Una verdadera pirámide estrato seis fue la que montó el joven empresario Felipe Rocha Medina, miembro de una de las familias más reconocidas y poderosas del centro del país. Debido a sus contactos y el renombre de su clan, Rocha habría logrado convencer a la élite bogotana de invertir en su negocio, prometiéndoles una rentabilidad pocas veces vista y ganancias que estaban entre los 30 y 40% sobre el valor invertido.
No fueron pocos los que le dieron el sí a Rocha Medina. Sin embargo, en muy poco tiempo, el rentable negocio empezó a presentar sus primeras fisuras y en un abrir y cerrar de ojos se derrumbó. Muchos de sus inversionistas preocupados por la falta oportuna de los pagos y las constantes excusas del empresario para atender sus llamadas los llevaron a hacer comentarios en público sobre lo que venía sucediendo.
Fue así como, en el exclusivo club El Nogal, ubicado en el norte de Bogotá, las alarmas se encendieron: Empresarios del mundo del espectáculo, economistas, joyeros, emprendedores y modelos, entre otros, descubrieron que posiblemente el dinero que le habían dado a ese supuesto fondo de inversión no volvería a sus manos, y que todo el cuento de la rentabilidad no era más que un ‘canto de sirenas’.
SEMANA pudo establecer que entre estos inversionistas estaría Martín Santos, hijo mayor del expresidente Juan Manuel Santos, quien le habría entregado a Rocha Medina cerca de 350 millones de pesos. Pese a que en repetidas oportunidades se intentó lograr una comunicación con Martín Santos para conocer su versión sobre esta historia no fue posible contactarlo.
Aunque, el nombre de Esteban Santos, el otro hijo del expresidente fue mencionado en las conversaciones de restaurantes y clubes, lo cierto es que su nombre no aparece en la lista de los inversionistas de Rocha, pero sí varios amigos suyos.
Rocha, quien también se destacó por sus movimientos en bienes raíces, resultó siendo vecino del expresidente Juan Manuel Santos en una de las lujosas casas campestres en Anapoima. Pese a que no hay certeza si allí conoció a Martín y a Esteba Santos, o ya los conocía de tiempo atrás por sus innumerables eventos sociales, lo cierto es que sí consolidaron la amistad.
Las víctimas del “fondo ganadero” de Rocha
Felipe Rocha Medina, de familia privilegiada, decidió en el año 2022 le propuso a sus amigos del colegio un negocio: comprar ganado cebú para engordarlo y venderlo. principio todo funcionó bien. Las ganancias se dividían entre cuatro socios, aunque él ganaba mejor porcentaje porque se encargaba de gastos del ganado y era dueño de la tierra. Sin embargo, tomó una decisión que tendrá que aclarar en algún momento. Decidió ampliar el negocio y abrió el denominado “fondo ganadero”.
En poco tiempo, logró convencer a las personas que se movían en el ‘jet set’ bogotano. Con su reconocido don de gentes y habilidad para explicar los negocios, evitó que se generara cualquier asomo de duda sobre su modus operandi o las acciones que realizaba. Sin embargo, cuando se empezaron a presentar las fisuras e incumplimientos optó por el camino fácil: abandonarlos.
Por ahora, 82 inversionistas habrían sido estafados, pero la lista aumentaría. Lo curioso es que quienes invirtieron pasaron por los mejores colegios y universidades de Colombia e incluso por Harvard y facultades de Boston. Pese a contar con educación financiera suficiente, los timaron.
El abogado Fabio Humar asegura que la deuda total llegaría a los 70.000 millones de pesos y dice que están buscando un arreglo con Rocha el hijo, porque hay documentos que confirman el negocio. Se estima que el capital del empresario asciende a los 22.000 millones de pesos por un apartamento en Bogotá, otro en Miami y la casa de Anapoima, pero el dinero no alcanzaría para devolverles el capital a las víctimas.
El abogado Néstor Camilo Martínez fue contactado por unos inversionistas para fungir como amigable componedor, y contactó a Rocha el hijo, quien confirmó que quería arreglar el asunto. Todo se cayó porque Martínez se enteró de que el número de socios superaba las 80 personas y consideró que era difícil un arreglo. Posteriormente, se contactó a Juan Pablo Estrada para que asumiera la misma función, pero se desconoce si la aceptó.
Rocha le entregó poder a la exvicefiscal María Paulina Riveros para que maneje su caso. Sin duda, este caso abrirá un debate jurídico y recordará otros, como los de Interbolsa o DMG. Muchos de los inversores no declararon el dinero que entregaron a Rocha el hijo, y si reclaman, podrían verse envueltos en una evasión de impuestos.
Los detalles del escándalo que salpica a varios famosos y empresarios:
El gran escándalo de corrupción salió a la luz apenas el pasado viernes 3 de marzo, cuando en horas de la noche, Rocha recibió una llamada que le advirtió que ‘la máscara estaba pronta a caer’, pues uno de los inversionistas de su ambicioso proyecto, el “fondo ganadero” quiso confirmar con don Felipe Rocha, padre de ‘Pipe’, si la compra de ganado cebú que estaba prometiendo el joven era cierta, lo que activó las alarmas al interior de la casa del reconocido empresario, dueño de la ganadería de de Achury Viejo, quien era consciente de que tanta maravilla no podía ser cierta, y consciente de que algo estaba mal, decidió confrontar a su hijo, pues la rentabilidad prometida no era posible.
El escándalo se hizo evidente cuando al ganadero le fue expuesto el modus operandi del negocio que proponía su hijo, y en medio de chats y fotos de vacas que resultaron ser de su propiedad y no de su hijo, fue consciente de las irregularidades.
Así, luego de la reunión con Rocha el padre, el inversionista llamó a Rocha el hijo, para decirle que sabía todo, y con tono enérgico, exigió la verdad.
Entonces, Rocha confesó y prometió pagar hasta el último centavo.
Es escándalo no quedaría ahí, y por ello el pasado domingo, 19 de marzo, en los restaurantes y cafés de la Sabana, se esparció el rumor.
“¿Supiste cuánto perdió fulanito?”, “Dicen que Rocha tumbó a tal y tal”, “Sutanito quedará en la ruina porque metió toda la plata”, “El cuento va hasta que convenció al hijo de un expresidente”.
Todo apunta a que la empresa de Rocha hijo no era otra cosa que un esquema Ponzi. La estafa lleva el nombre de su autor, el italiano Carlo Ponzi, quien en 1920 prometió una pequeña inversión con alta rentabilidad. Una operación que consiste en hacer operaciones fraudulentas con el pago de intereses a los inversionistas que se cancelan con el dinero de quienes llegan nuevos. Este escándalo fue originalmente revelado por Primera Página, medio especializado en economía dirigido por Héctor Hernández y Héctor Mario Rodríguez.
Los inicios de la pirámide
Felipe Rocha Medina terminó su bachillerato en el reconocido colegio Anglo Colombiano. Allí, ‘Pipe’ Rocha era conocido como “el guapo”, el “tumbalocas”, el hijo de una buena familia. Su carácter “humano, buen amigo y bonachón” lo convirtió en un estudiante modelo. Esa descripción todavía la mantienen sus amigos, a pesar de su transformación: pasó de ser un ‘tumbalocas’ a tumbarlos a todos.
En los 90, la élite de Colombia iba a las plazas de toros. Asistir a La Santamaría de Bogotá era uno de los eventos sociales obligatorios. Las familias importantes y adineradas se encontraban y el redondel se convertía en un termómetro político. Rocha siempre estuvo en ese mundo, pues su padre vendía corridas para las plazas más importantes, y la élite lo fue conociendo como un buen joven.
Luego decidió irse para Boston (Estados Unidos), volvió a Colombia y estuvo muy cerca de los negocios familiares relacionados con cultivos de flores, ganadería y arroceras. Siempre tuvo dinero y sus amigos dicen que poco trabajó. En 2022 decidió impulsar un negocio pequeño con unos amigos muy cercanos del colegio. Les propuso comprar ganado cebú para engordarlo y venderlo. Sin duda, un negocio con buena rentabilidad. Al principio todo funcionó bien. Las ganancias se dividían entre cuatro socios, aunque él ganaba mejor porcentaje porque se encargaba de gastos del ganado y era dueño de la tierra. Sin embargo, tomó una decisión que tendrá que aclarar en algún momento. Decidió ampliar el negocio y abrió el denominado “fondo ganadero”.
Rocha Medina se codeó con la clase alta del país y no era raro que se le viera en los eventos sociales. A nadie le resultaba extraño encontrarlo en los clubes más reconocidos o en los mejores restaurantes explicando, a quienes no tenían mucha idea, cómo funcionaba el negocio. Con un whisky de la mejor calidad en la mano, hablaba de su “fondo ganadero” y decía que tenía pocos cupos reservados para sus amigos. Con tragos en la cabeza, hablaba de las rentabilidades del negocio.
Cuando el cliente mordía la carnada y le pedía ingresar, Pipe se mostraba desinteresado y decía que era complejo. Se hacía desear. Su seguridad al hablar y los lujos que ostentaba llamaron la atención. Muchos empezaron a pedir un cupo entre los privilegiados. Como el joven empresario era hijo de un reconocido ganadero, nadie tomó precauciones ni sospechó nada. Todos creyeron en él y, de hecho, muchos ganaron. El negocio funcionaba, al principio, de la siguiente manera: Rocha el hijo llamaba a ‘fulano’, un amigo, para ofrecerle un lote de vacas en un terreno para engorde por un valor de 100 millones de pesos y con un término de 12 meses.
Por esa inversión, la ganancia sería del 30 por ciento, es decir que se retornaban 130 millones de pesos. Cuando se acercaba la fecha de corte, buscaba a otro inversionista para ofrecerle el negocio y así tapar el hueco. Como las víctimas sentían que era rentable, reinvertían y únicamente pedían los intereses, por lo que Rocha el hijo seguía ganando dinero. Ese modus operandi se fue ampliando y cada vez caían más personas de la élite colombiana.
Es un claro ejemplo del esquema Ponzi, donde los primeros inversionistas ganan gracias al dinero de otros inversores que caen engañados. Lo que sorprende es que la estructura se mantuvo casi una década porque el número de “socios” creció. Rocha se dio cuenta de que ya no era necesario comprar ganado cebú y podía mantener el esquema. Sin embargo, enviaba fotos a sus amigos de subastas ganaderas y de vacas en las fincas de Rocha padre, para decirles que todo estaba en orden.
Las sospechas sobre Rocha el hijo empezaron desde la pandemia, pero por más de nueves meses dilató el encuentro con sus “socios” porque, supuestamente, estuvo enfermo. Cuando terminó, muchos inversionistas coincidieron en eventos sociales y se dieron cuenta de que el selecto grupo superaba las 80 personas. ¿Dónde metía más de 8.000 vacas al mismo tiempo?El nivel del “fondo ganadero” logró inversiones de hasta 10.000 millones de pesos por parte de importantes empresarios. Otros metieron 8.000 millones, 5.000 millones y unos más, 3.000 millones.
Las cifras eran astronómicas y los menos arriesgados metían 200 millones de pesos, pero, al ganar intereses, algunos vendieron propiedades para reinvertir. Muchos entraron una vez y ganaron. Rocha el hijo les devolvió todo el dinero. A fin de cuentas, necesitaba mantener su fachada en la clase alta. El voz a voz en eventos sociales era que “ese fondo ganadero” era próspero, y lo mejor: en efectivo.
Por ahora, 82 inversionistas habrían sido estafados, pero la lista aumentaría. Lo curioso es que quienes invirtieron pasaron por los mejores colegios y universidades de Colombia e incluso por Harvard y facultades de Boston. Pese a contar con educación financiera suficiente, los timaron.
Además, no se podría hablar de una captación de dinero porque el decreto 1881 de 1998 dice que se presentará “cuando, conjunta o separadamente, haya celebrado en un periodo de tres (3) meses consecutivos más de veinte (20) contratos de mandato con el objeto de administrar dineros de sus mandantes bajo la modalidad de libre administración”. Como el documento que se firmaba con Rocha tenía el objeto específico para la compra de ganado, este delito no se configuraría. Si se instaura la denuncia, podría haber una estafa y falsedad en documentación, según el abogado Humar.
Como Rocha ha dicho que quiere arreglar, se habla de la creación de una fiducia, de un fondo o de una SAS, pero si eso ocurre la Superintendencia de Sociedades podría intervenir. Sumado a ello, si los inversionistas recuperan su dinero y no lo declararon, podrían someterse a una investigación por enriquecimiento ilícito.
Un penalista dijo sobre este caso que Rocha podría terminar en la cárcel, con los activos congelados y un grupo de inversionistas buscando reclamar su capital. También ve viable el escenario de un preacuerdo para contarle a la justicia cómo sus “socios” invirtieron millonarias sumas de dinero y si existen cuentas en paraísos fiscales o criptomonedas. Las víctimas podrían terminar todavía más fregadas.