El pasado 18 de febrero, Carolina Galván Cuesta, la madre de Sara, una bebé que justo cumple 2 años este fin de semana, sorprendió a las autoridades con su frialdad. Como si no se tratara de su propia hija, llevó a la policía hasta el sitio exacto desde donde, según su primera versión, habría arrojado a la pequeña a un caño del río Tunjuelito, en el sur de Bogotá.
Los investigadores quedaron atónitos al escucharla. No podían creerlo. La madre de la niña, de 21 años, dijo que supuestamente le habría dado de comer a la pequeña y, tres horas después, la habría encontrado tiesa, fría, ya sin vida, con su carita morada y acostada en la cama. Al parecer, habría broncoaspirado. Según su relato, acompañada de su pareja, Nilson Bladimir Díaz, se habría trasladado hasta el río para arrojarla al agua envuelta en una cobija azul, dentro de un costal.
Todo eso habría ocurrido el pasado 28 de enero. Sin embargo, la muerte habría sucedido la noche anterior. La primera pregunta de las autoridades fue por qué, si se trató de una muerte aparentemente accidental, Carolina no se comunicó con nadie ni lo denunció. ¿Qué fue lo que realmente pasó con Sara?
Ese mismo día, de acuerdo con el testimonio de Xiomara Galván Cuesta, hermana de Carolina y tía de Sara, policías y bomberos inspeccionaron en ese sector del río, en el barrio Class Roma, en Kennedy, tratando de encontrar a la pequeña, pero no dieron con su paradero. Xiomara fue la primera que sospechó que algo malo había ocurrido con su sobrinita después de que su hermana se la llevó el 15 de enero con la excusa de que quería pasar un fin de semana con ella. Sara vivía en la casa de su tía, quien tenía la custodia temporal otorgada por el ICBF por negligencia y descuido de la madre.
El 19 de febrero, semanas después de la desaparición de Sara, de forma inesperada, Xiomara recibió un mensaje en Facebook. Ella fue contactada en esa red social por una mujer venezolana, llamada Marisela, quien es vendedora ambulante en el sector de Corabastos, a las afueras de la puerta siete. Marisela le dijo a Xiomara que tenía información sobre el paradero de la niña y le dio un número de contacto. Cuando hablaron telefónicamente, le contó que Carolina estaba en compañía de Nilson y dedicada a la prostitución en la calle 38, en el barrio Llano Grande, consumiendo drogas; que en ocasiones dormía en las calles o en pagadiarios, costeados por Nilson desde el 31 de enero. Además, le dijo que Carolina le entregaba, día de por medio, todo lo que se ganaba a él, quien la doblaba en edad.
Para hablar sobre la suerte de la niña, la venezolana impuso una condición: el encuentro tenía que ser personal. Así lo pactaron y se vieron en la avenida Primero de Mayo, frente a la entrada del sector de Roma, en el suroccidente de Bogotá. En ese encuentro, Marisela le confirmó a Xiomara que Carolina habría arrojado a su hija al río Tunjuelito y se comprometió con ella a avisarle tan pronto viera a su hermana en la zona.
Solo bastaron unos días para que ese aviso se produjera. Xiomara habló con Carolina, pero ella cambió su versión de los hechos y le dijo que había regalado a su hija a una mujer que había conocido por redes sociales. En otro momento, relató que se la había regalado a unas personas que iban en un carro rojo. Al oír lo que le contaba Marisela, Xiomara no salía de su asombro y se negaba a creer que todos esos relatos fueran verdad. Por esta razón, le ofreció a su hermana contar todo, no encubrir a nadie y que ella se encargaba del asunto en Bogotá y la enviaba en un bus a Bucaramanga.
“¡¿Carolina, en dónde está la niña?!”, le insistió Xiomara a su hermana. Carolina respondió que la había regalado a una mujer cuyos datos desconocía. “Yo le pregunté qué le había hecho él (Nilson) a la niña, si la había violado; me dijo que no, incluso le dije que ella no era médico, que ella había podido arrojar a la niña al caño viva. Se puso a llorar y me volvió a pedir perdón”, le dijo Xiomara a SEMANA.
Entre lágrimas de dolor, tristeza y rabia, Xiomara tomó la decisión de entregar a su propia hermana ante las autoridades en el CAI de Patio Bonito, en Kennedy. Allí, Carolina fue entrevistada por los policías e hizo el escalofriante relato sobre la suerte que habría corrido Sara, tras supuestamente ser arrojada al río Tunjuelito.
¿Qué pasó con Sara?
El fiscal general, Francisco Barbosa, el director de la Policía, general Jorge Luis Vargas, y el comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, general Óscar Gómez Heredia, trabajan en llave para esclarecer este caso que tiene hoy conmovido al país y se ha convertido en un símbolo de la violencia contra los menores.
No hay duda: Colombia es un país peligroso para los niños. Cada 24 horas se registran 27 casos de agresiones contra los pequeños, según Medicina Legal. El 98 por ciento de los casos queda en la impunidad, y actualmente 62.000 niños se encuentran bajo la protección del ICBF.
Al cierre de esta edición, las autoridades no habían ubicado el paradero de Sara, y tanto Carolina Galván como Nilson Díaz fueron enviados a la cárcel por orden de un juez, señalados de desaparición forzada agravada; podrían pasar al menos 50 años en prisión.
En las últimas semanas, Carolina, oriunda de Bucaramanga, ha cambiado de versión por lo menos cuatro veces e incluso se habla de que supuestamente habría entregado su niña a un prostíbulo, a cambio de dinero para consumir licor y drogarse. Hasta ahora, las autoridades tratan de establecer cuál de todas las versiones es la real. Según una de las más recientes, escondió a su hija en un sitio desconocido para evitar perder su custodia nuevamente.
En la madrugada del pasado miércoles, agentes del CTI de la Fiscalía capturaron a Carolina y a Nilson. Al finalizar la audiencia, en la que no aceptaron cargos, la mujer se acercó a una persona de la Fiscalía y le confesó: “No busquen más, yo lancé la niña al río”. Carolina fue capturada en un pagadiario en el sector de Bosa Centro, donde dormía en un camarote y cancelaba 7.000 pesos por pasar la noche. Hay versiones que indican que lloraba en las noches por lo sucedido. Sin embargo, su actitud, después de la captura, es contraria. Se ha visto indolente, tranquila, y no como la madre que acaba de perder a su bebé de 2 años.
SEMANA llegó hasta el sitio donde Carolina pasaba sus noches en Bosa Centro. El olor es repugnante y el aspecto da cuenta de que cualquier cosa puede ocurrir allí. Son pequeñísimos cuartos, donde duermen personas desconocidas entre sí. Luz María Díaz, la dueña del lugar, dijo que habló con Carolina y que el pasado domingo la vio sentada frente al televisor y le pidió que se bañara, porque estaba muy sucia. “Si yo supiera lo que ella le hizo a la niña, no la hubiera dejado salir de esta casa”, dijo la mujer.
Por su parte, Nilson, quien supuestamente trabaja en Corabastos, fue capturado en el barrio Class, en Kennedy, en el primer piso de una casa completamente abandonada y con ropa tirada por todas partes, acompañado de sus cuatro hijos. Algunos vecinos aseguran que varias veces lo vieron pedir limosna en la calle, acompañado de los menores.
Mientras estas capturas se daban, un dron ha sobrevolado durante varios días el curso del río Tunjuelito. Además, la Policía tenía pendiente con el CTI allanar la casa donde habitaba la pareja; allí, al parecer, Sara pasó sus últimos días, junto con los cuatro niños que acompañaban a Nilson y que están bajo la custodia del ICBF. Los pequeños, de 5, 7, 9 y 10 años, son valorados en su estado físico y emocional por los expertos de Bienestar Familiar. Además, los psicólogos escuchan sus relatos para tratar de entender mejor qué pasaba en ese hogar y obtener más pistas sobre lo que le pudo ocurrir a Sara.
SEMANA también recorrió la casa de Xiomara, donde la niña vivió feliz desde que nació, después de que su madre llegó embarazada, pidiendo ayuda. En la vivienda está intacto el recuerdo de Sara, sus juguetes, sus dos osos de peluche preferidos, los zapaticos que siempre usaba, su ropa y algunos productos de aseo por estrenar. En el cuarto donde pasó todas las noches, hasta que no volvieron a saber de su paradero, ya desarmaron la cuna, como si la familia estuviera perdiendo todas las esperanzas de que ella regrese.
“La hija que no pude tener”
Sara es una niña bella, adorable, amigable, noble, se hace querer de todo el mundo, como si hubiera llegado a la vida, entendiendo que desde muy niña tenía que aprender a defenderse solita. Era muy independiente y dormía en su cuna. “Era la hija que no pude tener, porque yo me operé después de mi último hijo. Siempre quería tener una niña y es la única sobrina de mis hermanos, que no tienen hijos. Mi niño se estaba criando con ella y todos los días me pregunta: ‘Mami, ¿y Sofía? Él tiene todos los juguetes de Sofía’”, relata Xiomara.
A la profesora del jardín de Sara le llamó la atención que el 29 de enero, es decir, un día después de haber lanzado supuestamente la niña al río, su mamá fue a reclamar el subsidio solidario para su hija. Llegó acompañada de Nilson y sus cuatro hijos. De inmediato, la profesora alertó a Xiomara de lo que estaba ocurriendo. Las sospechas de la tía de Sara se intensificaron.
Pero la tragedia en realidad empezó el 15 de enero, el día en que Carolina se la llevó con la excusa de pasar unos días con ella. Desde entonces, Xiomara siempre estuvo atenta. En una oportunidad, le exigió a su hermana que le pusiera a Sara al teléfono. Y así fue.
En uno de esos días, ella escuchó a la pequeña al otro lado de la línea, diciéndole “tía, tía, tía”. Eso la tranquilizó. Sin embargo, cada vez fueron más difíciles las comunicaciones con Carolina. Mil excusas llegaron. Que quería pasar más tiempo con la niña, que estaba trabajando, que no podía devolver a la menor y que todo estaba bien. Incluso, el 23 de enero Carolina llamó a su hermana y le dijo que se iba a quedar con la niña y que pasaría por sus cosas. Luego se comprometió a entregarla el 27 de enero, justo el día en que ella asegura que la niña habría fallecido. Lo cierto es que los compromisos de Carolina nunca se cumplieron. Después, no volvió a contestar el celular.
Otro hecho que despertó sospechas en la tía de Sara fue la conversación que sostuvo con Nilson. Según ella, él le advirtió de supuestos maltratos de la mamá a Sara. “Le pegaba mucho a la niña, estando en la casa le pegaba, yo le decía que no la maltratara y a ella no le gustaba”, contó Nilson, según Xiomara.
También relató que Nilson le dijo que pensó en formar un hogar con ella. “El señor me dice que ella empieza a tener una actitud muy fea, que le dejaba la niña y los niños solos, que era descuidada y no contestaba el celular”, dice Xiomara. Además, le aseguró que una vez Carolina se fue con la niña y no regresó.
La tía decidió ir a denunciar el caso al Centro Zonal de Kennedy, del ICBF, donde cuenta que no habría recibido la atención adecuada. Según dice, un funcionario escuchó su historia y le dijo que no había nada que hacer y menos si la niña estaba con la mamá. Xiomara no desfalleció e intensificó su campaña por las redes sociales, que se inició el pasado 9 de febrero con un mensaje en Facebook que decía: “Favor difundir, se busca Carolina Galván junto con su hija Sara Sofía. Hace 20 días no sabemos nada de ellas. No contesta el celular. Suena apagado”.
El 18 de febrero, el día en que Carolina le confesó a la policía de forma escalofriante lo que habría ocurrido con su hija, Xiomara confirmó sus sospechas. Algo muy malo había ocurrido con Sara en manos de su propia madre. Sin embargo, pasaron varios días antes de que empezara una búsqueda seria de la niña por parte de las autoridades. Hoy en la localidad de Kennedy nadie da razón de ella.
Además, la historia de vida de Carolina está llena de misterios. Por ejemplo, hasta hoy nadie en su familia sabe quién es el papá de Sara. A muchos también les ha llamado la atención las facciones de la pequeña, de piel blanca y ojos claros, que contrastan con la tez morena de su mamá.
Una semana antes de que Carolina se llevara a su hija, había compartido con ella y la había llevado a un parque. Esto llenó de confianza a Xiomara, quien no le vio mayor inconveniente a la propuesta de su hermana de estar un fin de semana con Sara. Pero nunca volvieron. Carolina se llevó a la pequeña, con tres mudas de ropa y la bacinilla de bebé, porque ya estaba dejando el pañal.
Colombia hasta ahora empieza a conocer los detalles de la trágica historia de Sara, una bebé que no pudo estar segura ni siquiera en las manos de su mamá. En un país acostumbrado a las peleas políticas, a las tendencias en las redes sociales y a los escándalos de corrupción, estos aterradores hechos no pueden pasar desapercibidos ni mucho menos quedar impunes. En medio de estas tragedias es cuando los defensores de la cadena perpetua contra los violadores y asesinos de niños se llenan de argumentos, y con razón.
Por eso, es necesario que el país se sacuda frente a la violencia contra los niños y entienda que una sociedad indolente frente al sufrimiento de los menores no puede ser sana ni avanzar. El Estado tiene que ser capaz de darles las garantías mínimas, entre ellas el derecho a estar vivos y seguros.
Las fotos publicadas de Sara fueron autorizadas por su tía y tutora Xiomara Galván Cuesta. SEMANA las publica a fin de colaborar en la búsqueda de la niña.