Para nadie es un secreto que Colombia enfrenta, como nunca antes, una serie de amenazas externas a su seguridad nacional y que se convirtió en un teatro de operaciones de espionaje para países como Venezuela, Rusia y Cuba. Los organismos de inteligencia ya han detectado planes de injerencia y estrategias incluso para interferir en las elecciones de 2022.
Adicional a ello, el país sigue enfrentando un desafío interno por cuenta de las disidencias de las Farc, las bandas criminales y el narcotráfico. Hoy los equipos con que cuentan las Fuerzas Armadas son realmente obsoletos para afrontar cualquier agresión externa.
Por eso, el Gobierno de Iván Duque tomó la decisión de renovar la flotilla de aviones de combate con que se cuenta para enfrentar estos riesgos. En los próximos meses se cerrarán las negociaciones para la adquisición de 24 aviones nuevos de combate, de última generación, que blindarán a Colombia de cualquier amenaza.
Hoy, la Fuerza Aérea tiene 23 aviones Kfir, de fabricación israelí, con más de 30 años de uso y que en diciembre de 2023 quedarán fuera de servicio. Estas aeronaves no se fabrican desde 1986 y, por tanto, conseguir sus repuestos y garantizar su mantenimiento le generan elevados sobrecostos al erario. Aunque suene increíble, Colombia es hoy el único país que utiliza todavía este tipo de aviones de combate.
Los Kfir envejecidos representan un costoso desangre para la nación. Las cifras son dicientes. El valor de una hora de vuelo es de poco más de 16.000 dólares, es decir, cuesta unos 56 millones de pesos aproximadamente, mientras que en el caso de una aeronave nueva, ese valor puede ser de 9.000 dólares (unos 32 millones de pesos).
Las características de los Kfir, a la luz de los avances de la industria de combate aéreo, son consideradas vetustas. Según documentos militares bajo reserva conocidos por SEMANA, se considera que “las capacidades operacionales de estas aeronaves son inferiores a las de la amenaza (integración de armamento, sensores, alcance, tecnología, entre otros)”.
En dichos informes también se hace una preocupante radiografía sobre la capacidad aérea militar de Colombia frente a la de Venezuela. “Colombia se encuentra en desventaja estratégica ante la flota de superioridad aérea más representativa de la región con los Su-30 mk 2 (o los cazabombarderos Sukhoi) rusos que posee Venezuela; flota que ha tenido una recuperación significativa, pasando de tener una aeronave disponible en 2017 a 12 en febrero de 2021. Así mismo, por el apoyo ruso, se estima que al finalizar este año cuenten con 16 aeronaves listas, lo cual lo consolidan como el país con superioridad aérea de la región”.
Dos de las ventajas de los Sukhoi son su autonomía de vuelo y gran velocidad (2.350 kilómetros por hora). En 2019, de hecho, el diputado chavista Pedro Carreño, un militar retirado, amenazó a Colombia diciendo que si Estados Unidos invadía militarmente a Venezuela, “en 11 segundos” un Sukhoi estaba en Bogotá. Aunque se trató de una exageración, lo cierto es que entre Caracas y Bogotá hay 1.400 kilómetros de distancia, es decir, que un Sukhoi podría hacer ese vuelo perfectamente en poco más de media hora.
Ante este panorama, el Gobierno Duque viene adelantando conversaciones con Suecia, Francia, España y Estados Unidos para modernizar sus aviones de combate. En el mercado hay cuatro propuestas sobre la mesa: Gripen NG, Rafale, Eurofighter y F-16 Block 70. Además de 24 aeronaves nuevas, el país necesita adquirir radares de mayor capacidad, incorporados en el proyecto, que también incluye el incremento de las capacidades de vigilancia y dos aeronaves de alerta temprana que cubrirán todo el espacio aéreo nacional.
En los próximos días se hará la publicación de la notificación del Congreso de Estados Unidos autorizando a Colombia para adquirir la nueva plataforma hasta por 4.500 millones de dólares. El Departamento de Estado de Estados Unidos dará vía libre para que Colombia compre los aviones que ofrece ese país y su sistema de armas. El Gobierno piensa hacer esta millonaria adquisición con un plan de pagos de entre siete y diez años. Esta compra se viene agilizando gracias a las buenas relaciones entre la Casa de Nariño y la Casa Blanca.
El gran interrogante es por qué si en 2012, en el Gobierno Santos, se iniciaron los estudios para la adquisición de la nueva plataforma de superioridad aérea, esta renovación no se hizo.
Lo cierto es que no solo pesaron las restricciones presupuestales, sino que definitivamente también habrían influido las decisiones políticas en torno al proceso de paz que se desarrollaba con las Farc y por eso la modernización se aplazó, dejando al país al borde de perder “la capacidad disuasiva, defensiva y ofensiva ante una posible agresión externa”, según el documento conocido por SEMANA.
Esta demora no deja ser preocupante, teniendo en cuenta que el activo militar más importante para la defensa de una nación son precisamente las aeronaves de combate. “Colombia no puede darse el lujo de perder esta capacidad defensiva y disuasiva, ya que el costo económico de no tenerla podría ser muy superior frente a una agresión y no estar en la capacidad de proteger los activos estratégicos de la nación”, señala el informe de las Fuerzas Armadas.
Aunque habrá polémica por esta compra, porque algunos no entenderán que en medio de las grandes necesidades que afrontan los colombianos por la pandemia el Gobierno invierta 4.000 millones de dólares en armamento, hay una realidad y es que la seguridad nacional no se puede descuidar. Lo mismo que la protección de los activos estratégicos del país.
Las amenazas son reales. En diciembre, la Cancillería tuvo que expulsar a dos diplomáticos rusos, Aleksandr Nikolayevich Belousov y Aleksandr Paristov, tras comprobar que desarrollaban actividades de espionaje en territorio colombiano. También han sido detectados equipos satelitales de alto alcance con capacidad para interceptar comunicaciones desde la frontera con Venezuela y cubrir todo el país.
En poder del Gobierno, igualmente, hay un dosier que revela las supuestas andanzas de algunos cubanos, quienes tendrían en marcha una estrategia de injerencia en Colombia y una preferencia electoral por al menos un aspirante a la presidencia, al que buscarían ayudar para tratar de consolidar un bloque de izquierda en la región.
A eso se le suman la grave situación generada por el narcotráfico; la presencia de los exjefes de las Farc Iván Márquez, Jesús Santrich, Romaña y el Paisa en Venezuela; el litigio sobre San Andrés y el discurso beligerante de Daniel Ortega en Nicaragua. Todas esas son razones válidas para que Colombia modernice, de una vez por todas, su vieja flota de aviones de combate y pueda garantizar la seguridad de los colombianos y la soberanía nacional. La compra es necesaria.