Escondido detrás de las cortinas de su casa, Ramiro* vio pasar a muchos jóvenes con las manos amarradas a la espalda, subiendo por unas escaleras con hombres armados, rumbo a La Escombrera, donde eran torturados y asesinados. Lo recuerda este hombre, sentado en la sala de su casa cerca a uno de los morros que los paramilitares del bloque Cacique Nutibara de las Auc tuvieron como centro de operaciones entre 2001 y 2003. Incluso dice haber visto, cuando llovía, la silueta de las tumbas aparecer sobre la tierra en ese lugar. Son las mismas que vio cavar Juan Carlos Cano el 30 de noviembre de 2002. Este hombre, exiliado en Europa, le contó a la Justicia cómo los paras, en asocio con miembros de la fuerza pública, lo secuestraron a él y a otros dos hombres de la comuna 13, quienes terminaron descuartizados a cuchillo. Juan Carlos recibió tres disparos de fusil, pero se salvó porque se hizo el muerto y se lanzó por un despeñadero. Gracias a su testimonio se supo que los paras no actuaban solos. Y también, que La Escombrera era el lugar elegido para desaparecer la evidencia, pues a diario se depositaban cientos de toneladas de escombros. De hecho, en un auto del Tribunal Superior de Medellín está escrito que en La Arenera y La Escombrera, como llaman a estas dos gigantescas montañas artificiales de la comuna 13, puede haber enterrados 300 desaparecidos. Sin embargo, la Corporación Jurídica Libertad solo tiene 104 casos documentados; la Fiscalía habla de 45, y un exparamilitar, de 44. Son tan pocas las certezas y tantos los vacíos, que no se sabe cuántos son. Lo cierto es que solo 14 años después, el Estado, en cabeza de la Fiscalía –que pondrá a disposición el equipo forense– y de la Alcaldía de Medellín –que invertirá 1.000 millones de pesos para una primera etapa hasta diciembre–, comenzaron a de-senterrar la verdad. Las primeras excavaciones están ceñidas al perímetro de La Arenera, donde una empresa a la que nunca se le prohibió funcionar ha hecho movimientos de tierra y arena durante todo este tiempo. Se fijaron tres polígonos señalados por Juan Carlos Villa, alias Móvil 5, un desmovilizado del bloque Cacique Nutibara. Allí hay 24.000 metros cúbicos de tierra, pero se cree que la mayoría de las víctimas está al frente, en La Escombrera, a la que aún suben volquetas con escombros. Sin embargo, desde esa época la montaña creció, según Adriana Arboleda, directora de la Corporación Jurídica Libertad, el equivalente de un edificio de ocho pisos. Otro de los escollos es la poca información que han aportado los exintegrantes del bloque Cacique Nutibara, que se desmovilizaron antes de la Ley de Justicia y Paz. Ningún exparamilitar, por ejemplo, se hizo responsable de la desaparición de John Alexánder Tejada, un joven de 17 años al que se llevaron delante de sus hermanitos y de sus papás el 29 de agosto de 2001, en el barrio Las Independencias II. A doña Rubiela Tejada Posada, la madre, nadie le ha dado razón en 14 años. No se sabe dónde están muchos de los victimarios, como alias King Kong, a quien se le adjudican veintenas de desapariciones en la comuna 13. Y otros como alias Aguilar o alias Diomedes han entregado informaciones ambiguas o contradictorias. Lo cierto es que el proceso de La Escombrera, que apenas comienza, podría traer consecuencias judiciales en torno, por ejemplo, a los líderes de la Operación Orión y a quienes la lideraron, pues es claro que durante esos días se reportaron desapariciones de civiles. A los generales Mario Montoya, entonces comandante de la IV Brigada, y Leonardo Gallego, comandante de la Policía en Medellín durante Orión, la Fiscalía ya les sigue una investigación preliminar. El fiscal Gustavo Duque, el funcionario que más exhumaciones ha hecho en el país, asegura que la búsqueda de los cuerpos será una tarea compleja, pero advierte que hasta en las condiciones más adversas se han podido hallar restos. “Vamos a dejar hasta la última gota de sudor. Es un reto gigante. Pero más que un reto, es nuestra obligación”, dice. *Nombre cambiado por seguridad.