No era una pluma cualquiera. Era la de un periodista, reportero, literato, un hombre que navegaba entre las letras, un escritor agudo, riguroso, con el mundo en la cabeza y que escribió sobre Colombia y la política centenares de veces. Una enciclopedia andante. Antonio Caballero, fallecido en la tarde de este viernes en Bogotá, era uno de los hombres más cultos y versados de la lengua española en Colombia.

Nació en 1945 en Bogotá y con él, entre sus genes, venían las letras, el alfabeto: hijo del reconocido escritor Eduardo Caballero Calderón e Isabel Holguín, sobrino de Lucas Caballero (Klim) y hermano del destacado pintor Luis Caballero. Por donde quiera que se analice su árbol genealógico están las palabras, además de la política: Miguel Antonio Caro, su bisabuelo, fue presidente, dirigió la Academia Colombiana de la Lengua, mientras su primo Agustín Nieto Caballero, educador, fue el hombre que le dio vida al afamado colegio Gimnasio Moderno.

Monólogo, por Caballero

Pero Antonio hizo su propia fama, nada despreciable frente a sus antecesores. Se formó desde niño entre Colombia y Madrid, España, una ciudad que conoció como la palma de su mano. Estudió derecho en la Universidad del Rosario con estudios en ciencia política en París, y fue en Francia donde presenció en mayo de 1968 las revueltas ciudadanas frente al establecimiento, hecho que plasmó en varias de sus caricaturas en el diario El Tiempo.

Caballero, reconocido por la rebeldía en sus textos, también tenía magia en las manos, describen algunos de sus más cercanos colaboradores. No solo escribía, también trazaba, dibujaba con una dosis de sátira propia de sus 16 años.

Italia, Grecia, España e Inglaterra son apenas algunos de los países por donde viajó Caballero. No obstante, estuvo instalado en Londres, desde donde trabajó para la BBC y la revista The Economist. Posteriormente, habitó en Cefalonia, una isla ubicada en el oeste de Grecia, donde subsistió con la venta de sus dibujos, según cuentan cercanos al escritor.

Vivió en Madrid durante varios años, adoptó el amor y la pasión por los toros, una pasión que llevó a sus escritos, a sus apasionantes crónicas de tauromaquia.

'Comer o no comer, y otras notas de cocina' es el título del nuevo libro de Antonio Caballero.

En Colombia, con la experiencia internacional entre pecho y espalda, Caballero siguió siendo grande. En la década de los año 70 formó parte de las plumas de “Alternativa”, revista liderada por el nobel de Literatura Gabriel García Márquez y Enrique Santos Calderón, y llegó a convertirse en su jefe de redacción. Publicó crónicas, reportajes y decenas de caricaturas.

También estuvo en El Espectador, pero sus seguidores lo recuerdan por sus columnas de opinión en la Revista SEMANA, escritos adornados con contexto e historia, desde donde criticaba a la institucionalidad. Álvaro Uribe e Iván Duque se convirtieron en carne de cañón para sus textos. También Juan Manuel Santos, aunque en menor proporción. En la revista dominical, Caballero tenía dos espacios. En las primeras páginas plasmaba su caricatura que denominó durante muchos años Monólogo. Y al final, su columna de opinión, dedicada especialmente a la política colombiana.

En Colombia, la crítica del escritor de 76 años atravesó cinco problemas que siguen vigentes desde que él era niño: la corrupción, la pobreza, la idiotez de la opinión pública, el narcotráfico y el conflicto armado. Alrededor de estos fenómenos el autor de libro “La historia de Colombia y sus oligarquías” creó cinco personajes que explican por qué Colombia es tan particular. En su lista de más de 20 textos también aparece Sin remedio, Luis Caballero, Isabel en invierno, entre otros.

En los últimos meses siguió escribiendo columnas de opinión y el precandidato presidencial Gustavo Petro fue objeto de críticas por parte del periodista. El jefe de la Colombia Humana respondió en su momento que Caballero amaba los toros y no le perdonaba sus medidas frente a las corridas en Bogotá durante su paso por la Alcaldía. Y así, varios políticos y personajes nacionales e internacionales se convirtieron en epicentro de sus escritos que, aunque él haya fallecido este viernes, no morirán en la memoria de sus lectores.