En prácticamente todos los Gobiernos de Colombia ha habido un poder, no detrás del trono, pero sí a su lado. Como los primeros mandatarios no tienen tiempo para manejarlo todo, necesitan lo que en inglés se llama un gatekeeper, es decir un portero para que filtre los problemas que les llegan. Saltan a la mente ejemplos como el de Germán Montoya o Gustavo Vasco en el Gobierno de Virgilio Barco. Y más recientemente, Fabio Echeverry y Alicia Arango en el de Álvaro Uribe, y María Lorena Gutiérrez y Néstor Humberto Martínez en el de Juan Manuel Santos. Todos eran veteranos del mundo empresarial, de la política, o de ambos. Y sin duda alguna, su experiencia les sirvió mucho a sus jefes. María Paula perteneció a las juventudes de la campaña de Álvaro Uribe. Llegó a ella cuando él apenas tenía el 2 por ciento de intención de voto. Este Gobierno replica este modelo, pero con una novedad: la mano derecha del actual presidente de la República es una mujer joven, desconocida para el grueso de la opinión pública, y muy poderosa: María Paula Correa. Con apenas 37 años, ha estado discretamente a la sombra de Iván Duque desde la campaña presidencial. Sin duda, llena los requisitos de gatekeeper. Le maneja la agenda, decide quién se reúne con él, le habla permanentemente al oído y le guarda sus secretos. Ha desempeñado este papel con tanta eficiencia que el presidente la ha ido ascendiendo gradualmente. Comenzó como secretaria privada, luego se desempeñó simultáneamente en este cargo y en la Secretaría General. La semana pasada, el Gobierno anunció que crearía para ella el cargo de jefe de gabinete, algo parecido al superministerio que tuvo Néstor Humberto Martínez en su momento.
La mayoría de quienes trabajan de cerca con ella en Palacio vienen desde la campaña// Mientras era cónsul en Nueva York, Correa estudió una maestría en Columbia. Así como el anglófilo presidente Santos se asesoró de Tony Blair para hacer algunas reformas a la estructura jerárquica de la Casa de Nariño, Iván Duque admira las instituciones norteamericanas y se ha inspirado en ellas. En la Casa Blanca, el chief of staff manda, y María Paula Correa va a estrenar este cargo en Colombia. ¿Cómo llegó una persona tan joven a convertirse en el poder en la sombra? Su mejor amiga, Alejandra Olivella, cuenta que desde muy pequeña era una aficionada a la política, y que su mundo siempre giraba alrededor de eso. Como su padre, Paul Correa, era liberal y su madre, María Teresa Fernández, conservadora, en la casa había un debate permanente.
Hizo su primera incursión en el mundo electoral como voluntaria en la campaña de Andrés Pastrana cuando estudiaba en el colegio Los Nogales. Pero el hombre que verdaderamente cambió su vida se llama Álvaro Uribe Vélez. A su campaña llegó también como voluntaria anónima, en el momento en que el entonces candidato contaba con apenas 2 por ciento de intención de voto. Ella estaba en primer semestre de Derecho en la Universidad de los Andes y se convirtió en la mano derecha de Nicolás Uribe, entonces director de las juventudes uribistas. El triunfo de Álvaro Uribe en las elecciones presidenciales sorprendió tanto que creó una cofradía entre los que habían participado en la campaña. El relativamente desconocido gobernador de Antioquia había derrotado por sí solo a los dos partidos tradicionales, y además lo había hecho en primera vuelta. Del entusiasmo que generó esa hazaña política nació de la noche a la mañana el furibismo, y María Paula Correa, por haber estado desde la primera hora, se convirtió en una de las representantes de la nueva generación de esa cruzada. La jefe de gabinete no tiene fácil su trabajo con el Congreso. El gobierno no ha vivido allí la luna de miel de los primeros años. Ella, sin embargo, declinó el ofrecimiento que le hicieron de vincularse al Gobierno para dedicarse a terminar su carrera. Alicia Arango cuenta que la contrató para trabajar en Palacio cuando estaba a punto de graduarse. En su oficina asumió el rol principal de clasificar y responder la correspondencia del presidente. En este trabajo, ella administraba una estrategia novedosa: un sistema de felicitaciones personalizadas firmadas por Uribe. Así, María Paula se encargó de que en ese Gobierno, cada vez que un alcalde, párroco, colegio o deportista cumplía años, recibiera una tarjeta con un mensaje de puño y letra del presidente. “Es una mujer muy disciplinada, muy juiciosa, muy enfocada. Una persona que para trabajar no tiene horario”, cuenta la hoy ministra de Trabajo. Hay una historia curiosa detrás de uno de los grandes giros de su vida. Correa se quedaba en la oficina estudiando hasta muy noche, pues quería hacer una maestría en Estados Unidos. Uribe regresó de un viaje tarde, vio la luz encendida y se acercó a ver qué pasaba. La funcionaria le contó sus planes y el presidente escuchó atentamente. Al mes, le notificaron su nuevo cargo de cónsul en Nueva York. Paralelamente, estudió una maestría en administración pública en la prestigiosa Universidad de Columbia. En esa ciudad realmente se hizo cercana al expresidente. Una vez terminó el gobierno, Uribe iba con frecuencia a Nueva York, ya que lo nombraron en dos juntas directivas: JP Morgan Chase y News Corp., de Rupert Murdoch. Ella lo acompañaba a sus citas y le manejaba su agenda. En este tiempo ambos forjaron una amistad. En este puesto, Correa se convirtió en una de las personas más poderosas de Palacio. La salida de Jorge Mario Eastman de la Secretaría General aumentó su relevancia en el Gobierno. En uno de esos encuentros con el expresidente, María Paula conoció a Duque. Naciones Unidas creó una comisión para investigar el asalto a una flotilla humanitaria de barcos en Israel y nombró a Uribe codirector a fin de llevar a cabo esa misión. Para ese trabajo, Uribe llamó a Iván Duque por recomendación de Luis Alberto Moreno. En ese tiempo, María Paula se hizo muy cercana a Duque. En 2011, al expresidente lo invitaron a ser uno de los oradores principales del Summit de Concordia, una organización muy emblemática de la derecha. Matthew Swift, su fundador, necesitaba un director e Iván Duque le sugirió que no dudara en contratar a María Paula. Ella se convirtió en la número dos de esa organización. “Nos dejó un legado inmenso. Con María Paula uno nunca tenía que preocuparse por nada, porque ejecutaba todo. Es una de las mejores personas con las que he trabajado en mi vida”, sostiene Swift.
A comienzos del año pasado, María Paula pidió una licencia para acompañar a Duque en la campaña. Al igual que él, llegó al país después de haber vivido muchos años por fuera. Los primeros meses desempeñó ambos trabajos, pero una vez ganaron la consulta del uribismo, se dedicó de lleno a eso. Desde entonces le maneja la agenda y lo acompaña a lo importante. Cuando ganaron la presidencia, todos tenían claro que asumiría el cargo de secretaria privada en la Casa de Nariño. En este puesto, Correa se convirtió en una de las personas más poderosas de Palacio. La salida de Jorge Mario Eastman de la Secretaría General aumentó su relevancia en el Gobierno. Por meses, el presidente decidió no reemplazar al hombre que tenía en sus manos el llamado computador de Palacio y le entregó sus funciones a ella. En la recordada reunión de Hatogrande quedó clara su influencia. En ese duro encuentro, todos los ministros pasaron al tablero, y algunos se rajaron. Correa diseñó y ejecutó ese evento con una metodología muy detallada de seguimiento de tareas.
En las toldas uribistas hay críticos del Gobierno de Iván Duque, pero dado su trabajo con el expresidente Uribe, la funcionaria tiene una buena relación con esos sectores. Crear el cargo de jefe de gabinete constituye el corazón de la reforma que el Gobierno presentará en Palacio en los próximos días. También recrearán un puesto del mismo nivel, director del Departamento Administrativo de la Presidencia (Dapre), que recogerá las funciones administrativas y de presupuestos que tenía el secretario general. Para este aún no hay un nombre confirmado, pues hasta hace unos días pensaban mantener la Secretaría General en cabeza de Víctor Muñoz. Sin embargo, el alto consejero presentó su renuncia después de verse involucrado en un episodio en las redes sociales. Por otro lado, establecerán una dirección de discursos a cargo del abogado Alejandro Salas.
Como jefe de gabinete, María Paula reunirá las funciones del secretario privado y las de estrategia política del secretario general. Como su nombre lo indica, tendrá justamente la misión de estar al frente del trabajo de los ministros y de buena parte de las altas consejerías (Niñez y Juventud, Regiones, Consejería Política, Comunicaciones y Seguridad), así como de servir de puente entre ambos. Frente a los primeros, Correa vigila las tareas, coordina los trabajos en equipo y asigna funciones. Para eso, ella diseñó unos formatos que entrega el lunes y que cada ministro debe devolver llenos el viernes. Ese material sirve de insumo para una reunión en la que cada ministro se sienta a solas con el presidente, ella y Carlos Enrique Moreno, llamado el superconsejero del presidente Duque.
“María Paula realmente es una superministra, pero nunca se ha sentido más ministra que los ministros”, dice una de las miembros del gabinete. Otro cuenta que ha cumplido un rol clave en los temas en los que los ministerios suelen entrar en conflicto, como la asignación del presupuesto o el Plan de Desarrollo. “Es una persona muy eficiente que ayuda a que todos cumplamos las metas”, asegura otro ministro. La jefe de gabinete también tendrá a cargo la estrategia política, un renglón en el que a este Gobierno no le ha ido bien. Duque no vivió con el Congreso la llamada luna de miel del primer año, debido a que decidió no “repartir mermelada”. Eso, que en la teoría suena muy bien, en la práctica ha sido un inconveniente a la hora de recoger apoyos para los grandes proyectos legislativos del Gobierno. Como jefe de gabinete, María Paula reunirá las funciones del secretario privado y las de estrategia política del secretario general. En este aspecto, Correa no la tiene fácil, pues carece de experiencia en esas aguas turbulentas y su temperamento recio le ha impedido tener ascendiente sobre los parlamentarios. Ella es una mujer de trabajo, y no de relaciones públicas. En este nuevo cargo, Correa tiene enormes ventajas, pero así mismo vulnerabilidades. En lo primero, arranca con el inmenso poder que da ser la persona de confianza no solo del presidente Duque, sino también del expresidente Álvaro Uribe. En las toldas uribistas hay críticos de Duque, no obstante, María Paula tiene una buena relación con los dos sectores. Además tiene un buen conocimiento de la escena internacional, fruto de sus años de trabajo en Concordia, en Nueva York. Nadie puede discutir que posee don de mando. Esto constituye tanto un activo como un pasivo en un mundo lleno de egos y recelos como el del furibismo. Por un lado, una figura de autoridad contribuye a que las cosas se hagan, pero por el otro, la concentración de tanto poder en un solo cargo pisa muchos callos. En todo caso, el nombramiento de María Paula Correa como jefe de gabinete es una apuesta interesante que hoy registran con mucha expectativa tanto los seguidores del Gobierno como sus críticos.