“(…) Comandante Timoleón: sentémonos a conversar directamente. De forma urgente”. La frase es un aparte de una de las cuatro cartas que se han cruzado en el último mes líderes indígenas del Cauca y el jefe de las FARC, Timoleón Jiménez, alias Timochenko. Las cartas no tendrían nada de raro de no ser porque en ese diálogo escrito, los interlocutores se están jugando a fondo por llegar a un ‘acuerdo de paz’ paralelo al de La Habana para sacar del conflicto armado a las comunidades indígenas. Se busca que cesen los crímenes, desplazamientos y hostigamientos contra sus pueblos. Aunque ese diálogo no es nuevo, pocas veces había llegado tan lejos y con un interlocutor válido, como el propio jefe de las FARC. En otras ocasiones avanzó sin éxito y no pasó de mandos medios de esa agrupación guerrillera. Otro elemento que generó optimismo es el acercamiento actual que se está fraguando a través de comunicados públicos, sin tapujos, en tiempo récord y ya se habla de veedurías, “que establezcamos como primer punto una agenda de diálogo y un mecanismo previo y satisfactorio de verificación internacional”, dice una de las cartas de los indígenas. En la más reciente misiva fechada desde las montañas de Colombia el 12 de mayo, Timochenko les responde: “(…) les expreso nuestra voluntad abierta y sincera de dialogar. En esas condiciones nos declaramos a la espera del contacto para reunirnos”. Pero a reglón seguido, el jefe de las FARC advierte que los detalles de ese encuentro no podrán hacerse públicos, por cuanto “un enemigo mortal de ustedes y nosotros, permanece a la espera de la menor oportunidad para golpearnos”. La pregunta que muchos se hacen es ¿qué motivó esas cartas, tendrán el visto bueno del Gobierno y lograrán acuerdos? El cruce de comunicados nació el 29 de abril del 2013. Ese día los cabildos de Toribío, bajo sus leyes, enjuiciaron a seis milicianos, condenando a dos de ellos a 40 años de prisión por asesinar al médico tradicional Benancio Taquinás. El crimen ocurrió diez días atrás, en zona rural de Jambaló. Solo en el norte del Cauca suman 70 líderes asesinados desde 2002, la mayoría a manos de las FARC. Eso irritó al Bloque Occidental de las FARC y respondieron en una carta de 13 puntos publicada el 13 de mayo. En esta rechazaron el juicio por considerarlo “injusto, sin pruebas y garantías del derecho a la defensa”; y advierte que “ante esos hechos de persecución; dimos la orden a todos los milicianos y guerrilleros de no dejarse capturar ni desarmar por los guardias indígenas”. Esa frase fue asumida como una amenaza de guerra, ya que desde julio del 2011 cuando esa guerrilla detonó la chiva bomba que mató policías y destruyó medio Toribío, los cabildos decidieron enfrentar, expulsar o capturar a los milicianos que operen en sus territorios; sin temor a retaliaciones de las FARC. Pero la jugada maestra de los indígenas fue ignorar el intimidante comunicado del Bloque Occidental e insistir el diálogo con Timochenko. Es más, en la segunda carta con fecha de mayo 16 y firmada por delegados de la Organización Indígena de Colombia, ONIC; y el Consejo Regional Indígena de Cauca, Cric, le dicen “Preferimos contestar la carta suya, que propone conversar, porque la otra nos anuncia que somos objetivo militar de las FARC”. Las conversaciones no han sido de total cordialidad y por el contrario, indígenas y FARC, se están sacando los trapos al sol con señalamientos de grueso calibre. Por un lado la guerrilla los acusa de servir de informantes al ejército, paramilitares y ser los responsables de los últimos golpes que las fuerzas militares propinaron al Sexto Frente y la columna móvil Jacobo Arenas. Por su parte, los indígenas aseguran que las FARC tienen un plan para exterminarlos. Le critican que mientras por un lado exigen el debido proceso contra los milicianos que ellos llevan a juicio, sus comuneros son asesinados a bala. Como si fuera poco, les dice en la cara que los informantes están entre las propias filas guerrilleras “pero los comandantes de frentes prefieren echarnos la culpa a nosotros para no asumir su propia responsabilidad de una estrategia equivocada de reclutamiento”. Tal vez aún es prematuro sacar conclusiones sobre ese cruce de cartas. Sin embargo, llama la atención que en un tema tan difícil y espinoso como la búsqueda de la paz con la guerrilla, los indígenas están dando ejemplo y la flauta les podría sonar.