Las más de 70 masacres que se han presentado este año en el país, con 240 víctimas mortales, según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), han tenido de trasfondo un factor en común: vendettas por temas de microtráfico o narcotráfico a gran escala, en las que desempeñan un papel protagónico las organizaciones criminales de otros países, en especial las mexicanas.

En los territorios donde se han cometido los crímenes se escucha decir que detrás están los carteles mexicanos, que buscan abrirse paso en el país para apoderarse del negocio de la coca, que por décadas ha sido manejado celosamente por capos colombianos y sus herederos. La pregunta es: ¿la mafia mexicana está desplazando a la colombiana?

Aunque sí hay presencia de narcos mexicanos y de otros lugares del mundo, estos son compradores, han intentado instalarse de manera permanente, pero acá el asunto es a otro precio. El poderío y control territorial se consigue a bala limpia y los criminales nacionales saben defender sus feudos.

Por eso, para lograr compras exitosas, tienen que relacionarse, dependiendo de la zona, con los delegados del Clan del Golfo, los Pelusos, los Caparros, las disidencias de las Farc y sus 14 estructuras, nueve subestructuras y ocho comisiones.

También con los más de 22 grupos de delincuencia organizada, entre los que se encuentran la Constru, la Cordillera, los Rastrojos y los Pachelly.

Los nombres de carteles mexicanos que más se escuchan son los de Jalisco Nueva Generación, Sinaloa y los Zetas, cuya enorme presencia en Centroamérica los hace amos y señores del negocio del envío de cocaína hacia Estados Unidos y Europa.

Manejan rutas por las cuales inundan los mercados internacionales. De acuerdo con las investigaciones de inteligencia y antinarcóticos, los Zetas compran los cargamentos de cocaína en el Caribe colombiano y usan la frontera con Venezuela para exportarla hasta Centroamérica, y desde ahí a Estados Unidos y Europa. Por su parte, los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación utilizan los corredores del Pacífico, desde Nariño, pasando por Putumayo, Cauca, Valle del Cauca y Chocó. Para todos, su principal proveedor es el Clan del Golfo.

Los carteles internacionales de droga cambian armamento por grandes cantidades de cocaína que exportan hacia EE. UU. y Europa.

Poder

Pero el hecho de que estas estructuras mafiosas no hagan presencia permanente en Colombia no quiere decir que no tengan poder. Sus grandes encargos, flujos de dinero y lavado de activos hacen que tengan una participación importante en las decisiones de las organizaciones ilegales nacionales, tanto, que hasta han intermediado en la sangrienta guerra que se da entre ellos en Colombia.

Así ocurrió con Brian Donaciano Olguín, alias Pitt, un capo mexicano capturado en Cali el pasado mes de abril. Los trabajos de inteligencia señalaron que este sujeto era la mano derecha del capo mexicano Joaquín ‘el Chapo’ Guzmán, y que además de hacer negocios de drogas en Colombia, había llegado para buscar una pacificación entre las disidencias de Iván Mordisco y Gentil Duarte con la Segunda Marquetalia de Iván Márquez y los fallecidos Romaña, el Paisa y Jesús Santrich.

Aunque Pitt había llegado como comisionista del cartel de Sinaloa, tenía varias misiones por cumplir. Buscaba hacer negocios con la Oficina de Envigado, luego contactar a las disidencias de las Farc, Jaime Martínez y Dagoberto Ramos para comprar cocaína y, por último, buscar que Márquez y Mordisco llegaran a un acuerdo, pues sus disputas estaban afectando el negocio.

Pero el poder de estas compañías criminales mexicanas no se limita a la comercialización de droga. La inteligencia colombiana logró develar que los mexicanos estaban detrás del plan que buscaba frenar la extradición a Estados Unidos de Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, máximo cabecilla del Clan del Golfo. No era porque les interesara su bienestar, sabían que si Otoniel llegaba a la justicia norteamericana podría delatarlos a cambio obtener beneficios jurídicos, incluso los mexicanos dijeron que si no prosperaba su plan, lo mejor era asesinarlo.

Más narcos internacionales

Aunque los carteles con mayor influencia en Colombia son los mexicanos, también hace presencia la mafia italiana con emisarios de la Ndrangheta calabresa, la Cosa Nostra Siciliana y la Camorra napolitana. También están las mafias venezolanas que han venido creciendo a la sombra del cartel de los Soles, que el Gobierno de Estados Unidos relaciona directamente con el Gobierno de Nicolás Maduro y por el que ha expedido orden de captura internacional a más de diez altos funcionarios de ese país, de donde también son originarios los grupos criminales del Tren de Aragua, autor de torturas, asesinatos y embolsamiento de cuerpos en Bogotá; el Tren del Lino y los Meleán.

Además de estos grupos, se ha identificado en la frontera con Brasil una estructura de ese país denominada Primer Comando Capital, la cual habría ordenado el crimen del fiscal paraguayo Marcelo Pecci; también están sus paisanas Comando Bermejo y la Familia del Norte. Igualmente, en la frontera con Perú hay dos mafias que preocupan: la mafia Serbia y 23 clanes familiares que buscan hacer negocios con los narcotraficantes y organizaciones criminales colombianas.

Para el experto en temas de narcotráfico, el coronel en retiro Miguel Tunjano, quien formó parte de la Policía Antinarcóticos durante más de 20 años y fue consultor de Naciones Unidas, el poder de las organizaciones mafiosas colombianas no da espacio para que carteles extranjeros se apropien del negocio de cocaína colombiana y quien pretenda entrar es asesinado.

“Los carteles extranjeros mandan un emisario a Colombia para que produzca la cocaína que ellos necesitan y coordinen los puntos de salida para enviarla al exterior (…) Los emisarios mexicanos comenzaron a hacer más presencia en el país luego de la firma del acuerdo de paz porque las Farc tenía grandes conexiones con el cartel de Sinaloa, ahora le compran a las disidencias y otras estructuras”, indicó el oficial retirado.

La transacción

Se ha identificado que los emisarios de los carteles extranjeros llegan a Colombia a ciudades como Cali, Medellín y Cúcuta, en donde son recibidos por los delgados de las redes invisibles, que son las que se encargan de hacer el contacto con las grandes estructuras; son prácticamente fantasmas que saben moverse sin ser detectados por las autoridades.

Toda la cadena del narcotráfico en Colombia se activa con la llegada de los emisarios extranjeros, luego de acordar el cargamento y el dinero, la red invisible contacta a la estructura dueña del territorio donde están los laboratorios, a la que se encarga de la producción y a la de la logística, que corrompe a los funcionarios públicos para llevar el encargo a zona de frontera.

Las masacres

De acuerdo con la información que reposa en los archivos de inteligencia de las agencias del Estado, las masacres ocurridas en el país son por cuenta de las vendettas en los territorios de las organizaciones criminales locales, que se disputan las rentas ilícitas de todo el negocio del narcotráfico, rutas, pistas, comisionistas, contactos, minería ilegal, secuestros, extorsiones, entre otros.

Agrupaciones que, en algunos casos, adoptan los nombres de la mafia mexicana para ganar estatus entre sus enemigos y sembrar más terror en los adversarios, cuando en verdad se trata de bandas nativas en las que los extranjeros tienen poca injerencia.

Sin embargo, para los expertos en mafias internacionales, aunque los carteles mexicanos no hagan presencia en Colombia de manera permanente, con sus emisarios tienen gran poder sobre las estructuras delincuenciales nacionales.

Con ellas tienen otros negocios ilegales como el tráfico de armas, pues se ha identificado que en muchas ocasiones los extranjeros pagan los cargamentos con fusiles, pistolas y demás armamento que requieren los colombianos para sostener su guerra territorial.