A sus 26 años Leonel Martínez García es un biólogo de profesión y aracnólogo de pasión. Ingresó en el 2015 a estudiar Biología en la Universidad del Atlántico, en Barranquilla, y de inmediato empezó a buscar opciones para incursionar en la investigación.

Sus primeros acercamientos con los invertebrados iniciaron en el pregrado con la literatura. En vacaciones sus citas eran con los libros. Y si quería viajar, su destino favorito era el instituto de ciencias naturales en la ciudad de Bogotá.

Pronto se vinculó a un semillero estudiantil. Se reunían en una oficina pequeña, pero grande en talento. Allí se daban cita más de 20 estudiantes y se deleitaban con las colecciones de mariposas, escarabajos y arañas. Leonel solo observaba y escuchaba. Pero entre visitas y visitas sus ojos eran atraídos por la monstruosidad, la rareza y la complejidad de una araña. Se dejaba seducir por su belleza abstracta y en cuestión de semanas se dejó conquistar.

Las primeras arañas que atraparon su atención fueron las Saltarinas. Una familia de arácnidos que, según la teoría, no supera los 10 milímetros en su tamaño y sus patas son tan desarrolladas que le permiten dar brincos de largas distancias.

Maeota sp (Araña saltarina) | Foto: Leonel

Las saltarinas solo fueron el comienzo de un gran salto a la biodiversidad. Leonel ha recorrido el Amazonas, los Montes de María y algunos municipios del Atlántico, como Usiacurí , buscando arañas.

Un día, mientras se encontraba en el semillero, su maestro les propuso hacer trabajo de campo en la Sierra Nevada de Santa Marta. Durante horas caminaron por senderos destapados, embarrados y cubriéndose de la lluvia mientras se adentraban en la intimidad de las montañas. “Casi siempre íbamos en invierno” - me dijo- " porque es la mejor temporada. En invierno se consiguen arañas adultas y esas son las mejores para estudiarlas”.

Leonel durante la excursión en la Sierra Nevada de Santa Marta | Foto: Leonel

Cada araña que le gustaba la tomaba con una pinza y las depositaba en frascos de alcohol “eso ayuda a preservarlas” me explicó. De lejos, sabe identificar una hembra y un macho. " los machos tienen un par de palpos, como un guante de boxeo, al lado de la cabeza, y por medio de esos palpos transmiten el esperman a las hembras”. Para identificar una hembra el proceso es más complicado " Ahí si debes recurrir al microscopio”.

El microscopio lo tenía en la universidad del Atlántico. Cuando la aventura en el macizo montañoso terminó, sus ojos se plantaron varias veces en aquel aparato para descubrir los secretos más diminutos de aquellos invertebrados.

Lo primero era diseccionar los genitales, luego limpiarlos y quitarles el tejido graso y muscular " tu tienes que quitarle todo ese tejido, que es como una plaquita, y ahí ves la forma. La forma de esa plaquita es diferente en cada especie”. Así fue como descubrió su primera especie de araña. En ese entonces el invertebrado era macho y tocaba ponerle nombre.

“Los nombres de las especies de arañas se componen de dos partes: la primera es el nombre del género, es decir la categoría, (esos nombres ya están estipulados por la ciencia) sucedido por el nombre que tú propones”.(ese nombre se lo inventa la persona).

Leonel reconoce que es poco creativo. Ese día a su primer descubrimiento lo bautizó como Hypaeus Arhuaco. Hypaeus porque así se llama el género que descubrió con el microscopio ; y Arahuaco porque quiso ser agradecido con el pueblo indígena que los acogió aquel día en lo alto de la sierra.

Hypaeus Arhuaco (Araña Saltarina) fue la primera especie que descubrió Leonel en la Sierra Nevada | Foto: Leonel

Después de su primer descubrimiento vendrían 86 más, la Anyphaenoides Sierraensis y la Lapsias Tayrona también las encontró en la virginidad de la sierra. Sus descubrimientos hoy reposan en importantes revistas de biología.

“las arañas son baratas de estudiarlas” me dice en tono sarcástico. Una risa silenciosa que no logro observar porque viajó a Argentina y no nos pudimos encontrar.

Leonel no se define como animalista, pero tiene un amor genuino con las arañas. Tan genuino que hoy está estudiando un doctorado. Espera regresar a su país natal. Su sueño es formar el centro de aracnología más grande de Colombia, el más grande para cosechar talento, el más grande para investigar y el más grande para albergar todas las arañas que se quieran atravesar.