Yirley Velasco no quiere convertirse en la siguiente líder social asesinada. Sin embargo, de todas las amenazas que ha recibido -cuenta 14 en la Fiscalía- las de los últimos ocho días la tienen más preocupada que de costumbre. Yirley es una víctima de violencia sexual que ayuda a otras víctimas y a algunos su trabajo les resulta muy incómodo en El Salado, donde ese tipo de violencia no ha cesado.
En el año 2000, cuando Yirley tenía 14 años, fue violada por cuatro paramilitares al frente de su madre. Aunque la ultrajaron y golpearon sus piernas, los violentos no pudieron arrodillarla ante ellos, así, dice, conservó su dignidad. Yirley ha vivido en pie. Sin embargo, en la última semana los mensajes y las llamadas amenazantes no la dejan en paz. Quienes la persiguen saben hasta cómo está vestida. El pasado viernes ella salía de un consejo de seguridad en Carmen de Bolívar cuando recibió una llamada. “Yo tenía una blusa blanca y me decían: ‘Esa blusa blanca que tienes va a quedar empapada de sangre con tus sesos, te vamos a dar un tiro en la sien’. ¡Son cosas espantosas!”, cuenta. Pese a lo complejo de la situación, que lleva intermitentemente desde enero de 2019, lo que más le preocupa a Yirley es que estas mismas llamadas intimidantes se las hacen a su familia, especialmente a su madre, una mujer de 57 años también víctima de la masacre de El Salado. “A mi mamá no le han pegado un tiro en la sien, pero me la están matando poquito a poquito psicológicamente, está muy afectada. Cuando a mí me violaron mi mamá vio todo lo que me hicieron y desde ahí quedó con trastorno psiquiátrico. Lla hemos tenido que internar porque se ha querido quitar la vida”, dice Yirley. Por eso, Yirley le pide a las autoridades que protejan a su familia, sus dos hijos de 17 y 11 años, su mamá y sus tres hermanas. Según la líder social, representante legal de Mujeres Sembrando Vida, la Unidad Nacional de Protección, UNP, le realizó un estudio que dio como resultado “riesgo extraordinario”, sin embargo, desde hace meses no ha tenido ninguna respuesta de la entidad. Asegura que a veces la Policía y la Armada Nacional hacen rondas por su casa, y que aunque no le interesa tener un escolta y un carro blindado para ella, sí quisiera medidas de protección para su familia.
Yirley ha identificado que las recientes amenazas que han recibido corresponden a un mismo número de celular. “Me reuní con el fiscal, no sé si nos toca ser presidente o senador para que nos puedan prestar atención, pero las amenazas vienen de un número telefónico que está activo, van a hacer ocho días desde que empezaron las amenazas y todavía no han podido rastrearlo. Por Dios, ¿qué es lo que pasa?
Las autoridades le han dicho a Yirley que es mejor que conteste las llamadas para que así aumenten las probabilidades de identificación, sin embargo, es toda una tortura para ella. Los violentos usan música fúnebre para intimidarla. Recuerda que en julio del año pasado cuando las amenazas arreciaron, además de las llamadas y los mensajes de texto, metieron un panfleto debajo de la puerta de su casa donde la declaron objetivo militar, y para aumentar el nivel de crueldad le dijeron que su hijo se iba a convertir el “próximo del video”. Se referían al desolador llanto del hijo de María del Pilar Hurtado, después de ver cómo asesinaron a su madre en Córdoba, donde residía la líder social. En ese entonces Yirley se fue de El Salado por la gravedad de las amenazas.
Ahora, seis meses después, contempla irse de la zona junto a su familia. No sería la primera vez, tras la masacre, tuvieron que salir desplazados hacia Cartagena. Sin embargo, Yirley pasa por una situación económica compleja, no tiene trabajo y por tanto “nada que ofrecerle a su familia”. Las cifras de líderes asesinados varían dependiendo de la organización que las recopile. En el 2020 Indepaz cuenta 21 asesinatos, mientras que el Gobierno asegura que son 11. Más allá de las cifras, Yirley pide ayuda para no convertirse en un número más de esta tragedia.