La comunidad Tao es un misterio. Desde su creación en Colombia hace 15 años, pocos la han conocido. El 25 de noviembre, por primera vez, unos 700 efectivos del DAS, el CTI, la Fiscalía y la Policía entraron a su templo en las montañas de Santander. Llegaron en busca de armamento, secuestrados y ocho líderes que tienen orden de captura. Pero sólo encontraron cuatro granadas, municiones y 10 radios de comunicaciones. Los líderes buscados por homicidio agravado, concierto para delinquir, secuestro y violación desaparecieron junto a 3.000 monjes, tras ser alertados estos por quienes controlan los cuatro retenes privados que hay al ingresar a territorio Tao, según dice una fuente de la Fiscalía. El templo abarca 400 hectáreas que van desde Duitama en Boyacá, hasta las montañas de Charalá en Santander, muy cerca de la reserva forestal Santuario de Flora y Fauna de Virolín. "Este lugar fue elegido por Dios para que el pueblo Tao se ubicara ahí", dice el monje Número Uno. Allí viven cerca de 3.000 monjes, hombres y mujeres que procrean entre ellos y pretenden acercarse a la perfección a través de la meditación y las escrituras. Hacen parte de la 'Sacra iglesia Tao Crística universal, movimiento SOS de rescate interoceánico', que espera a los extraterrestres para que los libre de la tierra y el mal. Se describen como una institución religiosa, filosófica y científica creada en el país por Luis Gustavo Morales Sierra, llamado Kelium Zeus, con oficinas en Nueva York y Boston y templos en toda América. En Colombia hay cuatro, pero el monje prefiere no decir dónde están. Los Tao aseguran que en 1995 su templo fue fumigado con glifosato, lo que causó la muerte a cuatro monjes. Pero son ellos los que ahora son acusados de homicidio. "Aquí ni siquiera tenemos armas para matar animales porque somos vegetarianos", asegura el monje. Quienes han intentado burlar los retenes dicen que usan como arma las abejas africanizadas que cultivan. "Ellos viven de la miel, pero si alguien se acerca, las sueltan", dice uno de ellos.Desde 2001 afirman que los grupos armados pretenden sus territorios. Por eso publicaron en una carta abierta el 24 de noviembre que dos bloques de las autodefensas "irían provistos de látex de amapola, cocaína, armas y uniformes que serían puestos en el lugar como pruebas de su conducta". Pero las que llegaron fueron las autoridades. El operativo duró 10 horas y se originó por un seguimiento del CTI a la comunidad por denuncias de ex miembros sobre violaciones y secuestros en sus tierras. El caso se agravó cuando fueron asesinados cuatro de los denunciantes. El último homicidio ocurrió hace dos semanas en Bogotá. Ahí cayó el ex Tao Pío Décimo, quien fue asesor jurídico de los Tao durante 1' años. Una fuente de la Fiscalía dice que otros cuatro miembros que lograron abandonar el templo en los últimos meses permanecen bajo protección de testigos. El general Hipólito Herrera afirma que "al parecer hay división entre los monjes, y la Fiscalía está investigando su relación con los asesinatos". El monje Número Uno dice que no entiende de qué se les acusa, "Nos sorprende porque la comunidad no tiene miembros delincuenciales. Las únicas demandas son del clero que no acepta que muchos católicos se hayan convertido". Una semana después el templo vuelve a la normalidad. Los monjes han visto regresar a muchos que salieron huyendo. Pero algunos no han vuelto y la comunidad no sabe si siguen escondidos o si fueron detenidos. Las autoridades dicen no haber apresado ni siquiera a los ocho que tienen orden de captura. Los retenes funcionan de nuevo, y es imposible llegar al lugar. "Estamos tratando de reconstruir el templo. Destruyeron todo y se llevaron las cajas fuertes donde guardamos lo que dejamos al entrar a la comunidad", dice el monje. De las granadas que encontró la Policía dicen que fue una trampa. "Ellos las pusieron ahí porque necesitaban justificar el allanamiento".El caso Tao es un misterio. Pero algunos no creen en su pacifismo. La investigación continúa en manos de la fiscal segunda especializada de Bucaramanga, quien intenta desenredar esta madeja teñida de oración y con los hilos oscuros del crimen.