Ni la justicia divina podrá encontrar explicación sensata para entender por qué dos delincuentes que iban tras un botín que no supera los tres millones de pesos, optaron por asesinar a dos sacerdotes.   Ese es el enigma que intentan resolver los investigadores de la policía Valle que arman el rompecabezas judicial para dar con los autores del crimen de los religiosos Bernardo Echeverry Chavarriaga y Héctor Fabio Cabrera Morales.   El doble homicidio que conmocionó a la comunidad católica del país, ocurrió el pasado viernes 27 de septiembre a las 11:00 p. m., al interior de la casa cural de la parroquia San Sebastián de Roldanillo. La alarma surgió esa misma noche porque vecinos del sector vieron a dos hombres que salieron corriendo de la vivienda de los sacerdotes y de inmediato llamaron a la policía.   Roldanillo es un pequeño municipio que no supera los 50.000 habitantes y se hizo célebre por el museo del maestro Ómar Rayo y porque hace unos años fue epicentro de la guerra a muerte entre los capos Diego Montoya, alias ´Don Diego´ y Wílber Varela, alias ´Jabón´, jefes del temido cartel del norte del Valle.   De ahí que en un comienzo se llegó a pensar que tal vez los sacerdotes fueron asesinados por sus posturas en contra de la nueva guerra que padece la región, donde bandas criminales como Rastrojos y Urabeños, se pelean el control territorial. “Aunque el padre Echeverry no tenía pelos en la lengua, la verdad es que no se sabía de amenazas”, explicó un cura amigo que prefirió omitir su nombre.   Sin embargo, todo parece indicar que la muerte de los dos religiosos está ligada a un hecho más absurdo: fueron apuñalados hasta la saciedad, porque advirtieron a dos ladrones que intentaban hurtar varios elementos de la casa cural.   Y aunque al principio se dijo que el objetivo de los delincuentes era la bolsa con la limosna, la investigación permitió establecer que lo único que se llevaron los criminales fueron dos celulares, una tableta y un portátil; es decir, un botín que no supera los tres millones de pesos, una cifra absurda para el daño irremediable que causaron.   Fuentes cercanas a la investigación explicaron que los homicidas ingresaron por el techo de la casa cural; y una vez adentro fueron sorprendidos por uno de los sacerdotes (el padre Echeverry) que se encontraba leyendo en la sala; mientras que el otro cura, (Cabrera) estaba en su habitación.   Los dos religiosos recibieron múltiples puñaladas en el tronco y cuello. Se estima que cada uno recibió al menos cinco cortadas y se cree que usaron los mismos cuchillos de cocina de la casa cural.   De acuerdo con los investigadores, las dos escenas del crimen muestran que hubo forcejeó y es probable que uno de los atacantes también esté herido, “esa duda la estamos despejando en el laboratorio de genética forense de la Dijín en Bogotá, donde pretendemos establecer si la sangre y huellas dejadas en la escena del crimen, pertenece a uno de los homicidas”, dijo la fuente oficial.   Otra tesis que manejan los investigadores, es que la razón por la que los religiosos fueron asesinados, “es porque muy seguramente los delincuentes eran conocidos suyos y al verse descubiertos, optaron por matarlos”, dijo la fuente.   Por su parte, el coronel Mariano Botero, comandante de la policía en el Valle, insistió en la recompensa de 35 millones de pesos para quien suministre información que permita dar con el paradero de los asesinos.   Mientras que el arzobispo de Cali, monseñor Darío Monsalve, catalogó el doble crimen como “un sacrilegio gravísimo y un duro golpe al alma de la gente creyente y católica”. Lo propio hizo la conferencia Episcopal de Colombia, que mediante un comunicado público exigió una “investigación rigurosa”.   La verdad es que la comunidad religiosa del país y en especial la católica, ha sufrido duros golpes. Según estadísticas que maneja el episcopado, entre 1984 y 2011 han sido asesinados 2 obispos, 79 sacerdotes, 8 religiosas y 3 seminaristas.   Lo más grave, es que lentamente las parroquias se convirtieron en un nuevo atractivo para los delincuentes; un problema que si no se resuelve, seguirá matando sacerdotes.     Perfiles de los sacerdotes asesinados, que publicó el episcopado   Padre Luis Bernardo Echeverri Chavarriaga (Medellín Sep.5.1944 - Roldanillo Sep.27.2013)   Tenía 69 años. Realizó sus estudios en la Regional de Cali y Conciliar de Medellín. Recibió la ordenación sacerdotal de manos del primer obispo de Cartago, Monseñor José Gabriel Calderón, el 1 de marzo de 1969. Entre 1981 y 1983 estudió Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.   Párroco en varias comunidades de la Diócesis, (San José de La Unión y San Sebastián de Roldanillo), donde servía como párroco por segunda vez. También fue vicario foráneo, miembro del consejo presbiterio del colegio de consultores y del consejo económico de la Diócesis.   Asimismo, en varias oportunidades colaboró dando clases como formador externo del Seminario Mayor Diocesano. Se caracterizó por su celo pastoral, fraternidad con el presbiterio, y por la construcción de varios templos con la proyección de conformar nuevas parroquias, tanto en La Unión como en Roldanillo, Valle Padre Héctor Fabio Cabrera Morales (Zarzal Nov.9.1986 - Roldanillo Sep. 27.2013)   Estaba próximo a cumplir 27 años. Realizó sus estudios en el Seminario Mayor Diocesano "Nuestra Señora de la Anunciación, de Cartago”. Fue ordenado presbítero el 19 de marzo del 2012, por Monseñor José Alejandro Castaño, actual Obispo de Cartago.   En el breve ejercicio de su ministerio sacerdotal fue vicario parroquial en San José de La Unión Valle y actualmente vicario parroquial en San Sebastián de Roldanillo, donde apoyaba particularmente el trabajo del Sistema Integral de Nueva Evangelización, la pastoral litúrgica, y la pastoral penitenciaria. Una semana antes de su crimen celebró 11 matrimonios en la cárcel de Roldanillo.   Días antes de su muerte, el Obispo lo había escogido para que fuera a estudiar a España, sueño que no alcanzó a cumplir.