Mientras en México los jefes de los carteles de Jalisco Nueva Generación y de Sinaloa se llenan los bolsillos de dólares producto del narcotráfico, Colombia se ha convertido en su finca, en donde cultivan cientos de miles de hectáreas de coca, y es peor, la cuota de sangre también se pone acá. Por el control de estos cultivos y las rutas de salida de la droga hay una guerra declarada cuyo epicentro es la frontera con Venezuela, en donde se están matando los miembros del ELN, en alianza con la Segunda Marquetalia de Iván Márquez, contra otro grupo disidente de las Farc que no participó en la negociación y es comandado por Iván Mordisco y Gentil Duarte.
Arauca y el estado de Apure se han bañado en sangre. El nivel de esta guerra es tal que se han dado golpes que ni las Fuerzas Militares pudieron dar en décadas. Fue en un ataque de las disidencias de Mordisco Duarte en el que fueron abatidos dos de los más sanguinarios miembros de la Segunda Marquetalia: Hernán Darío Velásquez, alias El Paisa, y Henry Castellanos, alias Romaña. Meses atrás habían asesinado al prófugo Seuxis Pausías Hernández, alias Jesús Santrich.
Estos hechos generaron una alianza entre ELN y la Segunda Marquetalia, con el amparo de la Guardia Bolivariana, que cuando apenas aclaraba en este 2022, el 2 de enero, fueron masacradas 27 personas en puntos rurales de Fortul, Saravena y Arauquita. Después de esto ha habido una seguidilla de asesinatos, algunos en Arauca, y otros al otro lado de la frontera, en el estado de Apure. Todos por la búsqueda del control del tráfico de drogas, en especial la que se produce en la zona del Catatumbo.
Esta guerra se ha replicado en el sur del país, en los departamentos de Nariño, Putumayo y toda la región del Pacífico. Pero este enfrentamiento a sangre y fuego ha generado un coletazo inesperado a 4.000 kilómetros de Colombia, en México. Los Jalisco Nueva Generación y de Sinaloa han visto afectado su negocio, el tráfico de drogas se ha visto perjudicado por este enfrentamiento y por la caída del máximo jefe del Clan del Golfo, Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel.
Pues bien, según reveló es periódico El Universal de México, que señaló que desde Colombia, en el Ministerio de Defensa, explicaron que “independiente del tipo de grupo narcocriminal que esté operando, nuestro objetivo es afectar todas las estructuras del narcotráfico, reducir la producción, impactar los laboratorios y fortalecer la presencia para acabarlos y proteger a los colombianos”.
Sobre la mediación de los mexicanos en esta guerra, señalan que miembros de estas organizaciones viajaron a la zona fronteriza, no es claro si del lado de Colombia o de Venezuela, en donde están buscando la forma de lograr una tregua entre estas organizaciones para que el negocio criminal de tráfico de droga que tiene como primera escala Centroamérica y de ahí llega a Estados Unidos, no se siga afectando.
Lo cierto es que Colombia se ha convertido en la finca en la que estos carteles cultivan la droga, y este no es el único interés que tienen los de Sinaloa y los de Jalisco. Según conoció SEMANA, detrás de los presuntos planes de fuga del máximo jefe del Clan del Golfo, Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, considerado el narcotraficante más grande del país, estarían estos grupos extranjeros.
Son dos los factores que tienen a estos grupos con los ojos puestos en Otoniel. El primero, justamente el abastecimiento de cocaína. El segundo, la solicitud en extradición del capo, que podría abrir la caja de pandora sobre estas transacciones ilícitas y poner en la mesa de las autoridades estadounidenses los principales nombres y jefes de estas organizaciones.