Desde el pasado 1 de mayo, los colombianos que así lo deseen podrán optar por su derecho del no uso de tapabocas en los espacios cerrados del país, según decisión del Gobierno nacional.

De acuerdo con la norma, todos los distritos y departamentos que tengan 70 % o más de sus habitantes con el esquema completo de vacunación (doble dosis o la monodosis en el caso de Janssen), podrán adaptarse al decreto.

“Con la excepción de los servicios de salud, los hogares de salud, los hogares geriátricos, el transporte y los espacios cerrados, dentro de las instalaciones educativas. Estas medidas se aplicarán en los municipios que hayan llegado al 70 % de doble dosis y que hayan logrado al menos el 40 % de dosis de refuerzo”, explicó el pasado 25 abril el presidente Iván Duque.

Por su parte, el ministro de Salud, Fernando Ruiz, el pasado 29 de abril durante un Puesto de Mando Unificado en el que participó, indicó: “Quiero agradecer y felicitar a todas las IPS, EPS y todo el sistema de salud que ha estado operando en los territorios que han avanzado de manera acelerada, así como a los secretarios de salud”.

Sin embargo, lo que beneficia a unos afecta negativamente a otros. Mientras que la mayoría de la población celebra que ya no sea obligatorio el uso de la mascarilla, lo cierto es que hay un grupo que ve esta noticia como algo perjudicial: la industria de los tapabocas en el país.

Desde marzo de 2020, cuando se instauró en todo el territorio nacional el aislamiento preventivo obligatorio por cuenta de la llegada de la pandemia de la covid-19 a Colombia, las empresas textiles vieron un aumento significativo en la producción de los tapabocas, teniendo en cuenta que era la primera “arma” que podían adquirir las personas para contrarrestar el virus.

De hecho, fue tal la producción que incluso representó el 70 % de las exportaciones de todo el sector textil colombiano en los últimos dos años, según la Cámara Colombiana de Confecciones.

“Gran parte de las empresas del sector manufacturero en Medellín se dedicaron a la elaboración de esto. En muestra de ello es que en Antioquia las exportaciones 2020-2021 se incrementaron por encima de un 7 % en este segmento”, explicó Camilo Rodríguez, presidente de la Cámara Colombiana de la Confección, en relación con la importancia de este producto para las ventas de la industria textil en la zona noroccidental del país.

Por esto, el decreto presidencial que permite a las personas quitarse el tapabocas, incluso al interior de recintos cerrados, representa un reto para este sector que ya ha empezado a ver pérdidas en sus ventas.

No obstante, contrario a lo ocurrido al inicio de la pandemia, el desafío en 2022 no es solo saber qué nuevos productos se pueden empezar a fabricar o a cuáles poner más empeño, sino además conservar los empleos dentro de este tipo de empresas.

“En este momento hay alrededor de 6 mil a 7.500 puestos de trabajo enfocados en este segmentos. Esos puestos pueden caer a 0 en los próximos dos o tres meses”, añadió Rodríguez.

Según informes del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, en 2020 las exportaciones de tapabocas superaron ventas por más 49,5 millones de dólares, es decir, casi 1.200 toneladas de este producto.

Entonces, ahora surgen dos cuestionamientos en relación con esta problemática social y económica en Colombia: ¿qué sucederá con los empleados que llegaron a las fábricas textiles solo para cubrir los nuevos puestos que se crearon durante la pandemia? y ¿cómo poder crear nuevos proyectos que generen nuevos empleos para estas personas?