Para el soldado profesional Luis Alfonso Garcés no hay duda, la vida (o al menos la suya) es una cuestión de tiempo: minutos para esperar su cuarto lanzamiento desde un helicóptero en movimiento en la base de entrenamiento de Tolemaida; segundos para decidir qué hacer cuando se dio cuenta de que su paracaídas no abrió completamente; y centésimas para ejecutar una última acción de evasión a la muerte.

En el aire, y pese a la impresionante caída registrada en un video aficionado, no contempló morir, siempre pensó en que contaría el cuento, y hoy, 11 días después, sentado en el Hospital Militar Central con una fractura de tibia y peroné, y una más en la columna, relata los hechos de manera pausada, con la humildad de quien recibe una segunda oportunidad. Estudia las palabras para siempre agradecer a la vida su presencia.

Y es que, a juzgar por el video, seguir con vida es un completo milagro. No hay otra expresión válida. La persona que graba lo dice sin temor a equivocarse cuando ve el cuerpo diminuto del soldado Garcés atravesar bruscamente el viento: “No le abrió el paracaídas, se mató ese man”.

Mientras en tierra presagiaban lo peor, Garcés se aferraba a lo único que tenía a la mano: esperanza y conocimiento. “Ese era mi último salto, y al verificar que la cúpula de mi paracaídas no se abrió, hice cuatro giros, porque no vi las líneas claras; verifiqué alrededor para estudiar a dónde iba a caer, logré ubicarme en el punto de lanzamiento, y ya, cuando iba a aterrizar, apliqué lo que me enseñaron y me aferré fuerte a los elevadores para tener una buena caída”, dice Garcés. Todo eso lo hizo en escasos segundos. Para hacer un paralelo de tiempo, tarda más el soldado en relatar las 65 palabras del anterior entrecomillado y el periodista en redactar el párrafo, que el hecho mismo de caer al vacío desde un helicóptero en movimiento.

“En esos segundos fue poco lo que pensé”, asegura. Quizá sus pensamientos fueron tan fugaces que no se percató de que ahí estaban para animarlo a enfrentar la adversidad. El soldado seguramente recordó sus 13 años en el Ejército, sus 11 años de matrimonio, y las imágenes de su pequeño hijo, de 9 años, que de alguna manera se hicieron presentes durante la caída.

La caída del soldado profesional ocurrió en la última maniobra de un entrenamiento en Tolemaida.

Garcés nunca perdió el conocimiento. Tras el duro aterrizaje, entró en un estado de shock que por poco le cuesta la vida. “En ese momento yo no sentía mi pierna derecha, sentía que me ahogaba, pedí ayuda, auxilio. Gracias a Dios donde caí había un enfermero auxiliar cerca y me estabilizó con los primeros auxilios”, cuenta.

Era la primera vez en 13 años de servicio que en un campo militar (en este caso de entrenamiento) estaba del otro lado: en una camilla rogando atención. Desde hace cinco años, Garcés salva vidas. Es enfermero en el Batallón de Operaciones Especiales. “Yo salvo vidas, haciendo evacuaciones aeromédicas en todo el país. Tengo el don de ayudar a mis compañeros y a quienes no son mis compañeros. Me gusta ayudar a toda la población civil”.

Precisamente este ejercicio de entrenamiento consistía en mejorar su capacidad de reacción para rescatar a sus compañeros heridos en combate en las espesas selvas colombianas. Desde hace varias semanas, estaba en Tolemaida aprendiendo del arte de descender de los cielos. Con ese cuarto salto sellaba un curso más, que luego luciría en su uniforme. No había nada que temer, pues en las tres ocasiones anteriores había sido el alumno con mejor aterrizaje.

Y a pesar del incidente, su balance es positivo: “Todo salió bien”, dice. Inicialmente, tiene incapacidad por un mes. Espera, después de esos días, comenzar las terapias para, en pocos meses, estar de nuevo en el ruedo, salvando vidas. Dice que esta mala experiencia no lo va a detener, pues es más importante la vocación y el servir a los demás. ¿Qué más da?, se pregunta, si la vida (o al menos su vida) es una cuestión de tiempo.