizar mi lugar de ciudadano para poder llamar las cosas por su nombre sin afectar las formas institucionales, para señalar y afrontar los obstáculos políticos que se presentan, y asumir las acciones éticas que se necesitan en conciencia contra la lógica autoritaria y excluyente que causa esas muertes”.
Y a pesar de que Ospina se muestra abierto al diálogo y en esta contienda ya tomó partido por quienes bloquean las calles, en la Secretaría de Seguridad designó a Carlos Soler, un excoronel retirado que en sus redes se muestra abiertamente uribista. ¿A qué juega el alcalde de Cali?
De su gabinete inicial poco queda. Sus fichas de confianza han optado por dar un paso al costado y Ospina, al parecer, se hunde solo en una revocatoria de mandato que camina a pasos agigantados y en una posible sanción de la Procuraduría que podría apartarlo del cargo por desconocer la orden presidencial de levantar los bloqueos.
El mismo Ospina, en un mea culpa, subrayó que por algunos días perdió el control de la ciudad. Es decir, Cali estuvo -¿o está?- a merced de la nada.
En Cali, ahora la Policía ahora tiene sitios vetados y los manifestantes, muy hábiles, se escudan en el decreto 0305 que, leído entre líneas, legítima los bloqueos. Ese documento dice, entre otras cosas, que: “El Gobierno Distrital se compromete en el marco de la protesta pacífica, conforme lo prevé el Decreto Nacional 003 de enero 5 de 2021, a privilegiar la comunicación verbal, respetuosa y permanente entre las autoridades, los organismos de control y los manifestantes para la resolución de los conflictos y desacuerdos, así como la prevención de hechos de violencia y el uso indebido y desmedido de la fuerza por parte de la Policía Nacional, velando por la inclusión en el marco del respeto ciudadano y los lineamientos que traza la Corte Suprema de Justicia”.
Desde el Concejo, que Ospina manejaba por mayorías, también hay un descontento hacia la labor del alcalde en los días de paro. Roberto Ortiz, una de las voces más visibles del cabildo, le pidió al mandatario hacerse a un lado si no puede gobernar con autoridad.
“Los ciudadanos de a pie vivimos un calvario para movernos de un lugar a otro y no hay autoridad que nos devuelva el orden. Vale la pena preguntar, ¿dónde está el piloto?, ¿dónde está el alcalde, Jorge Iván Ospina?, aquí no podemos seguir resolviendo todo con el pago de recompensas. La ciudad va en picada y no es con recompensas como le vamos a dar un viraje social a lo que hoy reclaman esos sectores afectados con bloqueos”, dijo el concejal Ortiz.
Agregó: “Si la seguridad le quedó grande a Ospina, debe hacerse a un lado, porque no podemos seguir viviendo en esta anarquía y caos que se vive a diario”.
Y es que en materia de seguridad Ospina tiene la asignatura en cifras rojas. No solo por los acontecimientos del paro, sino por la disparada de los hurtos y homicidios. Solo en el pasado mes de mayo fueron asesinadas 163 personas en la ciudad, lo que representa un aumento del 46 por ciento con respecto del mismo periodo del año anterior.
“No podemos seguir mintiendo a los caleños, aduciendo que los homicidios aumentan por culpa de paro, cuando las causas son otras plenamente identificadas”, denunció el también concejal Juan Martín Bravo.
En sectores del oriente y de la ladera de la ciudad, donde persisten gigantescas barricadas, se ha presentado un fenómeno de expansión de bandas delincuenciales. Ante la falta de presencia de las autoridades, que no pueden entrar, son ellas las que regulan el comportamiento ciudadano y dictan sentencia a sangre y fuego.
Todo eso lo saben los colaboradores y antiguos aliados de Ospina. Por eso decidieron saltar a tiempo del barco que se hunde, mientras su capitán, Jorge Iván Ospina, navega en modo avión.