Por tierra, agua y aire, Colombia terminó convertido en uno de los pasos migratorios más transitados del mundo. No solo la diáspora venezolana hizo del oriente del país el centro de un flujo de personas descontrolado. En los últimos años, el sur y el occidente se transformaron en un pasadizo para los extranjeros que huyen desde los países más lejanos. Un fenómeno que se agrava porque los criminales lo aprovechan para hacer negocio. SEMANA conoció un documento de inteligencia que plasma detalles del tráfico de migrantes por Colombia. Solo en 2018, las autoridades colombianas detectaron a 5.753 migrantes que intentaron pasar ilegalmente, provenientes de Cuba, India, Camerún, Bangladesh y Haití, en su mayoría. Este año, las cifras comenzaron siendo mucho más altas. Solo en enero, detectaron a 1.365 personas haciendo el tránsito, mientras que en el mismo mes de 2018, registraron apenas 43. Puede interesarle: Los audios del nepalí que mandaba en el tráfico de migrantes en Urabá Detrás de esos ingresos se ha conformado toda una cadena criminal que explota a los migrantes. Las redes de tráfico de estas personas tienen contactos internacionales en Estados Unidos, el lugar de destino, y en otros países que sirven de paso, como Brasil, Ecuador, Panamá, Costa Rica y México. La mayoría de estos extranjeros entran por Ipiales, Nariño, en la frontera con Ecuador. Allí, explica el informe, se les facilita el proceso por los permisos que emite Migración Colombia, con los que pueden comprar pasajes de transporte por dos semanas. Entonces comienza el eslabón colombiano de este viaje. Por 400 dólares ofrecen un salvoconducto falso y orientación -vía WhatsApp- para que los migrantes lleguen hasta Medellín. Por 1.500 dólares venden el salvoconducto y el transporte directo, en carros particulares, hasta la capital antioqueña. Las redes de tráfico en Nariño tienen varios paquetes. Por 400 dólares ofrecen un salvoconducto falso y orientación -vía WhatsApp- para que los migrantes lleguen hasta Medellín. Por 1.500 dólares venden el salvoconducto y el transporte directo, en carros particulares, hasta la capital antioqueña. A los cubanos les piden 50 dólares para llevarlos de Ipiales a Pasto. Estas redes se han afianzado tanto que una antigua ruta de paso que era por Leticia, usando documentos falsos, peruanos y brasileños, se volvió casi inoperante. De Medellín, el paso a Urabá es por tierra. Y allí es donde el problema se vuelve más complejo, pues la región es dominada, en buena medida, por el Clan del Golfo, una de las estructuras criminales más grandes y crueles del país. Naturalmente, ese grupo quiso entrar al negocio. Allí, el control de las rutas de migrantes recae sobre dos sobrestructuras de ese grupo. La Efrén Vargas Gutiérrez, en Acandí y Unguía, y la Roberto Vargas Gutiérrez, en Riosucio y Carmen del Darién. Ambas cobran ‘impuestos‘ para permitir que las mafias que llevan a los migrantes pasen por sus territorios. En contexto: Así funciona el complejo negocio de tráfico de migrantes Sin embargo, pese a que ha sido partícipe del negocio, el Clan del Golfo tiene tensiones con el paso de los migrantes. A finales de enero, por ejemplo, 20 migrantes africanos naufragaron en aguas de Acandí. La situación hizo que la fuerza pública pusiera la lupa sobra la zona. Los controles incrementaron y esto afectó el movimiento de la cocaína, que se manda por las mismas rutas. Por eso, alias Ever, el jefe de la Efrén Vargas, ordenó que no se usaran más sus trayectos para pasar a los extranjeros. Esta situación no solo generó el represamiento de los migrantes. El 4 de marzo un supuesto miembro de una red de tráfico fue asesinado. Según investigadores del caso, la orden de matarlo habría obedecido a que desconoció las órdenes de Ever. Un hecho que mostraría los peligros a los que se someten los extranjeros en su arriesgado tránsito por Colombia.