Lo que se espera con la mayoría de casos que llegan a la Fiscalía, principalmente cuando tanta preocupación deja en la comunidad, es que los responsables sean condenados. Fue justamente lo que consiguieron los fiscales a cargo de perseguir la estela de muerte que dejó la banda de alias Satanás. Cuatro asesinos, servidores del demonio que se hace llamar Satanás, fueron condenados por matar y torturar.
Se trata de Yorkendry José Montero Gutiérrez, Ted Wayak Mendoza Machado, Eduardo Santamaría Bonilla, Luis Fernando Mallarino Villarte, José Javier Herrera Ramírez, todos ciudadanos venezolanos que llegaron a Colombia con la única misión de asesinar a nombre de Satanás y con el firme propósito de convertir a Bogotá en su nuevo infierno.
Un juez concluyó la responsabilidad de los cinco asesinos y tomó la determinación de condenarlos a la pena de 47 años de cárcel, una dura sentencia que se convierte en un claro ejemplo de que la justicia, cuando actúan en una misma línea, logra resultados efectivos.
En su momento, SEMANA reveló los detalles de un expediente con la brutalidad de esta banda que escogió asquerosos hoteles o pagadiarios para convertirlos en el escenario de las torturas y los asesinatos, incluso para desmembrar los cuerpos de las víctimas, todas rivales, expendedores o consumidores de estupefacientes.
El juez, mientras leyó la sentencia condenatoria, relató los aterradores testimonios que describían en detalle el secuestro, las torturas y los asesinatos a nombre de alias Satanás, todo por controlar el sector de El Amparo en la localidad de Kennedy, sur de Bogotá. Una descripción cruda y violenta en una asonada criminal en complicidad con la Policía.
“Le siguen dando puñaladas y lo ahogan, lo asfixian con el lazo hasta llegar a la cinta. Cuando terminaron le pidieron una botella de whisky, iba Darío, él estuvo un rato en la casa, luego le dijeron que se fuera y que ya sabía qué pasaba, si se podía hablar… Sacaron los cuerpos y lo dejaron encima de la carreta, le echaron una basecama que fue encontrada, lo sacaron Guri, Guaya, cejas y Lady, los cuerpos estaban cubiertos con vinipel”, señala el testimonio.
Los testimonios fueron rendidos por personas que estuvieron en el lugar de los hechos, que observaron la brutalidad de los crímenes y que quedaron consignados en el expediente de la Fiscalía, los mismos que fueron leídos por el juez en el curso de la sentencia condenatoria, la cual fue frecuentemente interrumpida por los mismos condenados, mientras rechazaban las declaraciones de los testigos.
“Por lo que se asomó por la claraboya para ver qué pasaba y observó que había cuatro personas amarradas de pies y manos, con un trapo en la boca. Eran tres hombres morenos y una mujer blanca. Alrededor de ellos estaban Luisito, Guaya, la Mona y otra mujer. Vio que estaban armados con pistolas, un changón con pixelado, un fusil y en el lavadero tenían unos cuchillos. Entonces empezaron a darle cachazos y gritarles: ‘estos mamahuevos brujas se van a morir’”, señaló el testigo en su relato.
Ese mismo testigo logró observar como tres personas fueron asesinadas mientras los apuñalaban y golpeaban con ladrillos en la cabeza, una forma de tortura y supuesta venganza por un atentado anterior que sufrieron los ahora condenados por la justicia de Colombia y que promete convertirse en una contundente respuesta al reclamo silencioso de las víctimas.
“Veo de reojo que estaba golpeando a las personas que estaban allí. Más tarde volvió a la casa y notó que habían puesto una especie de puerta para que no se viera al fondo. Jorge Alexander subió a su habitación y observó por la claraboya, vio que uno de los que tenían amarrados estaba tendido en el suelo, y Cejas, Guri y Guaya lo estaban pateando, y Guri le dio algunas puñaladas en el cuello. Mientras tanto, tenían a los otros dos hombres a un lado y le gritaban ‘si saben por qué les pasa, esto lo tienen claro, brujas (sapos)’”, dijo el testigo.
Las torturas iban en orden. Primero elegían a las víctimas y en el suelo de un pagadiario, los hoteles que ofrecen alojamiento por días y a precios miserables, las asesinaban. Así quedó en las declaraciones que explican en detalle cómo eran torturados, uno tras otro, al punto de que otros pedían morir con urgencia.
“Después, Cejas, Guri y Guaya lo alzaron y votaron encima del otro, que estaba en el rincón. Luego cogieron al tercero, que era flaco, alto y tenía barba en forma de candado, y lo hicieron arrodillar. Luisito le preguntó: ‘mamahuevo, quién fue el que dio la orden de matarme’. El hombre le contestó que no sabía y que lo iba a matar, que lo matara, que lo hiciera, pero que no lo torturaran. Acto seguido, el Flaco lo apuñaló y lo botó al suelo, empiezan a apuñalar”, dijo el testigo.
Con bloques como armas, los asesinos completaban el crimen. El testigo describió de forma brutal cómo las víctimas eran asesinadas, como si se tratara de animales, torturados y sentenciados a muerte en una aterradora venganza. Los golpes con bloques eran el capítulo final de una historia brutal.
“Mueve los brazos para defenderse, queriendo saltarse, pero lo devuelven a patadas y le apuñalan el cuello. Es entonces que Luisito le bota un bloque en la cara y el hombre queda tirado. Después de eso, los del grupo empezaron a tomar y a reírse, notó que la mujer que también tenía amarrada ya no estaba”, señaló el testigo en su relato.
El juez continuó con el descarnado relato. El testigo explica cómo los discípulos de Satanás se encargaban de deshacerse de los cuerpos, de las víctimas que acababan de eliminar. En la declaración, explicaron que los cuerpos se apilaban para luego llevarlos a carretas de reciclaje y arrojarlos en las esquinas llenas de basura.