SEMANA: Chaca, bienvenido. Gracias por atendernos.
CHACA (CH): hola, ¿qué más? Acá ya son buenos días.
SEMANA: a la hora que estamos grabando la entrevista en Colombia son las 5 de la tarde. ¿Qué hora es allá?
CH: aquí son la 1:40 de la mañana.
SEMANA: ¿exactamente en qué lugar de Ucrania se encuentra?
CH: yo me encuentro en este momento en Járkiv.
SEMANA: en Colombia se hizo viral un video en el que se ven a exsoldados colombianos diciendo que son víctimas de maltrato por uniformados ucranianos, ¿quiénes son las personas que aparecen en el video? Aseguran que los tratan como a perros, se ven golpes en el rostro y colombianos llorando.
CH: no, eso es una gran mentira. El problema que hubo es que el soldado quiso pegarle al sargento ucraniano porque estaban bajo el efecto de bebidas alcohólicas y la verdad eso está mal hecho.
SEMANA: ¿los soldados que denuncian maltrato en realidad estaban borrachos?
CH: claro, sí. No se les puede llamar soldado verdaderamente porque no se comportan como tiene que ser.
SEMANA: cuando usted vio esa escena, ¿qué sintió?
CH: fue horroroso, porque hubo golpes, pero de todas maneras ellos dicen una versión, aunque la verdad es que bajo los efectos del alcohol nada está bien. Acá se rige uno bajo un régimen que es igual al del Ejército Colombiano, no se debe tomar, ni fumar drogas, nada de esa cuestión. Ellos llegaron a pelear con el comandante y el comandante no se iba a dejar.
SEMANA: ¿no está el hecho de que un comandante responda también a golpes?
CH: no es fácil de controlar. Hay reacciones humanas, eso es una responsabilidad de uno mismo, se sabe que se está en un país ajeno. No era la primera vez, ya lo habían hecho los mismos en otros lugares. Ellos ya venían con el mismo problema porque también hubo un problema antes de alcohol, ya lo cogen es de vicio. Eso no es lo correcto, venimos a representar algo y los ucranianos son buenas gentes.
Ya por ejemplo yo llevo seis meses y nunca he tenido un problema con ellos. Es que ellos se pasan, usted sabe cómo es el colombiano con tragos.
SEMANA: ¿qué pasó con los soldados colombianos que protagonizaron la pelea?
CH: la sacaron barata, de buenas que los dejaron ir. Les dijeron: “Rompa contrato y se van”, porque aquí lo que ellos hicieron es un delito. En una vaina de guerra usted no puede estar con licor en la cabeza. Además, que insultaron a la autoridad ucraniana. Por pegarle a un comandante puede ir detenido, tiene cárcel. Uno firma un documento en el que consta que se tienen que obedecer órdenes, como en Colombia al pegarle a un superior.
SEMANA: ¿ellos permanecen en Ucrania?
CH: no, en este momento no sé dónde estarán. Dicen que están en otra ciudad.
SEMANA: muchas personas se solidarizaron con los colombianos al ver esos videos. Uno de los soldados decía: “Tengo esquirlas tratando de defender a su país y este es el trato que estamos recibiendo”. ¿Usted se ha sentido acogido por los ucranianos?
CH: claro, es que ellos son buenas personas; es que el colombiano no se puede tomar una cerveza. Y habían echado gente por la misma cuestión.
SEMANA: ¿cuál ha sido su experiencia en esos seis meses que ha vivido allá?
CH: normal, somos bien acogidos y en el campo de batalla nos toca ir a pelear duro, vamos a trincheras donde vemos al enemigo a 150 metros, artillería, de todo. Esta vaina es dura, no crea usted que venir por acá es fácil, esta vaina es a otro nivel. Yo nunca había visto esto. Es duro, pero ahí vamos.
SEMANA: ¿qué ha sido lo más duro?, porque la guerra en Colombia también es fuerte, pero usted dice hay cosas que jamás imaginó vivir.
CH: acá son granadas 105, de 90 para arriba. Es una vaina que cae y a usted le duelen los oídos; sale tierra y párese y avance para donde tiene que llegar o a las trincheras. Es duro. Uno en Colombia escucha grandas de 40 , pequeñas, de 60. Pero es que aquí caen y dejan unos huecos siempre grandecitos. Acá uno aprende mucho, aprende uno también. Los ucranianos son unos berracos, mis respetos. A nosotros en Colombia nos ha tocado duro, pero ellos son los mejores soldados en el mundo hoy en día.
SEMANA: ¿esas granadas están cayendo en qué zonas?, ¿rurales?, ¿urbanas? ¿Cuál es el contexto en el que se está dando hoy en día el enfrentamiento?
CH: en las ciudades, en los campos, allá en las trincheras. Eso pareciera que hicieran un barrido de granadas, y uno le pide mucho a Dios. A uno le ha tocado meterse en las trincheras con los ucranianos, ellos hablan de la familia y uno también, de mis hijos, de mi hogar. El idioma también es complicado, pero uno con los días va haciendo camaradería con ellos.
SEMANA: si puede, descríbanos una de esas trincheras, porque muchos pensaran que allí puede ser el último momento de su vida, así como usted lo describe.
CH: son trincheras pequeñas, un espacio de un metro por dos metros, cabe uno acosado. Y el fuego —si es constante— en la artillería suena y usted agacha la cabeza, que no le vaya a caer eso porque allá llega uno a Colombia.
SEMANA: ¿ha sentido la muerte cerca?
CH: sí, en la última que tuve. Fuimos tres colombianos y un grupo de ucranianos y al entrar no nos pasó nada gracias a Dios, cayeron solo como dos granadas. Ya cuando íbamos de salida el ucraniano tomó la decisión de cambiar de ruta y fue lo mejor que pudo hacer porque por donde estaba estipulado (que fuéramos) empezaron las ráfagas y los ataques. Si no hay cambio de planes, hubiéramos muerto. Eso parecía una navidad con pólvora, virgen santísima.
SEMANA: ¿quién lo espera en Colombia?
CH: mi esposa y mis hijos. Pero yo les digo a ellos que es una decisión mía, que tomé y ya. Yo les digo que uno tiene que hacer las cosas por convicción, no solamente porque es lucrativo. Claro que pagan bien, pero cuando la gente llega y se da cuenta de lo duro que es, se quedan son días y renuncian, no aguantan el fuego enemigo. Duran un día. Me dijo un amigo: “Yo no vine a morir acá, yo me voy. Yo decidí venir porque no me gusta que el grande se la monte al chico, porque debemos ayudar a defender y por el orgullo de decir que combatí en una guerra tan difícil en la historia.
SEMANA: ¿cuánto gana para que valga la pena todo ese riesgo?
CH: el promedio es de 15 millones de pesos; pero por el cambio de moneda, a veces cambia a 13 millones de pesos.
SEMANA: ¿quién les paga?
CH: el Ejército Ucraniano. Se firma un contrato por 3 años, pero se puede deshacer en cualquier momento. Sin pagar clausulas. Aquí a nadie obligan.
SEMANA: ¿con usted cuántos colombianos hay?
CH: yo estoy cerca a cinco no más. Pero hay brasileros, argentinos, peruanos, chilenos, de todo. Venezolanos no reciben.
SEMANA: ¿por qué?
CH: usted ya sabe.
SEMANA: no sé, cuéntenos.
CH: porque ahí están los rusos, por un tema de política no dejan.
SEMANA: ¿usted ha tenido que entrar a Rusia?
CH: no, no. Solamente nosotros defendemos a Ucrania. Porque usted sabe que este es el pulmón de la harina y el pan, entonces hay que ayudar porque se puede acabar el pan. La gente es muy cariñosa, a veces salgo a la ciudad y la gente es amable, se toma fotos con uno. Dan donaciones y ayuda.
SEMANA: en esta parte del mundo se escucha que Colombia va perdiendo la guerra, ¿será que realmente fracasó la contraofensiva?
CH: no, vamos es bien. Hay sorpresas. Está lento, pero confiando en Dios, pero le va a demostrar Ucrania que verdaderamente bien. Nosotros hemos recuperado mucho terreno al que ellos habían ingresado. Y además esos rusos son flojos. Y en Colombia toca quitar ese lema de que “atacan más que los rusos”. Ahora es: “Atacan más que los ucranianos”. Esa gente sí tiene coraje y agallas. Son berracos.
SEMANA: ¿qué ha escuchado de los centros de tortura?
CH: eso sí es verdad. Esa gente le tiene lavado el celebro al pueblo. Uno sabe que nosotros no nos podemos dejar coger, nosotros tenemos que morir en el campo de batalla, porque es preferible morir a que nos cojan. La orden de Putin es que no quiere ver a ningún latinoamericano vivo.
SEMANA: ¿Ucrania está usando bombas sucias?
CH: no de acá para allá no. Pero los rusos sí, porque yo lo he visto en los campos de batalla son racimos los que lanzan. Cuando usted le hecha agua a una bomba de esas se prende más. Las he sentido cerquita. Incluso a veces tiran bombas de 500 kilos. Uno acá se acostumbra a ver morir compañeros. De la nacionalidad que fallezca, lo repatrian a sus casas. Eso es mentira que a uno los rusos lo dejan tirado y no lo llevan.
SEMANA: ¿los drones han dificultado la defensa?
CH: esa es una tecnología muy dura, esa es la innovación de la nueva guerra. Es vaina es lo último en guarachas. Eso está quitando muchas vidas. Toca estar mirando el cielo porque en cualquier momento se le para un dron y le lanza una granada y usted tiene que arrancar a correr. Estamos peleando humanos contra máquinas. La tecnología es muy dura. Esa es la guerra actual.
SEMANA: ¿cuánto tiempo piensa quedarse allá?
CH: quiero quedarme solo tres meses más, vine a cumplir una meta por mis hijos. El mayor tiene 15 años; el otro, 13 y la niña menor tiene 10 años. Pienso llegar (a) descansar un poco y mirar qué hacer porque en Colombia está dura la situación. Está más peligroso vivir en Colombia que aquí. En Colombia cualquiera lo apuñalea a usted y lo mató, por robarle el celular; si no es la delincuencia común están las guerrillas con sus ataques, las extorsiones. Acá por lo menos uno tiene claro el enemigo y pelea contra uno solo. Pero en Colombia es muy inseguro, acá hay ciudades que son normales.