Mientras el presidente Iván Duque ha volcado su agenda a atender la pandemia del coronavirus, su ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, sorprendió con una idea que no estaba en los planes de la propia Casa de Nariño: buscar un pacto político para modificar la implementación del acuerdo de paz con la Farc. Esas palabras revivieron de inmediato la aguda polarización en torno al tema y fueron desautorizadas. “El Gobierno no está pensando en modificar los acuerdos”, aclaró Emilio Archila, consejero presidencial para la Estabilización y la Consolidación.
Si Duque no está pensando en revisar lo convenido en La Habana durante el gobierno de Juan Manuel Santos, ¿por qué Trujillo puso este asunto sobre la mesa durante un debate semipresencial en el Senado? Además, ¿a qué le apuesta en momentos en que el país tiene los ojos puestos en la salud y en la compleja reactivación de la economía?
Las declaraciones del ministro generaron efectos políticos. El primero, alimentó nuevamente las prevenciones de un sector que considera que el uribismo quiere efectivamente hacer trizas la paz. Que el hombre a cargo de la seguridad nacional y las Fuerzas Militares hable de la importancia de llegar a un nuevo acuerdo sobre la implementación, un asunto que incide en el éxito de la paz, no es cualquier cosa. Trujillo fue uno de los tres voceros de la campaña del No en el plebiscito de octubre de 2016, junto a Iván Duque y Óscar Iván Zuluaga. Su nombre es uno de los más respetados en el uribismo y está en la baraja de los precandidatos presidenciales de 2022. Su tesis, de hecho, caló muy bien en el Centro Democrático, que insistirá por tercera vez en una reforma a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), según anunció la senadora Paloma Valencia. En su intervención en el Senado, el ministro de Defensa dijo que las “modificaciones hacia adelante son una fuente de estabilidad de los acuerdos, no la razón de ser de su destrucción” y puso como ejemplo lo ocurrido en Irlanda del Norte. Ese planteamiento no tuvo mayor eco y fue interpretado como inoportuno en plena pandemia. Hoy Duque busca tender puentes en medio de la emergencia sanitaria y lo que menos pretende es desatar una crisis política por cuenta de la implementación del acuerdo de paz.
El mensaje de Archila fue tajante: “Todos seguimos las directrices del presidente. Ninguna de las garantías que se ofrecieron a los excombatientes Farc va a ser modificada”. El consejero dijo además que el consenso debe apuntar a seguir avanzando en la implementación, como en los últimos 19 meses, con el respaldo de la comunidad internacional. Por los lados del partido Farc también le cerraron las puertas a la idea del ministro. El líder de ese movimiento, el senador Rodrigo Londoño, aseguró que la propuesta de Trujillo no tiene sentido y se preguntó qué intereses hay detrás. “Es un exabrupto llamar a cambiar el acuerdo, ¿cuál es la intención? Si hubiera buena fe, se diría analicémoslo. Allí hay mala fe”, afirmó Londoño. Sin lograr el respaldo de ninguna de las partes, Trujillo se quedó aparentemente solo. Pero al final se llevó el apoyo del uribismo en pleno y hasta un reconocimiento del exjefe negociador Humberto de la Calle, quien dijo que celebraba que no propusiera tocar el texto del acuerdo pactado con las Farc tras cuatro años de negociaciones.
Intentar revisar la implementación, así sea para buscar un consenso entre los que votaron por el Sí y el No en el plebiscito, va en contravía de lo que el presidente Duque dejó por escrito en 2018 en un documento titulado ‘Paz con legalidad’. A lo largo de 32 páginas, el mandatario se comprometió a que cualquier cambio solo operará hacia el futuro mediante reformas constitucionales. Para despejar dudas, señaló textualmente que dichas propuestas “no afectarán negativamente” a los excombatientes en medio de su reincorporación ni los derechos políticos adquiridos por los líderes de las Farc. Una de las principales promesas de campaña de Duque consistió en eliminar la posibilidad de reconocer el secuestro y el narcotráfico como conexos con el delito político en nuevas negociaciones de paz. Tras sortear ocho debates en el Senado y la Cámara, Duque logró su propósito y sancionó una ley en ese sentido a mediados del año pasado, cuyos efectos no son retroactivos para el acuerdo con las Farc. Por esa razón, la propuesta de Trujillo pareció más un intento de tomarle la temperatura al país político de cara a lo que viene en la próxima legislatura cuando el uribismo tomará un nuevo impulso para intentar reformar la JEP, luego de dos intentos fallidos. El partido de Gobierno quiere que Duque apoye públicamente esta iniciativa de modificar el tribunal de justicia transicional. Se trata de una petición con respuesta aún incierta teniendo en cuenta las preocupaciones que tiene el mandatario en medio de la difícil coyuntura. La Casa de Nariño tiene sus esfuerzos puestos en fortalecer la capacidad hospitalaria por el pico epidemiológico que se avecina con la pandemia y también en cómo mitigar los devastadores efectos que está dejando en la economía, el desempleo y en la vida de millones de colombianos. Pero el difícil momento no ha impedido poner a la paz en el debate público. Esta semana el expresidente Álvaro Uribe, al referirse a la JEP, dijo que esa jurisdicción “terminará por acabarse” e insistió en que hay un sesgo y es necesario crear una sala especial para juzgar a los militares. A juicio de Uribe, el acuerdo nacional que propone el ministro de Defensa debe ir más allá y debe servir para tramitar “reformas de fondo”.
Ese solo anuncio hizo retroceder en alguna medida la posición inicial de De la Calle. “No veo por qué no podamos escuchar a Carlos Holmes. ¿De qué se trata? ¿Sobre qué puntos? Lo lamentable es que el doctor Uribe nuevamente habló de reformas al acuerdo. Esa intervención nos deja amarrados al pasado. Seguiremos entonces en la defensa total del acuerdo”, aseguró el exjefe negociador. A raíz del intenso debate que abrió, Trujillo le dijo a SEMANA que sus palabras no pueden ser tomadas como una propuesta del Gobierno y que dejó constancia en el debate de que hablaba desprendido de su condición de ministro de Defensa. Pretender despojarse de su cargo para emitir una reflexión sobre la paz o hacer una “invocación” al respecto, como lo dijo desde Zoom, no es tan sencillo como parece. “Lo hice a manera de reflexión, fue un recuerdo histórico de nuestra posición en el plebiscito, cuando propusimos el acuerdo nacional de la paz. Lo de Irlanda del Norte es una reflexión de la historia muy útil, siempre hay que tenerla en cuenta, hubo un acuerdo madre y acuerdos de implementación. De esa manera ellos evitaron que un acuerdo pétreo cerrara puertas”, añadió.
Trujillo es una carta sólida del uribismo para las presidenciales dada su larga experiencia pública. Fue alcalde de Cali, ministro de Educación, embajador de Colombia ante la OEA, ministro del Interior, canciller de la República y ahora ministro de Defensa. Un palmarés que le puede dar votos en el largo plazo. Por eso, su sorpresiva reflexión sobre la paz abrió una pregunta: ¿está hoy Trujillo políticamente más cerca del Centro Democrático que de la Casa de Nariño? Por la respuesta del Gobierno y el entusiasmo del uribismo, al ministro de Defensa, definitivamente, lo aplaudieron más en su partido que en Palacio. Pero al final del día su mejor carta presidencial –más allá de los hurras de los uribistas o del guiño del Gobierno– dependerá de su desempeño en el Ministerio de Defensa, que es uno de los más visibles y difíciles del país.