Sobre la vida de los hermanos Rodríguez Orejuela se han tejido muchas historias, libros y novelas. Pero en ese entramado del Cartel de Cali hay un personaje que siempre ha llamado la atención: Marta Lucía Echeverry. La reina de belleza protagonizó un libreto como de la Bella y la Bestia y vivió un tórrido amor con uno de los jefes más temibles de la mafia: Miguel Rodríguez Orejuela.

El capo, capturado en 1995 y extraditado a los Estados Unidos 10 años después, hoy acude al Gobierno Petro y se postula para ser gestor de paz. En una carta enviada al presidente, el líder del cartel se ofrece a contar detalles sobre lo que fue “la época más aciaga, oscura y sangrienta de nuestra historia, entre la que se encuentran los asesinatos de tres candidatos a la Presidencia en 1988, atentados terroristas contra la población civil y la fuerza pública, que sembraron temor y zozobra”.

Carta de Miguel Rodríguez Orejuela, exjefe del cartel de Cali, al presidente Gustavo Petro. | Foto: Cortesía
Carta de Miguel Rodríguez Orejuela, exjefe del Cartel de Cali, al presidente Gustavo Petro | Foto: Cortesía

Rodríguez asegura que hoy es otra persona y que su deseo es aportar a la verdad. “Hoy, después de 28 largos años y con otra mentalidad, he decidido transgredir la barrera impenetrable del silencio en la cual me resguardo, manteniendo intacto y a salvo el instinto de conservación”. Y en ese sentido, se ofrece para ser un gestor de paz de la Casa de Nariño.

“Señor presidente, pienso que nunca estuvieron dadas las condiciones para solicitarle a usted respetuosamente que considere la posibilidad de que sea yo avalado como un nuevo ‘gestor de paz’. Soy consciente de lo que esto representa y la responsabilidad de tan difícil y ardua labor que tiene, para conseguir la ‘paz total’”,dice.

Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela fueron los temibles jefes del Cartel de Cali. Ambos fueron capturados y extraditados a los Estados Unidos. | Foto: semana

La reaparición de Miguel Rodríguez ha hecho que el país recuerde muchas historias sobre su vida, su poder en el negocio de las drogas, sus guerras con Pablo Escobar y su convulsionada vida personal. SEMANA contó en 1994 su historia de amor con Marta Lucía Echeverry, cómo su amor por ella lo llevó a darle todo lo que deseaba y cómo ese mismo amor se convirtió en su talón de aquiles, pues el Bloque de Búsqueda le seguía sus pasos para poder capturarlo.

La reina y el jefe

“Una noche de mediados de febrero de 1994, miembros del Bloque de Búsqueda montaron un operativo en el edificio La Loma, localizado en la avenida novena norte con calle 21, en la ciudad de Cali. Los oficiales que llegaron al lugar al frente del piquete de uniformados tenían información de que en uno de los apartamentos del edificio estaba programada una importante cita.

Para los hombres del Bloque no había la menor duda de que la reunión tendría lugar. Desde hacía tres meses, el grupo de inteligencia le seguía los pasos a una de las dos personas que iba a asistir al encuentro. Para las autoridades había sido una tarea dispendiosa por cuanto la persona había tomado todas las precauciones para evitar que sus llamadas telefónicas fueran interceptadas. Cada 24 horas sus números telefónicos eran cambiados. Sus conversaciones eran cortas y la mayoría de ellas en clave.

Sin embargo, el persistente trabajo de los investigadores por fin daba resultados. Una de las llamadas fue interceptada y las autoridades lograron establecer que esa noche el personaje que venían siguiendo, Miguel Rodríguez Orejuela -uno de los jefes del cartel de Cali-, se encontraría con Marta Lucía Echeverry, ex reina nacional de la belleza y su compañera durante los últimos 12 años, y pasaría con ella la noche.

A los pocos meses de haber ingresado a la nómina de la revista del América, Marta Lucía tuvo la oportunidad de conocer a Miguel Rodríguez Orejuela. El encuentro se dio durante una reunión social en las instalaciones de la revista.

”Los hombres creyeron que eso les daría tiempo y que para evitar despertar las sospechas de la seguridad de Rodríguez, llegarían tarde al lugar”, le dijo a SEMANA una fuente de los organismos de seguridad. Lo hicieron hacia medianoche, pero cuando entraron al apartamento se llevaron una gran sorpresa: no había nadie. Buscaron por todas partes, pero no encontraron nada diferente a un lujoso apartamento.

Rodríguez había llegado al edificio hacia las 8:30 de la noche. Minutos después lo había hecho Marta Lucía. Pero el encuentro había sido corto y no permitió preparar el operativo. Permanecieron menos de media hora, al final de la cual salieron del edificio cada uno por su lado. Los oficiales a cargo del operativo dieron la orden al grupo de inteligencia de regresar a su trabajo, con el fin de tratar de encontrar una explicación a lo ocurrido. No pasó mucho tiempo antes de que las cosas se aclararan. El rastreo telefónico que venía haciendo el Bloque desde hacía más de tres meses a Marta Lucía Echeverry, les dio la clave.

Una tarde pocos días después del fracasado operativo, el teléfono de su apartamento repicó en varias oportunidades. Los agentes de seguridad escucharon que la ex reina le contaba a una amiga lo sucedido días atrás: al encontrarse en el apartamento del edificio La Loma para pasar la noche con Miguel Rodríguez, había estallado entre ellos una aguda discusión que los llevó a separarse media hora después. Lo que ella nunca supo fue que esa pelea de pareja había sido la causa del fracaso del operativo que tenía preparado esa noche de febrero el Bloque de Búsqueda en Cali para capturar a su novio.

Las vacas flacas

El nombre de Marta Lucía Echeverry no es desconocido para los colombianos. En 1974 representó al Valle del Cauca en el Reinado Nacional de la Belleza, donde logró la corona. Esta mujer nacida en Cartago, Valle, en 1956, llegó a la vida de Miguel Rodríguez Orejuela a comienzos de 1980, cuando se separó de Juan Fernando Ulloa Cabal, un prestigioso empresario de Cali con quien estuvo casada cerca de tres años.

Su separación le trajo muchos problemas económicos. “Ella vivía como una reina, pero cuando dejó a Ulloa, lo perdió todo, pues en el proceso de separación no pudo conservar ni siquiera sus joyas”, le contó a SEMANA una de las personas más allegadas a Marta Lucía Echeverry, quien condicionó su diálogo con la revista a que se mantuviera su nombre en reserva.

Durante el año que siguió a su separación vivió en Palmira, junto con su madre y sus dos hermanos, quienes fueron su soporte en esa época de vacas flacas. Pero las cosas comenzaron a cambiar a principios de los 80. Una amiga le comentó que existía la posibilidad de un puesto en una revista deportiva, donde estaban buscando una persona para manejar las relaciones públicas. Le dijo que ella tenía varios conocidos en esa revista y que podía ayudarla.

La colombiana era tan bella que fue elegida como la más fotogénica en Miss Universo. | Foto: API

Fue así como la ex reina entró a trabajar a la publicación mensual del Club Deportivo América de Cali, una revista dedicada exclusivamente a destacar las actividades de ese afamado equipo de fútbol. “Cuando ella entró a trabajar era una muchacha humilde que tenía muchas necesidades económicas y vio en ese puesto la oportunidad de salir adelante”, recordó una vieja amistad de la ex reina de belleza.

A pesar de que no había tenido en su vida mayores experiencias de trabajo, Marta Lucía contaba con algunas herramientas para enfrentar el nuevo reto que su vida le ofrecía. Había estudiado administración de empresas en la Universidad Santiago de Cali, tenía la experiencia adquirida en el reinado de Cartagena y la aún más significativa de su participación en el concurso de Miss Universo, donde obtuvo el premio a la candidata más fotogénica.

No era pues para ella del todo extraño el mundo de las relaciones públicas. Durante el año en que ciñó la corona nacional, conoció y trató a mucha gente.

Amor y amistad

A los pocos meses de haber ingresado a la nómina de la revista del América, Marta Lucía tuvo la oportunidad de conocer a Miguel Rodríguez Orejuela. El encuentro se dio durante una reunión social en las instalaciones de la revista. Los agasajos a jugadores y directivos del Club y a los empleados de la revista eran muy comunes en aquellos días, y solían contar con la presencia de Miguel Rodríguez, principal accionista del equipo desde hacía algunos años, y, en ocasiones, de su hermano Gilberto.

Desde el día en que se conocieron, entre Marta Lucía y Miguel Rodríguez hubo empatía. Se hicieron amigos y comenzaron a ser vistos juntos en restaurantes y actos sociales, en tiempos en que los Rodríguez Orejuela no habían sido señalados, ni siquiera por las autoridades norteamericanas, como sospechosos de actividades de narcotráfico. Los regalos y las invitaciones no se hicieron esperar y al poco tiempo iniciaron una relación amorosa. Por aquella época Rodríguez ya se había separado de su esposa, Amparo Arbeláez.

Según informes de inteligencia conocidos por SEMANA, Miguel Rodríguez tenía cuatro lugares para sus reuniones con Marta. Estas eran cada vez menos frecuentes porque la gente del Bloque les pisaba cada vez más los talones

El se enamoró perdidamente de la belleza y la sensibilidad de Marta Lucía, y a la vuelta de unos meses los dos se fueron a vivir a una casa en el barrio San Fernando, que para entonces era el sector más exclusivo de Cali. “Tenían una casa inmensa donde casi todos los fines de semana realizaban grandes fiestas con los amigos más cercanos. Ella siempre se encargaba de todo: de las invitaciones, la comida, el trago y las orquestas que amenizaban las reuniones”, agregó a SEMANA un empresario caleño que conoció a la pareja en aquellos días.

Fue una época dorada. Marta Lucía y su familia dejaron atrás los tiempos de apretarse el cinturón. De las incomodidades de su infancia y las estrecheces del período que siguió a su separación, la ex reina pasó a vivir en un pequeño palacio que ella misma se encargó de decorar con obras de arte y hermosas piezas de porcelana, las mismas que muy pronto se convirtieron en uno de sus principales hobbys.

En el barrio San Fernando vivieron durante un par de años. Con el crecimiento de Cali y la construcción de barrios exclusivos en zonas menos céntricas de la ciudad, la ex reina y Rodríguez cambiaron de domicilio. Se fueron a vivir a Ciudad Jardín, uno de los sectores más elegantes de la ciudad, donde las casas son auténticas quintas rodeadas de amplios jardines y hermosa vegetación.

A este lujoso sector comenzaron a mudarse de tiempo atrás algunos personajes que habían acumulado en pocos años grandes fortunas y a quienes las autoridades ya empezaban a identificar como miembros del entonces recién bautizado cartel de Cali. Varios de ellos intentaron convertirse en socios del Club Colombia, uno de los más exclusivos de Cali, pero fueron rechazados por las juntas directivas. Uno de ellos hizo leyenda en la capital del Valle, porque tras el rechazo optó por construir una gigantesca casa, que algunos calificaron como réplica del elegante club. A poco más de tres cuadras de esa mansión, Marta Lucía y Rodríguez tenían su residencia.

Con el paso de los años y en especial cuando se desató la guerra entre las organizaciones de narcotraficantes de Cali y Medellín, la casa pasó a ser un bunker. A la lujosa mansión de Marta Lucía y Rodríguez sólo se accedía a través de una escalera empinada que tenía cerca de 60 escalones. En la parte superior, en unos espacios muy amplios, había una piscina de medidas semiolímpicas. A pocos metros de allí estaba el despacho privado de Miguel Rodríguez y a su lado una enorme sala adornada con una finísima colección de porcelana.

”Todo este toque de distinción era producto de la mano de Marta Lucía, quien al poco tiempo de vivir con Rodríguez se convirtió en su relacionista pública persona. Ella era quien atendía a los invitados especiales y se encargaba de organizar las más íntimas reuniones sociales”, contó a SEMANA una de las fuentes entrevistadas. Cumplía con eficiencia y discreción su cargo de relacionista. Nunca hablaba más de la cuenta y cuando Rodríguez tenía reuniones de trabajo, ella sabía guardar prudente distancia.

A pesar de que desde que se convirtió en la mujer de Rodríguez su agenda se volvió más agitada, Marta Lucía no abandonó su trabajo en la revista del América. Pero eso sí, fue ascendida: de relacionista pasó a ser gerente. Su vida social fue más intensa que nunca. Como buena aficionada al deporte y a los espectáculos, estaba en primera fila en cuanto evento de este tipo se realizaba en Cali. Cuando se inauguró el hipódromo del Valle, ella estaba junto a Miguel Rodríguez en la mesa presidencial.

“Desde hace varios años se sienta en una barrera del tendido de sombra en la plaza de toros de Cañaveralejo, en la feria taurina de Cali que se realiza a finales de cada año”, contó a SEMANA un cronista taurino en 1994. Pero su afición por los toros no se limita a ir a la plaza. Es considerada como una de las mejores anfitrionas en los remates de corrida que organiza durante la feria en los más exclusivos hoteles de la capital del Valle. Pero la actividad social de la ex reina comenzó a mermar cuando a finales de los 80 quedó embarazada y nueve meses más tarde dio a luz a una pequeña que bautizaron con el nombre de Diana Andrea.

En torno del nacimiento de la hija de Miguel Rodríguez y Marta Lucía se ha tejido una leyenda. En Cali se dice que Rodríguez alquiló uno de los pisos de la clínica donde ella dio a luz. Y que el médico que la atendió triplicó sus honorarios con el argumento de que estaba atendiendo a una paciente muy especial. Pero es difícil confirmar esta parte de la historia, pues ninguna clínica de la capital del Valle acepta haber sido el escenario del episodio.

Tiempo difíciles

La crianza de la pequeña hija de Marta Lucía y Miguel transcurrió en medio de la intranquilidad originada por la guerra contra el cartel de Medellín. “Los hermanos Rodríguez perfeccionaron sus sistemas de seguridad y compartimentaron desde entonces a sus grupos de escoltas, a tal grado que los de Gilberto no conocían a los de Miguel y viseversa”, le explicó a SEMANA un oficial que ha participado de cerca en las labores de seguimiento de los dos hermanos.

Similares medidas fueron adoptadas para proteger a sus familiares, que se vieron obligados a vivir con limitaciones en sus desplazamientos y a viajar al exterior -especialmente a las islas del Caribe, Europa y Argentina- con mayor frecuencia que en el pasado. Con la muerte de Pablo Escobar en diciembre del 93 y con la decisión de las autoridades de enfilar a partir de entonces las baterías hacia Cali, los sistemas de seguridad del cartel fueron reforzados. Esa nueva situación llevó a que por primera vez Marta Lucía Echeverry y Miguel Rodríguez dejaran de vivir juntos y sus encuentros se volvieran clandestinos.

Según informes de inteligencia conocidos por SEMANA, la pareja tenía cuatro lugares para sus reuniones. Estas eran cada vez menos frecuentes, porque la gente del Bloque les pisaba cada vez más los talones.Los cuatro lugares de encuentro, tres apartamentos y una finca, fueron ubicados por las autoridades y con esa información se programó una serie de allanamientos en busca de Miguel Rodríguez y de información sobre la organización del cartel.

Fue así como la Policía, el Ejército y la Fiscalía ocuparon en varias oportunidades los apartamentos y las fincas donde presumían que estaban reunidos Marta Lucía y Miguel Rodríguez. Uno de los primeros inmuebles allanados por el Bloque de Búsqueda fue la hacienda Villa Carolina, ubicada en el kilómetro 26 de la vía que conduce de Cali a Buenaventura. También en varias oportunidades las autoridades ingresaron al apartamento del piso 15, ubicado en el edificio Santa Bárbara de Cali. Igualmente, los agentes del Bloque llegaron al apartamento de La Loma, ubicado en la avenida novena norte con calle 21.

A Marta Lucía el mundo de la realeza dejó de invitarla. En 1994, en la fiesta que hubo en Cartagena para conmemorar los 60 años del Reinado, los organizadores del evento, decidieron dejarla a un lado empeñados en limpiar la imagen de un certamen que en esos años se vio profundamente afectado por la influencia de los dineros del narcotráfico. “No tendría presentación -le dijo a SEMANA en ese momento una fuente cercana al Reinado- que viniera ella, ahora que se ha convertido en la compañera de uno de los hombres más perseguidos del país”.

La cenicienta

La vida de Marta Lucía Echeverry antes de conocer a Miguel Rodríguez, fue la historia de una joven bella y humilde que de la noche a la mañana se convirtió en reina. Cuando llegó a Cartagena como candidata del Valle del Cauca al Reinado Nacional de la Belleza en noviembre de 1974, nadie daba un peso por su elección. Y, al final, cuando contra todos los pronósticos se impuso a las demás aspirantes, su elección fue calificada como un verdadero ‘palo’. La conocida periodista Margot Ricci, quien cubrió el evento para la revista Cromos, escribió en esa época: “El nombre de Marta Lucía Echeverry produjo algo así como una especie de estupor entre un montón de gente que esperaba un resultado distinto”.

Vea el video de Miss Mundo en Colombia sobre la participación de Marta Lucía Echeverry en el concurso nacional de la Belleza

Algo similar había sucedido cuando, unos meses atrás, había resultado elegida reina del Valle del Cauca. El hecho de no ser caleña y tener un origen de clase media fue visto en esa oportunidad como un elemento en contra de esta bellísima mujer nacida en Cartago, Valle, el 8 de agosto de 1956. Sin embargo, contra viento y marea, Marta Lucía terminó por imponerse en uno y otro reinado. Los dos episodios la pueden dibujar de cuerpo entero.

Para quienes la conocen, se trata de una mujer luchadora e incansable, que mezcla una profunda sensibilidad con una gran tenacidad cuando de alcanzar metas se trata. Y es que la vida de Marta Lucía Echeverry no ha sido color de rosa. Su padre, Ramiro Echeverry, destacado abogado, murió asesinado en Cerrito, Valle, cuando Marta Lucía era aún muy joven, y su madre, Rosalba Trujillo, ecónoma del Colegio Salesiano de Tuluá, fue quien se encargó de su educación y la de sus hermanos.

Fue una época de estrecheces, durante la cual cursó la primaria en la escuela de Cerrito y terminó el bachillerato en el Instituto Julia Restrepo, de Tuluá. Cuando resultó elegida reina del Valle, seguía estudios de administración de empresas en la Universidad Santiago de Cali. Su elección produjo una especie de conmoción social en la cerrada sociedad vallecaucana. A las familias tradicionales del Valle les costaba creer que una linda jovencita que vivía en el barrio Salesiano de Tuluá, con su madre, su hermana Selenne y su hermano menor, Oscar Alberto, los tres durmiendo en el mismo cuarto, se hubiera convertido de un momento a otro en la representante del departamento al Reinado de Cartagena.

La bella valluna fue señorita Colombia en 1974. | Foto: API

En las notas sociales de la época se habló de los Echeverry como de “una familia sencilla y de pocos recursos”. A Cartagena fue apenas con lo justo. La empresa privada le regaló 75.000 pesos para que comprara trajes y accesorios. La boutique de Jorge Esguerra, dirigida entonces por Mercedes Baquero de De Francisco, le obsequió el traje de coronación. Luego de su triunfo en Cartagena, el comerciante Arturo Guevara, propietario del almacén “El Príncipe” de Tuluá, le ofreció un lote en un barrio de la ciudad para que construyera una casa propia. El arquitecto Julio Cruz Bueno, alcalde de la ciudad, se comprometió a elaborar los planos. Y la sucursal del Banco de Bogotá abrió una cuenta para quienes desearan colaborar con la nueva reina. La casa, como en la canción del maestro Escalona, se quedó en el aire. El proyecto nunca se concretó: “No he vuelto a saber nada con respecto a la casa que me iban a dar. Quién sabe qué pasó”, dijo un tanto resignada meses después.

En esos años, Marta Lucía era tan bella como humilde. Aún hoy en día, los cartageneros recuerdan su sencillez: “Junto con Liseth Mahecha, es una de las candidatas más pobres que ha estado en Cartagena”, le dijo a SEMANA uno de los miembros de la junta directiva del Reinado. Pero, sin duda, Cartagena le cambió la vida a Marta Lucía. Una vez elegida reina nacional de la belleza terminó su romance con el ingeniero mecánico Oscar Santa, quien había estado junto a ella durante varios años. “No fue el Reinado. Fue que éste sirvió para que nos diéramos cuenta de que el amor no era tan grande como creíamos”, declaró poco después de romper la relación.

Con la corona en su cabeza, Marta Lucía dio un primer gran salto social. En marzo de 1975 inició un romance con Juan Fernando Ulloa Cabal, un joven industrial caleño, miembro de una tradicional familia vallecaucana y quien había cursado estudios secundarios en el Fessenden School de Boston y se había graduado como ingeniero naval el Admiral Farragut de Estados Unidos. Cuando conoció a Marta Lucía, ocupaba uno de los cargos más apetecidos del Valle: era director del Ingenio Providencia de Palmira. Los novios se casaron el 8 de diciembre en la capilla del Ingenio, pero esa unión duró pocos años. A principios de los años 80 conocería a Miguel Rodríguez Orejuela y se iniciaría una nueva etapa en la vida de quien fuera alguna vez la Cenicienta del Reinado de Cartagena”.

*Este artículo fue publicado originalmente el 2 de octubre de 1994