En un auditorio repleto de víctimas y ante la presencia de los magistrados de la Sala de Reconocimiento de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), ocho militares empezaron su reconocimiento en 49 ejecuciones extrajudiciales que se presentaron en los municipios de Dabeiba e Ituango, Antioquia, entre los años de 2002. En la diligencia, que se realizó en el coliseo municipal Destrezas Dabelinas, comenzó el acto de reconocimiento que se extenderá por tres días.
Este martes, el coronel en retiro Efraín Enrique Prada Correa, excomandante del Batallón de Contraguerrillas (BCG) No. 79 Hernando Cómbita Salazar; el sargento (r) William Andrés Capera Vargas, exintegrante del Batallón de Contraguerrillas (BCG) No. 79 Hernando Cómbita Salazar; coronel (r) Edie Pinzón Turcios, excomandante del Batallón de Contraguerrillas (BCG) No. 26 Arhuacos; el sargento (r) Fidel Iván Ochoa Blanco, exintegrante del Batallón de Contraguerrillas (BCG) No. 79 Hernando Cómbita Salazar; el mayor (r) Yair Leandro Rodríguez Giraldo, exintegrante del Batallón de Contraguerrillas (BCG) No. 26 Arhuacos; el sargento (r) Jaime Coral Trujillo, exintegrante del Batallón de Contraguerrillas (BCG) No. 79 Hernando Cómbita Salazar; el mayor (r) Hermes Mauricio Alvarado Sáchica, exintegrante del Batallón de Contraguerrillas (BCG) No. 79 Hernando Cómbita Salazar: y el soldado profesional (r) Levis de Jesús Contreras Salgado, exintegrante del Batallón de Contraguerrillas (BCG) No. 79 Hernando Cómbita Salazar, reconocieron públicamente su responsabilidad en estos hechos.
En la instalación de la audiencia, el magistrado Alejandro Ramelli Arteaga, de la Sala de Reconocimiento, explicó que en estos casos se presentó el patrón macrocriminal de “homicidios de campesinos de la región por prejuicio insurgente y de guerrilleros que habían dispuesto sus armas en un contexto de alianzas entre agentes del Estado y grupos paramilitares”.
En este sentido señaló que los militares retuvieron y asesinaron a campesinos a los que señalaban de tener nexos y colaborar con la guerrilla que delinquía en la zona. “Con estas acciones se estigmatizó a las víctimas y a las comunidades, dañando sus lazos, se generó desplazamiento forzado y se rompieron los proyectos de vida”.
Estas acciones generaron un desplazamiento forzado en la región de Dabeiba, puesto que los pobladores sentían miedo y zozobra frente a los militares. Rafael Góez, familiar de Wilson Manco, le manifestó a los ocho comparecientes que los daños son “incalculables e invaluables”, puesto que afectó el buen nombre y honra de los pobladores quienes eran señalados de ser colabores de los grupos guerrilleros. “Tenía que negar mis raíces (...) Para conseguir un empleo no podía decir que era de Dabeiba”.
Frente a esto, el coronel (r) Edie Pinzón Turcios, quien fue comandante del Batallón de Contraguerrilla No. 26 tomó la palabra y se comprometió a contar toda la vedad resarcir el bien nombre y dignificar a las familias de las víctimas.
El oficial reconoció las alianzas que se forjaron con los grupos paramilitares, que ya para ese momento estaban fortalecidos, con el fin de realizar operativos conjuntos en contra de los campesinos a quienes retenían tras acusarlos de brindarle apoyo a los subversivos. “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”, aseveró el coronel.
Tras los operativos, se modificaban todos los informes para aparentar que todo había sido en medio de un combate. “Fueron asesinadas personas por pertenecer a un área como Dabeiba y presentados como guerrilleros por la estigmatización”.
Después, el mayor en retiro Yaír Rodríguez, explicó que se presentó una estigmatización constante en contra de los pobladores con el fin de demostrar resultados operacionales. “Todo el que vestía de blanco o negro era guerrillero y tenía que morirse”. La frialdad de sus palabras retumbaron en los oídos de las víctimas presentes en el auditorio que no pudieron ocultar su dolor, llanto y rabia.
El mayor Rodríguez contó en detalle cómo fue la muerte de Edison Lexander Lezcano Hurtado, un humilde campesino de Dabeiba. Tras un operativo en contra de las Farc, y en la búsqueda de un guerrillero que había salido con vida, se dirigieron a la casa en la que habitaba el jornalero, lo sacaron, golpearon y torturaron.
“Me convertí en un asesino (...) Vinimos a quitarle la vida a otro ser humano sin importar”, el oficial aseguró que no ha podido sacar este recuerdo de su mente. “Destrocé a una familia. Dejé a una esposa sin su esposo, a unas hijas sin su padre y a unos padres sin su hijo”.
En su intervención, que estuvo marcada por el llanto, reconoció que estigmatizó a Lezcano Hurtado, aclarando que él nunca fue ningún guerrillero “sino un hombre trabajador”: Cuando ocurrieron los hechos, su mente se nubló y solamente pensó en dar las órdenes para mostrar cualquier tipo de resultado.