¿De qué habló el mundo hispanoparlante en 2018? De contaminación. Al menos así lo deja ver la Fundación del Español Urgente, Fundéu, con el resultado de su tradición anual de escoger una palabra representativa de ese periodo. En 2018 ganó “microplásticos”, un término que se aleja del marcado tono político que tenían las palabras de 2016 y 2017, “populismo” y “aporofobia”, respectivamente. “Microplástico es una palabra que llegó a la gente debido al gran auge que ha tenido la información sobre la contaminación con materiales plásticos”, sugiere Jairo Perilla, profesor de la Universidad Nacional y doctor en Ingeniería de Polímeros. Perilla se refiere al especial énfasis que hubo en medios de comunicación sobre el problema que se conoce desde hace más de 20 años, aunque solo hasta hace poco se empezó a reconocer la gravedad del fenómeno con estudios que encontraron estas partículas en heces humanas. En mayo del año pasado, National Geographic dedicó un número completo al problema de la contaminación por plástico. Y el auge se debe también a alertas lanzadas por organizaciones como la Fundación Ellen MacArthur, que ha adelantado campañas de promoción para detener el uso de empaques y envases de plástico no reciclables, que representan el 40 por ciento de la producción global de polímeros. ¿Qué es el microplástico? Es el plástico descompuesto en partículas diminutas que no superan los 5 milímetros de tamaño y, además de ser imperceptibles al ojo humano, se escapan de las redes que recogen material contaminante del océano. Su tamaño no solo hace difícil su limpieza sino que, explica Perilla, “con la contaminación, tenemos el problema de que lo que no vemos no lo sentimos como contaminante. Cuando la botella desaparece del ambiente, dejamos de sentirla como contaminación”. Además, hay aditivos que se le añaden a los plásticos en su fabricación que sí son perjudiciales. “Sus efectos están, principalmente, en que si no se tratan los materiales plásticos, estos duran en el ambiente mucho tiempo y liberar aditivos plastificantes que pueden ir a las aguas y de allí pasar a la cadena alimenticia para afectar a la población que las consume”, sostiene Perilla. Si bien ya se sabe que estas partículas están siendo ingeridas por humanos, aún se está investigando “qué efecto tiene para la salud de estos animales y para la cadena alimenticia estos materiales tan pequeños. Puede que sea mínimo o bastante”. ¿Qué se está haciendo en Colombia? El pasado 24 de octubre, el Parlamento Europeo acordó prohibir los plásticos de un solo uso (bolsas, pitillos, empaques y botellas no reciclables, entre otros) para el 2021. A estas medidas se suman las prohibiciones de su consumo en 129 aeropuertos de India y de bolsas plásticas y pitillos en el estado de California. En Colombia, desde mediados de 2017 se cobra un impuesto al consumidor que pida una bolsa plástica que, en 2018, recaudó 294 mil millones de pesos. Sin embargo, seis meses después de su implementación, esta medida solo redujo el consumo de bolsas en 30 por ciento y, como afirma Jairo Perilla, “hay plásticos que, determinadamente, hay que prohibir. Los plásticos de un solo uso. El único camino es prohibirlas o reducir al máximo su consumo”. Por esto, en septiembre del año pasado, el representante a la Cámara por Bogotá, Juan Carlos Losada, radicó un proyecto que busca prohibir la fabricación de plásticos de un solo uso en el país desde el 2030. “La política de plásticos, en general, ha girado en torno al consumo responsable. Es decir, que el consumidor se eduque, los consuma menos y recicle”, afirma Losada, quien duda de este acercamiento, pues asegura que “de los 12 mil millones de toneladas de plástico que se ha producido, solo se ha reciclado el 9 por ciento”. El enfoque que sugiere Losada es, en cambio, no poner en el mercado estos productos contaminantes que, cada año, le suman nueve millones de toneladas de basura a los océanos, de acuerdo con National Geographic. “El objetivo de esta ley es ponerle un freno al descontrol absoluto en el que se encuentra hoy el tema de los plásticos en nuestro planeta”, sostiene Losada, que además defiende que el proyecto no responsabiliza al consumidor sino que busca una “responsabilidad extendida del productor”. Losada cree que el proyecto fue bien recibido por sus colegas. “Hoy como nunca hay una conciencia diferente en el Congreso, que tiene que poner a pensar a todos los partidos políticos más allá de las ideologías”, pero sabe que el trámite no será fácil por que “el lobby de los plásticos es muy fuerte y ha hundido varias veces proyectos como el del cobro a las bolsas plásticas”. Además, el congresista es consciente de que esta medida afectará a la industria de plásticos y, por eso, explica que se piensa hasta el 2030 para “innovar y encontrar nuevos materiales amigables con el medio ambiente”. Pero para organizaciones como Greenpeace Colombia, la fecha es demasiado lejana si se tiene en cuenta el grave daño que estos productos le hacen a los mares. Por esto, en octubre de 2018, la ONG inició una recolección de firmas para exigirle al Ministro de Ambiente Ricardo Lozano, que incluya la eliminación de plásticos de un uso en la política nacional de residuos. Vale la pena aclarar que el plástico no tiene un efecto directo en el calentamiento global, aunque sus procesos de fabricación sí dejan una huella de carbono y consumo energético, por lo que su prohibición sí ayudaría a combatir este problema. Así, parece que el país se pone en sintonía con el resto del mundo, si bien Losada advierte que es momento de que el gobierno “se ponga la camiseta del medio ambiente”, pues decisiones como la aspersión con glifosato parecen ir en contravía de este. Por ahora, si los Estados no toman medidas drásticas, la vida humana en planeta Tierra será inviable en solo 11 años, como advirtió las Naciones Unidas.