Cinco heridos de gravedad dejaron fuertes enfrentamientos entre afros e indígenas por la disputa de tierras en el municipio de Corinto, norte del Cauca. Los nombres de estas personas son: Darwin Dagua Conda, Emerson Ocoró Camayo, Kenner Pavi Latin, Víctor Alfonso Menza Yatacue, Ricardo Alberto Tunubalá.

Los heridos están siendo atendidos en la Clínica Valle del Lili y la Clínica de Los Remedios de Cali. Inicialmente, habían sido trasladados atendidos por personal médico del Hospital Harold Eder del municipio de Corinto, Cauca.

Cuando el personal de salud de la ESE Norte 2 se estaba trasladando por los heridos, reportaron dificultades de seguridad en la vía al Guabal por pandillas que no permiten el paso de las ambulancias o los intentan atracar.

Invasión de tierras: ganaderos se destapan y cuentan que están conformando un “grupo de reacción inmediata, pero sin armas” para defenderse

El problema ocasionado por las invasiones de tierra en el Magdalena pasó de castaño oscuro por cuenta de la desafortunada etiqueta impuesta por el gobernador Carlos Caicedo a ganaderos y a Jaime Peña, alcalde de Plato, de querer revivir las famosas Convivir, estructuras ciudadanas que antecedieron el fenómeno del paramilitarismo en Colombia.

Para Caicedo, los más de 400 ganaderos que salieron en caravana de camionetas blancas a mostrar su inconformismo por el riesgo de invasión de aproximadamente 4.000 hectáreas de propiedad privada en esa región son “instrumentos de la extrema derecha que buscan intimidar a campesinos y sectores progresistas de Magdalena”.

Sin embargo, la asociación de ganaderos se desmarcó de esos señalamientos y aseguró que lo único que están haciendo es manifestar su rechazo, acompañados de la fuerza pública, ante la avanzada de invasores que ya empezaron a demarcar sus predios para luego repartirlos entre supuestas familias necesitadas que viajan desde otras regiones.

SEMANA conoció el testimonio de al menos tres ganaderos que, lejos de ser grandes terratenientes o generadores del paramilitarismo, batallan a diario por sacar adelante pequeños proyectos agrícolas. Gustavo Marín, por ejemplo, recuperó su finca en el proceso de restitución de tierras, luego de sufrir por más de dos décadas un destierro forzoso. Lo hizo a través de las vías legales hace siete años. Desde ese momento no ha tenido vacaciones, dice. Ahora cuenta con algunas reses y varios proyectos agrícolas, pero todo lo construido en estos 87 meses está amenazado por una horda de invasores que ya le notificaron que quieren su predio para levantar ahí un caserío informal.

“Imagínese, uno todo lo que lucha por estas tierritas para que luego vengan y le digan que no, que esto no nos pertenece. A mí ya me desplazaron una vez, no permitiré que eso vuelva a pasar porque es lo único que yo puedo dejarle a mi familia”, subraya Gustavo. Precisa, además, que ahora no es solo el problema con los invasores, sino que batallan contra el estigma impuesto por el gobernador Caicedo de que aquellos ganaderos le están abriendo la puerta a una especie de paramilitarismo.

“Eso es muy grave. Yo le digo una cosa: ni armas tengo. Ese día de la caravana las armas las llevaba el Ejército; aquí no hay gente violenta, solo personas que quieren defender lo poco que tienen. Pero para muchos somos paracos, con lo grave que eso resulta: es como ponerle una lápida encima a la gente”.

Por su parte, para el alcalde Jaime Peña, lo que sucedió en la zona de la trocha de Los Chivos tiene relación con el discurso del presidente Gustavo Petro, sobre tierras que se otorgarían a campesinos y personas en situación de vulnerabilidad y que hoy “ponen en aprietos a las autoridades locales en donde esto ocurre”. “Yo lo que le pido al presidente es que ahora sí se pronuncie y aclare los malos entendidos o lo que se pudo malinterpretar con estas personas que no sabemos quiénes son; ya todo está en investigación por parte de las autoridades competentes, pero él debe pronunciarse”, dijo el alcalde de Plato.

El mandatario también denunció que grupos de invasores están marcando las fincas que quieren tomar a la fuerza. Además, les estarían pagando 80.000 pesos a personas para que hagan presencia con cambuches. A esa denuncia también se suma José Félix Lafaurie, presidente de Fedegán. “Estos invasores, que son personas del lugar y algunos venezolanos, están instrumentalizados por unos actores que en algunos casos, tienen vinculación directa con los grupos armados ilegales y están asesorados por abogados”, dijo el dirigente gremial.

Invasores: la nueva guerra que estalló en Colombia por la tierra. Miles de vidas y la propiedad privada están en riesgo. Las autoridades no hacen nada

El capítulo de una nueva guerra en Colombia ya se empezó a escribir a la vista de todos, mientras que el presidente Petro se la juega en la búsqueda de una ‘paz total’ con los grupos criminales. Esta vez ha estallado una confrontación civil sin precedentes por la invasión de la tierra que promete agravarse. Miles de vidas están en riesgo, al igual que la propiedad privada, pero las autoridades hacen poco o nada. Las invasiones más críticas están en Cauca, Antioquia, Huila, Cesar, Risaralda y Atlántico.

¿Qué está pasando?

De un lado están quienes dicen sentirse envalentonados por el discurso del entonces candidato Petro, quien manifestó en diferentes plazas su deseo de redistribuir la tierra para darles a los menos favorecidos. Ellos se han lanzado ferozmente sobre predios privados. Del otro lado, están aquellos que aseguran estar dispuestos a morir en la defensa de sus propiedades.

Las primeras confrontaciones iniciaron hace poco más de dos meses, cuando se conoció la victoria de Petro en segunda vuelta. En el Cauca, centenares de indígenas desplegaron toda una estrategia para hacerse con predios de tierra plana en los municipios de Corinto, Caloto, Guachené y Miranda, todos en el norte del departamento.

Las invasiones han estado marcadas por violentos enfrentamientos entre indígenas y campesinos que defienden, con títulos en mano, lo que, según dicen, les pertenece por ley. Asimismo, se está presentando un conflicto entre los invasores y los trabajadores de los cultivos de caña, los ganaderos y los líderes afro.

Los indígenas, lejos de asustarse, se apoderaron de varios terrenos, alegando que ellos son los legítimos dueños desde antes de la conquista. Dicen, además, que no basta con la tierra que tienen. Quieren aquellos predios en zona plana porque son más productivos y en muchos de ellos hay cultivos de caña.

Mientras la avanzada indígena continúa para tomar el control de aproximadamente 5.000 hectáreas mal contadas, campesinos, comunidades afrodescendientes, trabajadores de las industrias y los dueños de los predios se han unido en brigadas de vigilancia para hacerle frente. En zona rural de Corinto y Guachené, por ejemplo, hay combates entre negros e indígenas casi todos los días.

Ellos vienen encapuchados y llegan quemando los cultivos, dándoles machete. Nosotros al principio pedimos diálogo, pero en vista de que eso no funcionó, decidimos responder con la fuerza”, dice uno de los líderes afro del norte del Cauca. Los patrullajes son permanentes y las invasiones también, por lo que hoy el norte del Cauca no es más que un campo de batalla de la nueva guerra. Aquella que por primera vez en Colombia enfrenta, además de todo, una disputa interétnica.

“Ellos nos atacan con armas de fuego, con piedras, machetes, con explosivos. Nos han dinamitado puentes y nos dicen que nosotros no tenemos nada que reclamar, que nuestra herencia está en África y solo somos buenos para sacar alquitrán y betún”, agrega el líder social. Y ante la pregunta de si ellos accederán y abandonarán el territorio, su respuesta es: “De aquí nos sacan, pero para el cementerio. De ninguna manera nos vamos a dejar de los indígenas”.

Un equipo periodístico de SEMANA fue testigo de las confrontaciones en esa zona del país. Indígenas que pusieron en marcha un plan para invadir la hacienda El Chimán, en zona rural de Guachené, se enfrentaron con machetes y piedras contra las comunidades afro que buscaban impedir esta acción. Era un campo abierto repleto de caña. De un lado, alrededor de 50 indígenas encapuchados con armas blancas de largo alcance, y del otro, unos 20 afrodescendientes igualmente con el rostro cubierto y los mismos elementos para defenderse.

A pesar de la mediación de la Policía, que estaba en el sitio, no hizo nada para impedir el avance de los invasores, la batalla campal inició como si se tratara de una disputa medieval. “Ellos (los negros) están siendo utilizados por la industria y nosotros no nos vamos a detener”, le dijo a SEMANA uno de los invasores.