Antes que nada, lamentamos la salida de Daniel Coronell, un periodista sobresaliente cuyas columnas exaltaron los contenidos de esta casa editorial. Él nos acompañó durante años en la difícil travesía de informar en un país convulsionado. Se lo agradecemos y le deseamos muchos éxitos en la labor periodística que tanto lo enaltece.En su última columna, Daniel cuestiona el manejo que le dio SEMANA a una investigación sobre unas directrices del Ejército que podrían llevar a repetir el oscuro capítulo de los falsos positivos y que terminó con la ‘chiviada’ de The New York Times. Se pregunta si el retraso en el proceso de investigación se presentó por falta de criterio, negligencia o conveniencia política.Una postura autocrítica es quizá en estos momentos la mejor fórmula para mejorar el periodismo que hacemos en SEMANA.La respuesta requiere un poco de contexto. La investigación comenzó en enero de este año y, durante varias semanas, el editor de investigaciones fue recogiendo información de distintas fuentes y documentos. A los dos meses, y a pesar de contar con una información publicable, quisimos profundizar los hilos de la investigación pues surgieron elementos adicionales a las directrices sobre las tropas. Fue un primer error. No haber sacado a tiempo lo que ya teníamos. El segundo error estuvo en que, faltando algunos días para la publicación, contactamos al ex secretario general de la presidencia y exviceministro de Defensa, Jorge Mario Eastman, como primera fuente antes de hacerlo con el ministro de Defensa y el comandante del Ejército. Queríamos saber si el alto gobierno tenía algo que ver o avalaba esas directrices. La investigación se extendió tanto –tercer error– que molestó a algunas fuentes y estas decidieron buscar otros medios y entregarles una parte de la información. SEMANA sigue su investigación sobre el tema y la publicará cuando tenga la seguridad de que sus fuentes no corren peligro. Hubo varias fallas en el proceso, pero nunca conveniencia política.Frente a este episodio, creemos que reconocer públicamente los errores, en cabeza del director de la revista, Alejandro Santos, es necesario para aprender las lecciones del caso y fortalecer así nuestra manera de ejercer el oficio. Una postura autocrítica es quizá en estos momentos la mejor fórmula para mejorar el periodismo que hacemos en SEMANA. Este episodio nos duele aún más teniendo en cuenta que SEMANA ha sido quizá el medio que más ha denunciado en Colombia la corrupción en las Fuerzas Armadas.Su director, los editores, los periodistas y el resto del equipo de SEMANA seguiremos trabajando sin desfallecer para estar a la altura de ese desafío.Pero no se puede poner en duda nuestra independencia. A lo largo de sus 36 años de historia, SEMANA ha dado suficientes muestras de su espíritu crítico y de su capacidad de fiscalización, y con este gobierno no ha habido excepción. Nuestros artículos y nuestras portadas han sido y serán la ventana por la cual el país y nuestros lectores pueden juzgar el periodismo que hacemos. Desde los grandes escándalos como el Proceso 8.000, la parapolítica o las chuzadas del DAS, hasta las posiciones editoriales más recientes sobre el manejo de las visas de Estados Unidos, la situación de seguridad o la defensa de la JEP, SEMANA siempre asumirá un papel crítico. Y así lo seguiremos haciendo. Nuestros lectores pueden estar seguros de nuestro indeclinable compromiso con ellos.Esta semana hemos recibido muchas críticas desde distintos sectores. Apasionadas y cargadas de rabia o serenas y llenas de lecciones. Las recibimos todas con gratitud y respeto, confiados en que contribuirán a la necesaria discusión alrededor de nuestra responsabilidad y de nuestra firmeza en la defensa del interés público.Pero no se puede poner en duda nuestra independencia.SEMANA ha sido un referente en Colombia y en el continente. Por eso entendemos muy bien el ineludible deber de preservar y fortalecer una institución periodística esencial para la democracia colombiana. Su director, los editores, los periodistas y el resto del equipo de SEMANA seguiremos trabajando sin desfallecer para estar a la altura de ese desafío.