El pasado 5 de marzo en el barrio El Limonar, al sur de Cali, la Policía realizó una operación en la que encontró, escondidos en el cuarto de la empleada del servicio, 234 fusiles de asalto nuevos. Unas pocas semanas antes, otro cargamento con cien fusiles fue decomisado tras seguir y detener a un hombre que los tenía camuflados en una camioneta que salía de la capital del Valle. El 18 de noviembre del año pasado, otro centenar de fusiles nuevos con destino al Cauca fue incautado por la Policía. El 13 de septiembre de ese año, en Jardín, Antioquia, 163 armas de ese tipo cayeron en manos de la Policía. En otra acción, el 4 de agosto de 2008 en El Retiro, Antioquia, los uniformados hallaron 130 fusiles. El 20 de mayo de ese mismo año, uno de los decomisos más grandes de la historia se realizó en Cali, cuando en una vivienda aparecieron 607 fusiles envueltos aún en sus fundas originales. Tan sólo cinco días antes de ese hallazgo la Policía había encontrado en un municipio cerca de Cúcuta, Norte de Santander, otro arsenal con 265 fusiles. Los anteriores son sólo algunos de los ejemplos más representativos de decomisos de fusiles que han ocurrido en los últimos dos años. Si bien siempre ha habido decomisos de armas en el país, lo más inquietante es el alto volumen de las incautaciones de los últimos 24 meses. Tan sólo en ese período, entre Policía, fuerzas militares y otras autoridades como la Fiscalía, los decomisos superan las 6.000 armas. Esto sin contar los casi tres millones de municiones para esas armas que también se han incautado. Dos aspectos llaman la atención de esta 'lluvia de fusiles': todas las armas son de fabricación china y producidas por la empresa estatal North Industries Beijing Corporation (Norinco). Las armas encontradas corresponden a dos clases fabricadas por esa empresa. El Norinco CQ 5.56, que es una copia del R-15 estadounidense, y el Type 56, que es una de las versiones chinas del AK-47 ruso.  Como era de esperarse, las autoridades están seriamente preocupadas por el ingreso de estos fusiles. SEMANA logró establecer que a finales de 2007 y comienzos de 2008 dos grandes lotes con cerca de 12.000 de estas armas chinas entraron al país. Cinco mil llegaron al puerto de Turbo, en el Urabá antioqueño, y el resto del cargamento ingresó por Buenaventura. No es claro cómo semejante arsenal salió de una empresa estatal china y terminó en Colombia. Lo cierto del caso es que en la historia reciente sólo hay antecedentes del ingreso de dos cargamentos similares: los 10.000 fusiles jordanos que fueron vendidos a las Farc en 1998 en una acción coordinada por el ex asesor de la Presidencia de Perú, Vladimiro Montesinos, y los 7.000 fusiles búlgaros que ingresaron en 2001 los paramilitares comandados por Carlos Castaño. Lo inquietante es el destino que tienen estas armas chinas. El 90 por ciento de ellas estaba en poder de peligrosas bandas criminales como 'Los Rastrojos', en el sur y occidente del país, y de 'Los Paisas' y 'Urabeños', en el norte del territorio. Las armas son destinadas para reequipar estas estructuras que actúan especialmente en zonas de cultivo, procesamiento y exportación de coca. En algunos casos las investigaciones han permitido determinar que parte de los lotes de armas se pagaron con cargamentos de narcóticos. Si bien la Policía y las autoridades colombianas han logrado encontrar miles de estos fusiles que les han permitido a las bandas criminales fortalecer y expandir sus ejércitos, es claro que se hace urgente una investigación más profunda para determinar cómo y quiénes ingresaron ese arsenal al país. Es necesario, como ocurrió con los fusiles de Montesinos o las armas búlgaras de Castaño en su momento, que las autoridades nacionales y extranjeras lleguen al fondo de este misterio oriental, que con seguridad dará mucho de qué hablar de ahora en adelante.