Luis Carlos Galán es posiblemente el único representante que le queda a la desaparecida “democratización”, corriente liberal acaudillada en las pasadas elecciones por el expresidente Carlos Lleras. Senador por Santander en la actual legislatura, Galán desempeñó a la edad de 27 años el cargo de ministro de Educación durante el Gobierno de Misael Pastrana, embajador en Italia por más de tres años, alterna hoy su cargo de senador con el de columnista de El Tiempo, Codirector de Nueva Frontera, y concejal en los municipios santandereanos de Oiba y Charalá. Alternativa dialogó con Galán sobre la crisis del Liberalismo, el Estatuto de Seguridad, la Justicia Penal militar y las facultades extraordinarias al Ejecutivo que sobre distintos aspectos cursan en el Congreso. Alternativa: Usted es uno de los liberales, cada día más numerosos, que hablan de una crisis del Partido Liberal. ¿En qué consiste esa crisis? Luis Carlos Galán: En primer lugar, en que un partido que ha logrado la mayoría en varias elecciones, las tiene en el Parlamento, no ha logrado que esas mayorías se traduzcan en una política clara de Gobierno que sea reflejo de una política liberal. En segundo lugar, en que la acción parlamentaria de los liberales es individual, no colectiva. No existe una política parlamentaria de partido. En cuanto a la obra de Gobierno, se han dado orientaciones que yo no considero liberales. Por ejemplo, el Estatuto de Seguridad, los conceptos presidenciales sobre la Reforma Constitucional de la Justicia y el hecho de que haya defendido la ampliación de la jurisdicción militar. Esas tesis yo no las considero liberales. Entonces tenemos que el Liberalismo está en una crisis ideológica y en una crisis de organización; una crisis en todos los aspectos.
La ideológica es consecuencia natural del Frente Nacional. El hecho es que el país tuvo una prioridad, la de la paz entre los partidos, la paz frente a lo que había ocurrido a mediados del siglo, la paz como una necesidad urgente que justificaba instituciones tan especiales como el Frente Nacional. El país le dio apoyo a eso, y en todas las elecciones del año 58 en adelante confirmó que esa era su voluntad, que deseaba la paz y hoy existe una convivencia entre los colombianos impensable hace 20 años. Pero ya tiene que haber otra prioridad colectiva, que es la de la justicia. Alt: Durante esa etapa del Frente Nacional hay quien asegura que no solamente el Partido Liberal se dejó colonizar por el Conservatismo, sino que algunos de sus cuadros se convirtieron en simples fichas de los grandes monopolios económicos que, a su manera, también están colonizando a los partidos. LCG: Es una pregunta estilo periodismo Alternativa; no es una pregunta sino una tesis. Pero yo le digo que sí, estoy de acuerdo con esa afirmación. Es evidente que hay una realidad y unos intereses sociales y económicos de los cuales el Liberalismo no tiene conceptos claros. El Liberalismo en el año 30 representaba las nuevas masas urbanas, sobre todo, y los sectores populares tanto en las ciudades como en las zonas rurales. Luego el país se fue transformado, fue apareciendo una clase media con condiciones sociales y económicas distintas, que originalmente podría ser liberal, y en virtud de su ascenso a condición de clase media empezó a tener unas actitudes políticas también distintas. Yo encuentro que en Colombia hay una zona liberal de centro, pero hay a la vez otras áreas liberales que quisieran proponer nuevas metas en materia de justicia social, pensando no sólo en esas clases medias sino en los sectores campesinos y en los sectores populares de la ciudad. Sin embargo, el Liberalismo tiene que combinar esas dos tendencias y ser por lo tanto un partido de centro izquierda. Lo que pasa es que ya hay ciertas zonas del centro liberal que se han ido hacia la derecha y no lo confiesan abiertamente, y están teniendo un peso específico sorprendente. Soy partidario de una coalición de centro izquierda dentro del Liberalismo porque es mejor mecanismo para lograr las mayorías electorales y defender la iniciativa liberal, pero veo que ha ido apareciendo una tendencia de derecha bajo la influencia de intereses económicos que tienen otro diagnóstico de toda esa situación. (...)
Alt: El Partido Liberal no solamente sufre una crisis ideológica sino que ya quemó sus grandes figuras nacionales. Hoy está sumido en una lucha de intereses de caudillos regionales, sin posibilidades de convertirse en dirigentes a escala nacional. LCG: Eso es cierto, porque los grandes caudillos han sido definitivos en la suerte del Liberalismo. Pero esas personalidades mantienen su influencia aunque ya en otro sentido: ya no volverán a ser candidatos presidenciales, pero probablemente vuelvan a ser jefes del partido. Pero me preocupa mucho que se tome el camino simplista de escoger en el momento oportuno un candidato, seguramente todos son muy respetables, muy capaces, pero con discutible fuerza de masas y darle todo el apoyo de la máquina del partido, poner los expresidentes a respaldarlo y el Gobierno a intervenir para darle todo el apoyo de los jefes regionales con el fin de sumar votos. Me temo mucho que eso vaya a ocurrir; pero por ese camino el Liberalismo irá a su ruina. ¿Cuál es la alternativa para evitarlo? Sólo la posibilidad de que en tan corto tiempo surjan personas de tal fuerza conductora, que logren representar una nueva edición de esos caudillos. Ahora, puede ser que de acuerdo con las reglas de juego que se convengan, y se convengan rápido, aparezca esa persona, no en el sentido de caudillo, carismático, milagroso, o cosa por el estilo, pero sí el hombre con la identidad suficiente. Y yo no soy pesimista, yo noto ciertos rasgos de carácter muy respetables en ciertos dirigentes liberales.
Enrique Santos Calderón cofundó la revista Alternativa en 1974. Para el libro escribió el prólogo y los comentarios, y seleccionó los textos. Alt: ¿Cómo cuáles? LCG: Aunque no comparto varias de las cosas que él ha planteado, le noto ese carácter al Dr. Agudelo Villa. Eso no quiere decir que con seguridad lo vaya a lograr, pero si él sigue en esa línea de plantear con claridad problemas ideológicos, de reclamar del Liberalismo definiciones frente a los problemas sociales, no sería improbable que fuera él esa personalidad, o alguien por el estilo, que sea capaz. Por el momento hay cierta timidez, excepto en el caso de Agudelo. Alt: El expresidente López expuso alguna vez la tesis de que las discrepancias no deben ser ya entre liberales y conservadores, sino entre partidos que defienden el sistema capitalista y partidos que quieren destruirlo. ¿Qué piensa de esa tesis?
LCG: Yo no creo que esa situación se presente a corto plazo: la prueba está en que la izquierda colombiana no ha pasado de ciento cincuenta mil votos; una proporción muy modesta. Luego todavía no cabe tan exactamente lo que dice el Dr. López. El pronóstico lógico puede ser cierto en ocho o diez años; la tendencia sí la reconozco, pero no veo todavía que eso esté planteado en forma tan inmediata. Alt: Cuando usted habla de la encrucijada del Liberalismo, y del país, aclara que la amenaza no viene del Partido Conservador, el cual, según usted, ha llegado a su tope. ¿De dónde viene entonces? ¿De la izquierda? ¿Del militarismo? ¿Del fascismo? LCG: Si reedita el populismo, de pronto nos resucita un Partido Conservador que estaba aniquilado teóricamente. Esa es una hipótesis. Otra hipótesis es el fascismo. Evidentemente puede ser que una frustración del liderazgo liberal desemboque en soluciones de tipo fascista, no soluciones dirigidas directamente por el Partido Conservador como tal, sino soluciones con interferencia directamente fascista. En cuanto a la izquierda, aquella izquierda que prefiere no tener nada que ver con el Liberalismo, yo todavía la veo demasiado radical para el modo de ser de los colombianos. Si bien tiene una capacidad extraparlamentaria de perturbación del sistema, influencia en los sindicatos, en las universidades, en varios movimientos guerrilleros, no logra un poder decisivo en la política colombiana por esos caminos. Si prosperan tesis de realismo político en la izquierda, pueden aparecer cosas nuevas, que tampoco se van a producir de la noche a la mañana, eso tiene un proceso. Esa hipótesis también merece consideración. Como liberal, o sea como partidario de la coalición de centro izquierda, yo deseo que el Liberalismo viva sinceramente un proceso de coalición de ese estilo, y por lo tanto preserve sus mayorías en esta forma. Alt: En el semanario Nueva Frontera, que usted codirige, se ha condenado el mantenimiento del estado de sitio, se ha criticado el Estatuto de Seguridad, la creciente intervención militar en la justicia, etc. ¿En qué basan tales críticas? ¿Y hasta qué punto cree usted que tiene autoridad para hacerlas el expresidente Lleras Restrepo, cuyo Gobierno, según el consenso general, fue uno de los más autoritarios del Frente Nacional? LCG: Yo objeto la pregunta en ese punto del tal consenso general; es un punto de vista personal frente al Gobierno del Dr. Lleras Restrepo. El suyo fue el cuatrenio en los últimos 20 años en el cual hubo menos tiempo, de estado de sitio.
Yo tengo estas preocupaciones: sobre el Estatuto de Seguridad, por una parte los límites que pone a las libertades individuales, a ciertas garantías que son de la esencia de la filosofía del Liberalismo y su razón de ser. Ese ha sido su aporte histórico, defender esas cosas, no tiene porque renunciar a ello. En segundo lugar, ya no desde el punto de vista doctrinario sino desde el punto de vista práctico, he visto sobre todo en las pequeñas poblaciones durante los recorridos que he hecho sobre todo en Santander, que una cosa es lo que piensa la alta autoridad gubernamental sobre la aplicación de estas normas —incluso yo le reconozco buena fe en eso, no tengo por qué prejuzgar, en gracia de discusión digo que actúan de buena fe— y otra cosa es lo que significa desde el punto de vista de los alcaldes, los cabos o los sargentos, quienes se sienten en virtud del Estatuto con atribuciones ilimitadas para reprimir cualquier acto de libertad de opinión o de libertad de crítica de la comunidad. Eso crea situaciones dictatoriales a nivel de los pueblos. Eso puede no ser muy notorio a nivel nacional, pero sí a nivel de los pueblos. Por otra parte, tengo el ejemplo inmediato del caso de San Gil, de un muchacho que no había cometido ningún delito, y que al parecer fue sorprendido con una pequeña dosis de marihuana. Lo detuvieron, lo sometieron a un proceso humillante, lo maltrataron en forma brutal, según lo que han dicho varios testigos. Se trata de un muchacho universitario de 22 años de nombre Ernesto Serrano, que logra huir y tiene que lanzarse al Río Fonce, lo desbordan las aguas y muere ahogado, según parece. Su cadáver apareció el fin de semana a varios kilómetros. Resulta entonces que autoridades de policía de una pequeña población se toman atribuciones que no están previstas en ningún Estatuto, pero que sí pueden quedar impunes en virtud de las normas y del espíritu político que crea el Estatuto de Seguridad. "Soy partidario de una coalición de centro izquierda dentro del Liberalismo porque es mejor mecanismo para lograr las mayorías electorales y defender la iniciativa liberal, pero veo que ha ido apareciendo una tendencia de derecha bajo la influencia de intereses económicos". En cuanto al punto de la intervención militar en la justicia, es evidente que la institución militar no está creada en el sistema democrático, en el sistema nuestro de instituciones, para tener la responsabilidad de la justicia. Su misión es otra. En segundo lugar yo creo que perjudica a las fuerzas armadas mezclarse con este tipo de cosas. Les encomiendan responsabilidades que no son las suyas. Les quitan credibilidad ante la comunidad y las hacen ser copartícipes de procesos muchas veces antidemocráticos. Hemos pensado que es la hora de desarrollar el área de la justicia ordinaria que actúe en estas situaciones pero con una justicia a cargo de civiles. Alt: A propósito del Congreso, todo parece indicar que este ha renunciado a tomar la iniciativa sobre los grandes problemas del país, y ha dejado toda la iniciativa en manos del Ejecutivo. LCG: Lo que ocurre es que en estos momentos de la política colombiana, dentro de la realidad clientelista que existe y las reglas de juego electorales, nuestra clase parlamentaria ha renunciado en su gran mayoría a cumplir sus funciones libremente. Y con tal de ser reelegidos aceptan lo que diga el Ejecutivo. Mientras que en voz baja comentan que tal medida es equivocada o tal proyecto es peligroso, en plenaria o en el momento de la votación no dicen nada, porque saben que eso tiene represalias. Ya lo ha dicho el señor presidente Turbay hace ocho días: él no cogobierna con sus críticos. Parece que prefiere cogobernar con sus adversarios; al menos con sus antiguos adversarios conservadores, pero no con los liberales que hagan uso del derecho de crítica. Hasta allá hemos llegado en el Liberalismo.