EL JUEVES DE LA SEMANA PASADA, UN HELIcóptero de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos levantó vuelo desde uno de los prados de la prisión federal de Marion, Illinois, con rumbo desconocido. A bordo de la aeronave iba un pasajero custodiado por seis agentes de la DEA, armados hasta los dientes. Se trababa de Carlos Lehder Rivas. El mismo hombre que se había convertido, desde su extradición hace cinco años, en el símbolo de lo que dos gobiernos sucesivos de los Estados Unidos habían declarado como el gran enemigo de su pueblo: el narcotráfico. Era también el mismo que había sido condenado a pasar el resto de sus días en una celda de confinamiento solitario en la cárcel de mayor seguridad del mundo. Pero ahora volaba a un lugar de los Estados Unidos, por el momento secreto, para convertirse en uno de los principales testigos en el juicio que se adelanta contra el derrocado general panameño Manuel Antonio Noriega. El traslado de Carlos Lehder de la cárcel de Marion a su nuevo centro de reclusión, era el primer compromiso de los siete puntos que se negociaron entre el Gobierno americano y los abogados del narcotraficante colombiano, a cambio de su testimonio en el juicio contra el general Manuel Antonio Noriega. SEMANA pudo establecer que después de seis meses de negociaciones entre Carlos Lehder y la Procuraduría General de los Estados Unidos, se llegó a un acuerdo que quedó consignado en un documento oficial con los sellos del Gobierno norteamericano. Además del traslado de la prisión de máxima seguridad de Marion a una de mayor flexibilidad, Lehder logró obtener seis beneficios más. El más importante de ellos es que después de haber sido condenado a cadena perpetua más 135 años, el Gobierno norteamericano le concederá una libertad provisional bajo palabra. Igualmente, una reducción de su sentencia que será asignada una vez se realice un nuevo juicio. Otro de los acuerdos tiene que ver con el mejoramiento de sus condiciones de reclusión. Es decir, pasará de una celda de confinamiento solitario a una más cómoda y en una prisión donde pueda tener contacto con otros reclusos. El Gobierno norteamericano se comprometió, de igual manera, a brindarle protección para su familia, a la que hasta hoy le había sido negada la visa de ingreso en los Estados Unidos. El documento acordado entre las dos partes revela que el testimonio que rendirá Lehder durante el juicio contra Noriega no será usado en su contra bajo ninguna circunstancia. Así mismo, establece para que las condiciones pactadas tengan validez, la declaración del narcotraficante colombiano debe ser la verdad y nada más que la verdad. En un último punto se aclara que no habrá ningún otro tipo de concesión por parte del Gobierno norteamericano a favor de Carlos Lehder. LA NEGOCIACION Este acuerdo al que llegaron el Gobierno norteamericano y los abogados de Carlos Lehder se inició a comienzos de enero del presente año Michael P, Sullivan, asistente del procurador general de los Estados Unidos, fue el hombre que llevó el peso de la negociación. A mediados de enero se reunió por primera vez con los representantes legales de Lehder, a quienes les planteó la posibilidad de que el narcotraficante colombiano se acogiera al programa de testigos especiales, siempre y cuando se convirtiera en un testigo clave en el proceso contra el general Manuel Antonio Noriega. En esa primera conversación los abogados no descartaron que podía llegarse a un acuerdo. Ellos sabían que era la única carta que se podían jugar para sacar a Lehder de Marion. Pero antes de dar un sí al funcionario estadounidense, manifestaron que tenían que hablar primero con su cliente para saber si estaba dispuesto a colaborar. Había muchas dudas por parte de los abogados, pues sabían de antemano que Lehder había sido muy duro en su posición frente a los Estados Unidos y no había perdido ocasión para soltar toda clase de diatribas contra el gobierno de ese país. Sin embargo, días después, en las instalaciones de Marion, los abogados y Carlos Lehder estudiaron la propuesta. La analizaron por varias horas y llegaron a la conclusión de que la oferta no se podía descartar, pero tampoco se podía botar la casa por la ventana. Lehder les manifestó a sus abogados que conocía tantos secretos de Noriega que su testimonio valía más que un simple cambio de identidad y protección para su familia. Con las cartas sobre la mesa, los abogados del narcotraficante se reunieron de nuevo con Michael P. Sullivan, a quien le dijeron que Lehder estaba dispuesto a oír la propuesta que le hacía el Gobierno norteamericano. A comienzos de febrero Sullivan viajó de Miami a Marion, donde sostuvo su primera reunión con el narcotraficante colombiano. El asistente del procurador general de los Estados Unidos expuso su propuesta y Lehder la suya. Esta traía puntos concretos. El primero tenía que ver con su permanencia en Marion y la suspensión inmediata de la cadena perpetua. El segundo, con la posibilidad de agilizar su repatriación a Alemania y el tercero con la apelación del juicio en el que había sido condenado a cadena perpetua más 135 años. En este punto Carlos Lehder fue directo al grano. Solicitó que la Corte definiera lo más pronto posible la fecha de un nuevo juicio y que éste sólo se basara en el expediente que se entregó por parte del Gobierno colombiano cuando fue extraditado. Es decir, que sólo se le juzgara por el delito de tráfico de drogas a los Estados Unidos y no por las demás pruebas que se habían anexado al expediente y que para el narcotraficante no eran otra cosa que testimonios falsos. Antes de que Michael Sullivan abandonara la prisión de Marion, le manifestó a Lehder que su petición se salía de sus manos y que tendría que consultarla con el alto gobierno. Lehder a su vez, le dijo que las pruebas que tenía contra el general Noriega valían lo que él pedía. De ahí en adelante vino un tire y afloje entre los abogados de Carlos Lehder y los representantes del Gobierno norteamericano. Para los segundos, una negociación de estas, con uno de los narcotraficantes que en su momento lo habían calificado como la encarnación del mal y el demonio de la juventud americana, no sería muy bien vista por la sociedad estadounidense. Sin embargo, las conversaciones continuaron. La posición de los abogados de Carlos Lehder se mantuvo firme, mientras el asistente de la Procuraduría General trataba de buscar una salida en la que no se les permitiera a los abogados ir demasiado lejos en sus exigencias. Hace dos meses Lehder llegó a un acuerdo concreto con el Gobierno de los Estados Unidos. Sólo un punto quedó por fuera de sus condiciones: la repatriación a Alemania. Pero después de estar más enterrado que vivo, la tajada que saca de esta negociación es bien grande. Ahora, sólo falta ver que lo que negoció el Gobierno estadoudinense sea lo suficientemente beneficioso para lograr condenar al general Noriega.