Son las minas antipersonales las causantes del dolor de miles de colombianos que han caído en la perversidad de un artefacto explosivo que viola todos los derechos humanos. La mayoría de las víctimas son militares que caminan los campos del país tratando de salvaguardar la vida de los pobladores.
Jorge Iván Durán González, de 36 años de edad, es costeño, nacido en Santa Marta. Soñó con ser militar y lo cumplió, pero muy joven se convirtió en uno de los 7.377 miembros de la Fuerza Pública víctimas de las minas antipersonales. Entró en marzo de 2006 a la Escuela de Suboficiales Sargento Inocencio Chinca.
Cuando llegó al grado de cabo perdió la vista a causa de uno de esos artefactos explosivos, cuando se encontraba adscrito al Batallón de Contraguerrillas N.° 67 General José A. Morales, de la Brigada Móvil N.° 8.
El 15 de septiembre de 2010 le cambió la vida, cuando se encontraba en desarrollo de operaciones militares contra la guerrilla de las Farc en Marquetalia, jurisdicción de Gaitania, corregimiento del municipio de Planadas, Tolima. “Ese día íbamos ingresando a Marquetalia y explotó el artefacto. Todo fue en cuestión de segundos, un caos. Me afectó considerablemente la visión y tenía esquirlas en diferentes partes del cuerpo. Recuerdo que mis compañeros me auxiliaron; posteriormente llega el helicóptero y me sacan hasta Neiva, donde me atienden en el Hospital Universitario y luego al hospital Militar”, recuerda Durán.
Poco a poco se desvanecieron sus sueños. Su madre laboraba en el Círculo de Suboficiales de las Fuerzas Militares, sede vacacional Los Trupillos, y de ahí nació su amor por el Ejército, pese a que su padre no estaba muy de acuerdo con la decisión “y mi mamá me decía: ‘El que ensilla su burro sabe para dónde va’. Ella me apoyó desde el inicio, él terminó dándome el aval”, recuerda, asegurando que en ese momento no alcanzaban ni a imaginar lo que el destino le tenía preparado.
En su momento, varias operaciones le ayudaron a recuperar el 30 % de la visión de su ojo izquierdo, el derecho fue diagnosticado en pérdida total. “Con el apoyo de mis padres y la esposa que tenía, ingresé a estudiar inicialmente ingeniería de sistemas, carrera que se me dificultó, teniendo en cuenta que la universidad no tenía en ese momento las herramientas para brindar el apoyo necesario a las personas con mi discapacidad. En el segundo semestre de 2017 cambio de carrera y entro a estudiar derecho”.
En junio de 2023 se graduó como abogado, lleva un año con título y demostrando que ni la crueldad de la guerra pudo opacar su valentía. Ahora lucha con el desempleo, está en búsqueda de una oportunidad laboral. Así como entregó su vida para defender a un país, así está dispuesto a hacerlo por sus clientes. “Hoy estoy en la capacidad de llevar cualquier proceso o trabajar en cualquier entidad. La responsabilidad y disciplina que me enseñaron en el Ejército Nacional me da un plus frente a otros abogados, pero la sociedad por tener esta discapacidad me pone barreras”, señaló.
Finalmente, envió un mensaje a quienes aún usan ese método perverso para la guerra: “Las minas son unos artefactos que jamás deben ser usados en las guerras porque su uso es de cobardes. No queremos más minas en el país. Estas no solo nos afectan a los militares, también causan secuelas y muerte a los campesinos que en muchas ocasiones han sido confinados por su uso indiscriminado”.