Tras varios meses del proceso por la desaparición de la pequeña Sara Sofía en Bogotá, la defensa de los únicos judicializados por estos hechos, Carolina Galván y Nilson Diaz, presentó una solicitud de nulidad en contra de la imputación de la Fiscalía que ahora una juez aprobó y de plano ordenó la libertad de los acusados.
La juez segunda penal del circuito especializada de Bogotá fue contundente al señalar los errores en los que incurrió la Fiscalía a la hora de hacer la imputación de cargos en contra de los capturados. Advirtió que el relato de los hechos que hizo el fiscal del caso fue una exposición deficiente y confusa, de ahí la nulidad, que invocó la defensa y que confirmó la juez. El fin de semana, las autoridades volvieron a capturar a los dos sindicados y este lunes volvieron a quedar en libertad.
En entrevista exclusiva con SEMANA, Carolina Galván, la madre de Sara Sofía, entregó hace unas semanas por primera vez su estremecedor testimonio de lo que pudo haber ocurrido con su hija, quien sigue desaparecida. Desde la cárcel, habló del caso que tiene conmovido al país.
SEMANA: Carolina, ¿cuándo fue la última vez que usted vio a Sara Sofía, su hija?
CAROLINA GALVÁN: El 29 de enero.
SEMANA: ¿Qué recuerda de ese día?, ¿en qué circunstancias la vio?, ¿cómo se despidió?, ¿qué pasó?
C.G.: La niña duró tres días que no despertaba y ese día salí temprano de la casa, a las siete de la mañana, y la niña quedó ahí. Cuando a las cinco de la tarde regreso, no encuentro a la niña. El cuerpito de la niña ya no estaba en la casa. Le empecé a preguntar al compañero con quien vivía dónde estaba la niña, y él no me quería decir nada, me salía con excusas, que después me decía; no me quería decir la verdad sobre dónde estaba la niña. Y seguí preguntándole hasta que me dijo que la niña estaba, supuestamente, en el caño. Yo me pasé a dar una vueltica al caño para ver si estaba ahí, y nada, no la pude encontrar tampoco, desafortunadamente.
SEMANA: Usted dice que la niña llevaba tres días sin despertar; es decir, ¿el 29 de enero ya llevaba tres días muerta?
C.G.: Desde el 27 de enero no despertaba y yo no sabía qué le había pasado.
SEMANA: ¿No despertaba, pero respiraba?
C.G.: No, tampoco, nada. Ella no despertaba. No abría los ojos y nada.
SEMANA: Y la pregunta que surge inmediatamente es: ¿usted por qué no llamó a los médicos, a la policía, a su hermana?
C.G.: Porque el señor con el que vivía empezó a decirme que no fuera a decir nada, porque la gente se me iba a venir encima.
Vea en video a la mamá de Sara Sofía:
SEMANA: Nilson Díaz, su compañero, dijo esto ante la Fiscalía: Carolina se puso furiosa y agresiva con la niña, le pegó con una correa, la estaba tratando muy mal. De ahí la cogió y se la llevó al baño y le pegó una cachetada en la carita, le moretió un ojito y la parte de la frente. ¿Qué fue lo que pasó?
C.G.: El 27 de enero en la mañana, la niña estaba lo más de bien, normal. Él me estaba obligando a que yo me prostituyera para darle la plata para el apartamento. Ese mismo día salí a las once de la mañana de la casa a trabajar. Cuando regreso, a las cuatro de la tarde, encuentro a la niña dormida. Más tardecito, como a las siete de la noche, él se para a mirar a la niña. Mandó a los hijos de él para la sala, y me llamó y me dijo: Carolina, venga, y yo me paré y él me mostró. La niña estaba botando como una espumita por la nariz, dormida, no despertaba.
SEMANA: ¿Pero usted sí le había pegado?
C.G.: No señora. En ningún momento le pegué en la cara a la niña. Ese día, también, la niña estaba con él. Yo había salido a trabajar; él me llama al celular y me dice: Carolina, la niña se enredó con una tabla, y se cayó y se moretió (sic) el ojo. Yo estaba afuera y me llama y me dice eso. Yo me asusté. El corazón como que se me quería salir de los nervios, del susto. Regreso temprano a la casa, cuando llego y encuentro a la niña con el ojo moretiado (sic) y la frente moretiada.
SEMANA: Carolina, quiero ir directo al grano: ¿usted cree que Nilson le pegó y mató a la niña?
C.G.: Pues eso, la verdad, no lo podría saber, de lo que en realidad pasó: si él la mató o si ella se me fue por muerte natural. La verdad, eso no le sabría decir; pero, la verdad, yo quisiera que él me dijera exactamente dónde está la niña. Eso es lo que más quiero en la vida, que mi hija apareciera, que ya dejaran de juzgarme por lo que de verdad yo no hice.
SEMANA: Es decir, ¿usted reitera que no mató a Sara Sofía?
C.G.: Yo no la maté. Estoy consciente y mi mente está consciente de que yo no hice nada en contra de mi hija.
SEMANA: ¿Sara Sofía está muerta?
C.G.: Posiblemente la niña está muerta porque yo misma vi que ella no despertaba. Yo le digo a él: digamos la verdad, y él empieza a decirme que no dijera nada porque iba a terminar en un problema. Todo rabón amenazó a mi familia, que me iba a colocar una bomba y empezó a echar amenazas con un arma… A causa de eso le cogí miedo.
SEMANA: Déjeme insistir: ¿usted, el 29 de enero, que dice haberla visto por última vez, ya tenía la certeza de que la niña estaba muerta?
C.G.: Sí, yo vi que la niña no despertaba, porque el 27 no despertó; al otro día tampoco. Yo decía: si la niña no despierta es porque la niña se me fue.
SEMANA: ¿Y cuándo usted le pide una explicación a Nilson, él qué le dice? ¿Él qué hizo con la niña?
C.G.: Me dice: la tiré al caño, la tiré al caño.
SEMANA: Carolina, ¿usted por qué inicialmente le dijo a su hermana Xiomara que la niña se había muerto y que usted misma la cogió en una sábana, la envolvió y la llevó al río y la lanzó en un guacal, en una caja de madera? ¿Por qué dijo eso y ahora tiene otra versión, la de Nilson?
C.G.: Porque él me dijo que por favor no lo metiera a él. Que yo me culpara de algo que yo no había hecho y que me inventara cualquier cosa para que él no se fuera a ver involucrado en todo esto.
SEMANA: Después usted cambia de versión y le dice a la Fiscalía que fue Nilson el que envolvió a la niña en una cobija y la lanzó al río. ¿Cómo entender todo esto, Carolina?
C.G.: La verdad, todas esas cosas que yo dije: que había regalado la niña, todo eso, fue idea de él. Me obligó a que yo dijera que había sido yo, que yo la había botado; después, que yo la había regalado, y todo eso para que él no se metiera en ese problema.
SEMANA: ¿Hoy cómo se siente después de saber que su hija está muerta, según su relato, y que no hizo nada ante las autoridades?
C.G.: Pues en este momento me siento muy mal. He tratado de quitarme la vida por eso. Pensé que todas sus amenazas eran verdad, pero ya ahorita me doy de cuenta de que eso era mentira; solo para tratar de involucrarme en lo que yo no había hecho.
SEMANA: ¿Cómo así que ha intentado hacerse daño?
C.G.: Sí, yo misma una vez cogí una cuchilla de esas de afeitar e intenté pasármela por el cuello.
SEMANA: Toda esta historia es muy dolorosa. Hábleme de su hija Sara Sofía. ¿Qué recuerda de ella?
C.G.: El día que nació, sí recuerdo que ella era lo más de bonita, rosadita, con su carita redondita. Toda chiquitica.
SEMANA: Hablamos con su hermana Xiomara y ella le manda este mensaje: “Carolina, por favor, diga toda la verdad; sea lo que sea, pero dígala. Piense en Sara, en Sarita. Es tu hija, piensa cuando nació, siempre nos decías que la querías muchísimo. ¿Qué pasó con Sarita? Por favor, cuéntele a toda la familia qué pasó con Sarita”.
C.G.: Desafortunadamente, yo vi que ella no despertaba.
SEMANA: Xiomara siente en su corazón que usted se está guardando algo, pero no ha podido decirlo. ¿Por qué no lo cuenta, Carolina?
C.G.: Yo entraba al baño y escuchaba que la niña lloraba y gritaba, y escuchaba golpes. Y entonces yo dejaba todo lo que estaba haciendo en el baño y salía corriendo a ver qué estaba pasando. Cuando llegaba, él no estaba haciendo nada. Me decía que le buscaba juegos a la niña en la cama, y a ella pues no le gustaba.
SEMANA: ¿Nilson le hizo daño? La niña estaba sana cuando se la entregaron a usted.
C.G.: Sí, ella estaba bien. El único problema es que casi no quería comer.
SEMANA: ¿Y cuándo cambió todo?
C.G.: Ella empezó a cambiar su forma, su actitud.
SEMANA: ¿Empezó a estar aburrida?
C.G.: Como aburrida, triste, no quería sino que yo la tuviera alzada. Y la niña empezó a cambiar; después duró como unos ocho días así. No quería comer, solo quería tomar jugo, y no quería pasar una comida; la comida la embuchaba en la boquita.
SEMANA: Usted cuenta que la niña pasaba mucho tiempo con Nilson. ¿Por qué la dejaba con un desconocido?
C.G.: Pues yo sentía miedo de pensar si me la trataba bien o me la trataba mal. Yo iba a regresar a mi hija con mi hermana, y él empieza a decirme: no la regrese, porque su hermana y la familia se la van a quitar y nunca va a volver a ver a la niña otra vez.
SEMANA: ¿Para qué le quitó la niña a su hermana si estaba bien?
C.G.: Quería compartir con ella, me hacía falta.
SEMANA: La versión de uno de los hijos de Nilson es que usted sacó a la niña con vida de la casa. Pero otro dice que la niña se habría muerto y la metieron en un costal...
C.G.: Eso es mentira. En ningún momento salí de la casa con la niña viva. Ellos están portándose en contra mía para sacar al papá de todo este problema.
SEMANA: ¿Usted cómo conoció a Nilson?
C.G.: En septiembre del año pasado yo me fui de la casa, dormía en la calle, en un parque. Como a las seis de la tarde, él llega al parque donde yo estaba y me dice: necesito que por favor me ayude con los niños mientras yo trabajo. Pues entonces lo que hice fue aprovechar; le dije que sí. Él me llevó para la casa.
SEMANA: ¿Usted cuántos años tiene?
C.G.: 20.
SEMANA: ¿Hasta qué año estudió?
C.G.: Hasta quinto de primaria.
SEMANA: ¿De dónde es?
C.G.: De Puerto Berrío.
SEMANA: ¿Quién es Nilson Díaz?
C.G.: Él un día empezó a contarme que él también dormía en la calle; empezó a meter marihuana, bazuco, hasta perico y todo eso. Empezó a robar bancos; después conoció a una gente que trabajaba en negocios de mujeres, en prostitución. Él empezó a contarme esa historia, de que él empezaba a trabajar en eso, a emborracharse, a estar con las viejas, con una y con la otra. Que estuvo en la cárcel y que al papá le tocó pagar para que lo sacaran de la cárcel. Por ese motivo, el papá no lo deja entrar a la casa.
SEMANA: Cuéntenos, ¿cómo era que Nilson la obligaba a prostituirse...?
C.G.: Él me decía: si usted no quiere pasar pena en la calle, estar aguantando frío, tiene que empezar a trabajar, y aportar algo con la casa.
SEMANA: ¿Entonces qué pasó?
C.G.: Yo le dije: ¿en qué voy a trabajar si nadie me da trabajo? Yo prácticamente no sé hacer nada; nunca en mi vida he trabajado. ¿Cómo quiere que haga? Entonces un día me dijo: pues las mujeres que trabajan en la prostitución ganan harta plata. Yo le dije que la verdad era que nunca había hecho eso y me daba miedo, y él me decía que no había de otra. El día que yo no iba a trabajar él se ponía rabón.
SEMANA: ¿Por dónde trabajaba?
C.G.: Empecé por Patio Bonito.
SEMANA: ¿Qué hacía allá?
C.G.: Pues empezaba a caminar, a pararme por ahí, hasta que los hombres me buscaban o me hablaban.
SEMANA: ¿Cuánto le pagaba cada persona?
C.G.: 30.000 pesos.
SEMANA: Y de eso, ¿cuánto le daba a Nilson?
C.G.: Le daba todo.
SEMANA: ¿O sea, en una noche ganaba 30.000 pesos?
C.G.: No, hacía ratos y cada uno costaba 30.000 pesos. Después, cuando él desapareció a la niña, me hizo empacar. Yo me puse a llorar, me dijo: le va a tocar que se vaya a vivir a un negocio de mujeres. Yo no quería eso. Él coge y me lleva a Patio Bonito y empieza a buscarme pagadiarios. Encontramos uno de 7.000 pesos diarios y allá me dejó. Habló con las muchachas para que yo empezara a trabajar en esa zona.
SEMANA: Cuando la Fiscalía hizo una inspección en la casa donde ustedes vivían encontró rastros de sangre. ¿De quién era? ¿De Sarita?
C.G.: Pues de Sarita no fue, y mía tampoco. De pronto pudo haber sido de los niños o de él, porque como mantenía una pierna herida y sangrando a toda hora, de pronto pues esa sangre es de él.
SEMANA: Hay gente que cree que usted es la asesina de su propia hija.
C.G.: Eso es lo que la gente piensa, que yo la maté, pero no es verdad. Mi familia lo sabe muy bien, yo no soy así.
SEMANA: ¿La otra pregunta que se hace mucha gente es si usted es cómplice de Nilson y entre los dos la mataron?
C.G.: Eso tampoco es verdad. Si de pronto él le hizo algo, lo pudo haber hecho solo. Yo no participé en nada de eso.
SEMANA: Lo otro que ha llamado la atención en su caso, Carolina, es su actitud tan fría ante la desaparición de su hija; algo que a cualquier madre le causaría un dolor inmenso y profundo...
C.G.: Pues a causa de eso, terminé tomando pastillas. Solo se me ocurre escribir el nombre de la niña, y pues no puedo. Hablé con el psicólogo, con el psiquiatra, y dicen que pues yo tengo que permanecer tranquila, que no puedo ponerme a escandalizarme ni nada de eso. Yo a veces lloro, tiemblo de rabia de escuchar el nombre de Nilson y lo de la niña.
SEMANA: Si usted no participó, ¿cómo permitió que desaparecieran a su hija?
C.G.: Él me dijo: la voy a tirar a la basura, y yo le dije que no, que lo único que yo quería era hacerle un buen entierro. Él estaba buscando la forma de que yo no estuviera en la casa para poderla desaparecer, porque yo estaba en la casa y él no había podido llevársela. Pero él estaba buscando que yo saliera de la casa para poder desaparecer a la niña sin que yo me diera cuenta.
SEMANA: En la investigación, ha habido momentos en los que se ha pensado en la posibilidad de que la niña esté viva. ¿Usted qué piensa?
C.G.: Pues me comenzaron a decir que él posiblemente me pudo haber engañado, haciéndome creer que la niña estaba muerta, pero que estaba dopada para poderla vender. Yo les dije: yo no sé si eso es verdad o mentira. Lo que sé es que la niña ya no despertaba.
SEMANA: ¿Qué le quiere decir a Nilson?
C.G.: Que deje de mentir, que yo no la maté. Él sabe que estoy hablando con la verdad. Él mismo me grabó y me puso a decir mentiras, que yo había regalado a mi hija –sabiendo que eso no era verdad– para poder salvarse del error que él había cometido.
SEMANA: ¿Cómo así que la grabó?
C.G.: Empezó a decirme: diga que yo no fui, diga que usted la regaló; empezó como a planear la mentira, él mismo sacó el celular y empezó a grabarme.
SEMANA: ¿Usted accedió a grabar ese video?
C.G.: Él empezó a grabar y yo le dije: pero para qué. Entonces dijo: es para asegurarme; él empezó a grabarme para llevar esta evidencia a la Fiscalía; o sea, tener una evidencia y poderme culpar.
SEMANA: ¿Y mientras tanto, la amenazaba o qué?
C.G.: Él empezaba, mientras tanto, con el arma. Varias veces, dos veces, me pegó en la cara. Porque yo le empecé a decir: usted lo que está haciendo es utilizarme, me está utilizando para que me prostituya con usted y lo mantenga y pague el apartamento. Eso fue lo que yo le dije, y comenzó a ponerse bravo y se vino hacia mí a pegarme.
SEMANA: ¿Nilson está mintiéndole a la Fiscalía?
C.G.: Él sabe lo que pasó con la niña. Él está escondiendo algo. Él sabe dónde está la niña, porque en el río no aparece; porque, posiblemente, él pudo haberla enterrado. Es el único que sabe dónde está la niña y qué pasó con ella.
SEMANA: ¿Nilson la mató?
C.G.: Posiblemente, sí, de pronto. No estoy segura ni lo vi. Pero si él la desapareció fue porque algo hizo.
SEMANA: Usted está llamada a juicio por la desaparición de su propia hija y le esperan muchos años de cárcel.
C.G.: Sí, quién sabe cuántos años, pero solo por miedo yo me quedé callada, para que no me hicieran nada.
SEMANA: Es decir, usted niega ser cómplice de Nilson...
C.G.: Si él no me hubiera dicho todas esas cosas, yo hubiera podido hacer algo en contra de él. Si él la mató, él hubiera pagado por lo que hizo. Pero por miedo a que él intentara hacerme daño, o a mi familia, yo me callé.
SEMANA: ¿Y usted sabe que eso es un delito?
C.G.: Sí, yo sé que de pronto cometí un error al no haber hablado.
SEMANA: ¿Quién es el papá de Sara Sofía?
C.G.: Es un señor que también conocí cuando tenía 18 años. Yeison Stiven, y el apellido no me lo sé.
SEMANA: ¿Y él que hace, a qué se dedica, cómo lo conoció?
C.G.: Estaba en un parque de diversiones y ahí fue que empezamos a hablar. Él se me acerca a hablar y ahí fue que yo lo conocí, y pues como que también fue policía y tuvo un accidente hace años y salió pensionado, y tampoco quiso contarme mucho de lo que él hacía.
SEMANA: ¿Y cuánto duró usted con él?
C.G.: Duramos hablando como un mes, hasta que mi abuela se enteró de que yo hablaba con él y me prohibió que le siguiera hablando, que no quería que hablara más con él.
SEMANA: ¿Y era mayor?
C.G.: Sí.
SEMANA: ¿Cuántos años tenía o tiene?
C.G.: Como 30 o 35 años, algo así.
SEMANA: ¿Y al cuánto tiempo quedó embarazada?
C.G.: Como al mes fue que quedé embarazada.
SEMANA: ¿Y él supo de Sarita, supo que usted estaba embarazada?
C.G.: Nunca volví a saber nada de él. Me vio cuando estaba embarazada, y en ese tiempo no sabía qué sexo era porque en ese tiempo no me querían atender para hacerme los controles.
SEMANA: Las imágenes de Sarita han conmocionado a Colombia. Era una niña muy despierta, por lo que se veía en los videos, muy bella…
C.G.: Sí, yo lo sé, la niña era así. Gracias a Dios la niña nació bien, nunca se enfermaba.
SEMANA: ¿Usted quería a la niña?
C.G.: Sí, yo la quería.
SEMANA: ¿Cómo recuerda a Sarita, Carolina?
C.G.: La recordaba como una niña alegre, feliz, contenta.
SEMANA: ¿Por qué decidió hablar con SEMANA?
C.G.: Pues para que la gente se enterara de que yo no maté a mi hija. Que yo callé por miedo.
SEMANA: ¿Cómo fue el día en que la capturaron?
C.G.: A mí me capturaron primero en Bosa, en Bosa Centro. A él lo capturaron en la casa.
SEMANA: ¿Usted volvió a hablar algo con Nilson?
C.G.: No, yo nunca he hablado con él.
SEMANA: ¿Quiere decirle algo a su familia?
C.G.: Que los quiero mucho, que gracias por todo lo que están haciendo. Quiero pedirle perdón a mi hermana por no haber hablado con ella; por haber estado ofendida, le pido perdón. Por haber pensado que ella me iba a quitar a mi hija, le pido perdón. Le doy las gracias a la suegra de mi hermana por todo lo que hizo. Le pido perdón a todos por lo que pasó. Yo lo único que quería era salir adelante y que mi familia se sintiera orgullosa de mí, y poder sacar a mi hija adelante y darle lo mejor a mi hija. Pero nunca pensé que esto iba a pasar.
SEMANA: Si su hija Sara Sofía la pudiera escuchar, ¿qué palabras le quisiera dejar?
C.G.: Hija, que me perdones, que la quiero mucho; que lo único que yo quería era sacarte adelante, ser feliz contigo, verte crecer como una niña de bien. Perdóname, hija, por todo lo que pasó, por todos los errores que he cometido pido que me perdones. Te quiero mucho, me haces mucha falta.