El 2 del mayo de 2002, un cilindro de gas lanzado por las FARC convirtió a la iglesia de Bojayá (Chocó) en un infierno del cual pocos pudieron salvarse pero cuyo dolor persiste no sólo por las heridas que todavía algunos conservan por las esquirlas incrustadas en el cuerpo, sino además por la incertidumbre de no haber podido sepultar a sus seres queridos, que todavía son N.N.Durante tres días estuvieron reunidos unos 200 afrocolombianos e indígenas en la misma Iglesia de Bellavista donde ocurrió la masacre hace 14 años tras un enfrentamiento entre grupos paramilitares y guerrilleros.Fue la Quinta Asamblea convocada por el Comité por los Derechos de las Víctimas de Bojayá, en la que estuvieron representantes de la Fiscalía; Medicina Legal; autoridades locales, departamentales y nacionales, y congresistas de Chocó a instancias de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.José de la Cruz, vocero del comité, dijo a Semana.com que es incomprensible que 14 años después la población no sepa dónde están los restos de sus familiares. “Para la comunidad y para quienes perdieron seres queridos el 2 de mayo del 2002 no está claro cuáles son los restos de las víctimas porque no los han recibido. No tienen un lugar para ir a encenderles una vela un domingo o ir a poner una rosa, nos se ha hecho todavía el duelo”.Lo que se le exige a la Fiscalía, recalcó De la Cruz, “es que se exhumen todos y cada uno de los cadáveres y se den respuestas sobre las personas que están desaparecidas, las identifiquen y se entreguen los restos a cada familia para hacer el proceso de duelo”.Duda de la cifra oficial de 79 muertos, pues considera que en los cementerios donde reposan la mayoría de los restos no aparecen los de cuatro familias. “Tenemos la seguridad de los desaparecidos y de los neonatos que murieron cuando sus madres estaban embarazadas y que no están incluidos en las listas. Esa es la petición, que se pueda iniciar la búsqueda de esos restos desaparecidos para que por fin sus familias puedan descansar de tantos años de dolor y sufrimiento”.Uno de los temas que más preocupan actualmente a los sobrevivientes, y así quedó consignado en un documento de compromisos, es una alerta “sobre la presencia de actores armados ilegales y el auge y reaparición del fenómeno del paramilitarismo en la región, amenazando, extorsionando y generando terror y miedo en las comunidades de los municipios de Bojayá y Vigía del Fuerte”.“Nos preocupa la presencia de paramilitares en la zona donde todavía se encuentran los miembros de la guerrilla de las FARC. No queremos la repetición de los combates que llevaron a los crueles hechos del 2 de mayo del 2002”, dice el documento.También, al concluir la Asamblea, el Estado se comprometió a comenzar la reparación colectiva y poner en marcha el plan que resulte de la concertación con los cabildos indígenas y las comunidades afrocolombianas, así como organizar un “lugar de memoria y espacio de construcción y formación para la paz”.También se contempla la apertura de una oficina del Banco Agrario en Bellavista, apoyo a iniciativas productivas y de mercadeo y la realización de una brigada de salud y un plan de atención permanente e integral, tanto físico como sicológico personalizado, para más de un centenar de víctimas lesionadas y sobrevivientes de la explosión de la pipeta del 2 de mayo del 2002.La conmemoración de la masacre de Bojayá comenzó muy temprano con una peregrinación encabezada por lo que quedó de la figura del ‘Cristo mutilado’. Un recorrido hasta el antiguo poblado de Bellavista lugar de la tragedia y donde se celebró una eucaristía y después una visita a la fosa común donde inicialmente fueron enterrados los cadáveres.La jornada concluyó con una vigilia nocturna enmarcada con alabaos y rezos de la comunidad, en medio de la penumbra de velas encendidas que iluminan el camino hacia el cementerio para orar por el eterno descanso de los fallecidos hace 14 años.