Dos narrativas disputaron la semana pasada el trono de la polarización. Son las mismas que han caracterizado a las redes sociales durante los últimos años y que han puesto una cuota en la crisis social colombiana. En medio del ardor de las protestas ciudadanas y la violencia, trinos desde bandos opuestos azuzaron a los protagonistas del conflicto en las calles.
Se dijo de todo. La senadora María Fernanda Cabal aseguró que milicias de un grupo que no existe actuaban bajo órdenes del expresidente Juan Manuel Santos. Mientras tanto, la tuitera @fixasttyles presentó como “poesía”, la persecución a pedradas de un grupo de jóvenes contra unos agentes de Policía que huían despavoridos.
Las redes enloquecieron con acusaciones sin fundamento. La tuitera @carolinagomezsn trinó que al abogado Ordóñez no lo mataron por andar de angelito, mientras que activistas de sofá acusaron al periodista Néstor Morales de justificar la acción policial, lo cual es también falso. Quienes escucharon su programa radial en la mañana del jueves pueden verificar que Morales repudió el crimen y acorraló al director de la Policía Nacional en una entrevista en vivo en la que calificó de asesinato la acción de los agentes.
También circuló una falsa portada de SEMANA en la que se exponían supuestas actividades antisociales de Javier Ordóñez, que justificarían su electrocución con la pistola taser. Pero en las redes no importa si algo es verdad o mentira. Lo que importa es que funcione en la narrativa de cada bando. Se llama ‘posverdad’ y es la endemia más grave de la cultura digital.
La impunidad en los contenidos inapropiados que marcan tendencias en las redes colombianas es un viejo problema. Durante toda la semana cometieron delicadas infracciones a las reglas de uso de Facebook y Twitter, plataformas en las que está expresamente prohibido incitar a la violencia y publicar contenidos de odio. Pero solo en contadas ocasiones estas plataformas han tomado medidas en el país y la semana pasada no lo hicieron.
No obstante, la pregunta a responder es si estas incitaciones al odio explican realmente la violencia que tuvo lugar. ¿Se puede responsabilizar a los trinos y posts de la acción policial violenta contra los manifestantes y de la quema de los CAI por encapuchados? El ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, dijo que sí. “Fue una tendencia promovida en redes, de violencia contra servidores públicos, lo cual es un delito”, afirmó.
Según Trujillo, existe un movimiento organizado que utiliza las redes para promover el vandalismo y culpó a grupos de Facebook de los actos de justicia por mano propia que se vieron en Bogotá y en otras ciudades. El ministro dio a entender que las protestas no se originaron en la ira ciudadana tras la brutalidad policial, sino por manipulación desde las redes sociales.
El periodista e investigador digital José Luis Peñarredonda piensa que no es posible demostrar esa afirmación. “Es muy difícil probar que un trino explique el vandalismo en las calles”. En su opinión, los algoritmos de las redes tienden a privilegiar los contenidos fuertes e impactantes y lo que ocurrió la semana pasada contiene los ingredientes ideales para eso. Pilar Sáenz, de la Fundación Karisma, piensa que hay suficiente indignación ciudadana para explicar lo que ocurrió en las calles. “Las redes permiten la coordinación, pero las acciones no se desencadenan solo porque se haga un llamado en las redes sociales”, afirma.
¿Existen en realidad grupos poderosos en Facebook y Twitter con capacidad para crear una crisis como la que vivió Colombia la semana pasada? La senadora María Fernanda Cabal dijo en un trino que “entre los vándalos hay milicias urbanas de ACAB”, y el ministro de Defensa hizo referencia en el mismo sentido, con lo que contribuyó a consolidar la narrativa equivocada. Fue noticia la consigna “ACAB”, que significa “All Cops Are Bastards” (“Todos los policías son bastardos”), y que se mimetiza también con el código 1312, por el orden de las letras según el alfabeto. Grafitis con el término ACAB aparecieron en las paredes de algunos CAI atacados por la multitud, y en cuentas en redes sociales se hizo viral el término.
Labores de inteligencia básica bastarían para que MinDefensa se enterara de que se trata de un acrónimo popularizado desde hace décadas para insultar a la Policía en muchos países y no un grupo subversivo. Se ha rastreado su origen en Inglaterra, en los bajos fondos de la delincuencia londinense. Posteriormente, fue utilizada por los hooligans cuando chocaban con las autoridades.
Durante las manifestaciones estudiantiles chilenas fue utilizado ampliamente el año pasado y también durante las movilizaciones sociales en Estados Unidos tras el asesinato, a manos de policías, del ciudadano afroamericano George Floyd. Y hay una canción con ese nombre, del grupo británico The 4 Skins, que gusta entre los jóvenes amantes del género punk. Pero no existe un movimiento internacional, sino que es una consigna de la cultura “underground”.
Existe una página en el Facebook colombiano con el título A.C.A.B. y 6.900 seguidores, en la que publican contenidos en contra de la Policía. Otra se denomina A.C.A.B. Colombia, con 1.300 seguidores en la misma línea de la anterior. El ministro de Defensa se refirió a tres cuentas en esa red social a las que adjudica el poder de ejecutar los actos de violencia y vandalismo de la semana pasada.
Pero también existen al menos dos grupos de Facebook que llevan la sigla QAnon, una conocida serie de páginas en esa red social que promueven ideas de extrema derecha y que en Estados Unidos llegaron a expresarse en milicias armadas que cometieron asesinatos en el mundo real. Facebook cerró recientemente más de 7.000 cuentas de esta tendencia, que apoya al presidente Donald Trump y considera que el empresario George Soros mueve desde Europa los hilos de las protestas de la izquierda en todo el mundo (o “antifas”, como los llaman, por antifascistas).
Desde cuentas de este tipo hicieron memes macabros, como uno según el cual, mientras los policías electrocutaban a Ordóñez, este gritaba a sus amigos: “¿sí estás grabando?”. Y algunos aseguran que la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, se ha reunido con los hijos de Soros con fines maquiavélicos. Pero al Gobierno parece no preocuparle este tipo de contenidos.
Desde su lugar de reclusión, el expresidente Álvaro Uribe pidió militarizar el país para reprimir las protestas, mediante un trino en Twitter, un privilegio prohibido al resto de reclusos colombianos. La abogada Sáenz advierte que, aunque es amplia y garantista, en Colombia la libertad de expresión también tiene restricciones bien establecidas. “No están protegidas por la libertad de expresión la apología del odio nacional, racial, religioso o de otro tipo que constituya incitación a la discriminación, la hostilidad, la violencia contra cualquier persona o grupo de personas por cualquier motivo”, dice.
Muchos se preguntan hasta cuándo podrán publicarse en absoluta impunidad trinos como “Colombia se ve más bonita ardiendo” o afirmar sin pruebas que una tríada conformada por Juan Manuel Santos, Claudia López y Gustavo Petro preparó las asonadas violentas contra la Policía.
Los medios de comunicación están sometidos a estrictas regulaciones que sancionarían severamente un contenido de este tipo. Varias veces al año periodistas y medios deben acudir a los tribunales para atender demandas de alguien que se sintió ofendido por contenidos que ni se acercan a las noticias falsas y las calumnias incendiarias que circulan todos los días en las redes. Es hora de hacer algo.