Con tan solo 15 años, Fernando Giraldo, alias Boliqueso, comenzó a formar parte del mundo de la mafia. Recibía órdenes de los cacaos del narcotráfico Wílber Varela, alias Jabón; Diego Pérez, alias Rastrojo; los hermanos Javier y Luis Calle Serna, conocidos como los Comba, entre otros, quienes conformaban el cartel del Norte del Valle. Su carrera en el crimen fue meteórica y su caída es considerada el segundo golpe más duro en el Gobierno de Iván Duque, después de la captura de Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel.
Poco a poco, comenzó a ascender dentro de la organización narcotraficante hasta convertirse en el jefe de sicarios de los Rastrojos, al mando de cerca de 200 hombres. Su misión con ese ejército de matones era saldar las deudas que le ordenaban sus patrones, encabezando así una oficina de cobro.
A los 24 años ya era uno de los cabecillas del cartel del Norte del Valle y poseedor de una inmensa fortuna. Su rol había cambiado. Por esos años era el encargado de liderar la expansión del tráfico internacional de cocaína con redes en Europa, México, Estados Unidos, Dubái y Emiratos Árabes Unidos.
Dentro de su dosier criminal se lo acusa de financiar grupos delictivos en Colombia con alcance internacional. Se le atribuye coordinación de rutas de narcotráfico, expansión de cultivos ilícitos, construcción de laboratorios para procesar clorhidrato de cocaína y gestión de alianzas para el tráfico en el Valle del Cauca y zonas limítrofes que controlaba la extinta organización de los Rastrojos.
En 2016 fue capturado en Brasil y estuvo preso durante dos años. En 2018 quedó en libertad por decisiones polémicas de la Justicia de ese país, situación que representó un golpe para las autoridades colombianas, de Estados Unidos y del Reino Unido, que andaban tras sus pasos.
Boliqueso aprovechó el papayazo de la Justicia brasileña para emprender su huida y desaparecer del radar de las autoridades. Cruzó por tierra Ecuador y Perú, y con su poder económico logró llegar hasta España, en donde lo esperaba su entonces compañera sentimental, Maritza, con quien tiene un hijo.
Tras permanecer varios meses en el país ibérico, donde retomó contactos mafiosos, Giraldo decidió tomar nuevos rumbos y se fue para México. Allá, se sentía como pez en el agua.
Vida descontrolada
En México comenzó a llevar una vida de magnate, despilfarraba dinero por montones. No hacía fiestas, hacía bacanales con modelos que mandaba llevar desde Cali.
Con ellas acudía a rumbas electrónicas, paseaba en yates y viajaba en vuelos privados. Todo salía de su bolsillo. Su itinerario comprendía las ciudades de Cancún, Acapulco, Monterrey y el DF. Pagaba noches en hoteles lujosos que cobraban hasta 10.000 dólares. Se vestía con ropa de las mejores marcas y se movía en vehículos de alta gama de edición limitada, con placas diplomáticas falsas para evadir a las autoridades.
De acuerdo con los seguimientos de los investigadores, en 2021 contrató tres vuelos chárter para llevar a sus amigas modelos, actrices e influenciadoras a Acapulco y a Ciudad de México. SEMANA obtuvo la imagen de uno de los aviones en el que viajaron para asistir a una de sus bacanales. Justo ahí, Boliqueso fue reconocido en el aeropuerto por un tatuaje que lleva en su brazo izquierdo.
Quizás ese fue uno de los años más agitados para el narco, a tal punto que se sabe de una cumbre mafiosa que se desarrolló en Ciudad de México. A una lujosa casa de varios pisos, con una gigantesca piscina, acudieron narcos de distintas nacionalidades, que llegaban acompañados de despampanantes mujeres, en carros último modelo, y el único requisito era no tener límites. Música electrónica, botellas de licor y drogas en todos los rincones de la mansión incluía el pase de ingreso al exclusivo evento.
La investigación
Lo que no sabía Boliqueso es que, mientras él se daba una vida llena de excesos en México, un equipo especial de la Policía colombiana le seguía los pasos como si fuera su sombra. El grupo de investigadores mantenía monitoreada a cada una de las personas con las que tenía relación de amistad, negocios o familiar.
Las pesquisas para lograr de nuevo su ubicación, luego de ser dejado en libertad en Brasil, consistieron en acudir a fuentes humanas, revisar registros migratorios, seguimientos, interceptaciones telefónicas y uso de tecnología de geolocalización.
Los sabuesos de la Dirección de Inteligencia sabían que en algún momento Giraldo se iba a quebrar y contactaría a sus familiares en Colombia, ubicados en Cali. Ese fue el primer paso de la investigación, que arrojó pistas certeras sobre sus movimientos. Otro aspecto que los alertó fue el llamativo flujo de hermosas mujeres caleñas, con destinos marcados entre Colombia, España y México. En estos países observaron que ellas se reunían con gente de confianza de Giraldo. El narco no duraba más de tres días en un lugar.
Cambiaba de casa y ciudad constantemente, cada traslado obligaba a reiniciar las labores de seguimiento y destinar nuevos agentes. Vivía en los sitios más exclusivos de cada ciudad, se codeaba con personas de la alta sociedad de México bajo su figura de importante empresario; aun así, prefería no salir a la calle.
Preso de su pasado
Este temor tenía dos razones fundamentales. Boliqueso no solo sabía que las autoridades estaban siguiéndole los pasos y que cualquier error le podía costar la libertad.
El otro aspecto, quizás de mayor gravedad, es que quienes habían sido sus amigos en el cartel del Norte del Valle ahora le habían puesto a su cabeza un valor de un millón de dólares. Por experiencia propia sabía que con los integrantes del cartel no se juega, pues a esa estructura pertenecieron narcos de la talla de Rasguño, Chupeta, Rastrojo y Palustre, alias W, entre otros. Boliqueso, además de poseer una fortuna, reúne otros aspectos de interés para las autoridades.
Sus declaraciones podrían servir para esclarecer decenas de homicidios en el Valle del Cauca desde 2010 hasta la fecha, y la verdad sobre alias Karim, un pez gordo internacional que está bajo la lupa de las agencias de seguridad, porque es quien mueve los hilos en los puertos de los Países Bajos, a donde están llegando toneladas de cocaína.
La captura
Su detención parece sacada de una película. La Secretaría de Marina de México alertó a Migración de ese país sobre la presencia en su territorio de un sujeto con un prontuario delictivo de alto perfil internacional, por lo que debían actuar de inmediato.
Tras recopilar la información, las autoridades migratorias aztecas lo ubicaron en el exclusivo sector de Chapultepec, en el DF, en donde solo viven personas de la alta sociedad. Incluso para los agentes de Migración era complejo el ingreso, así que esperaron a que Giraldo saliera de su penthouse, y en la calle lo detuvieron.
Sorprendido y sin saber qué estaba pasando, el capo fue trasladado por Migración al aeropuerto. En cuestión de horas lo montaron en un avión comercial con destino a Medellín, en donde la Policía lo detuvo, tras verificar que figuraba una orden de captura proferida por la Justicia de Estados Unidos contra él.
Desde la cárcel La Picota, en Bogotá, internado en un pabellón de máxima seguridad, espera que le llegue el turno de ser extraditado a Estados Unidos, en donde una corte de ese país lo solicita por temas relacionados con narcotráfico.
Para la Policía colombiana, la captura de este personaje es la segunda detención más importante de un narcotraficante en los últimos años. El director de la Policía, el general Jorge Vargas, aseguró que este golpe solo es superado por la detención de Otoniel, jefe del Clan del Golfo.
Ahora al sanguinario narco no le quedará más que conformarse con los recuerdos de esa vida libertina que llevaba en México, pues lo espera un largo tiempo tras las frías celdas de Estados Unidos, que serán su nuevo hogar.