De todas las frases de pesar y dolor que han manifestado los caleños ante la muerte de la hermana franciscana Alba Stella Barreto, la que mejor resume lo que significó la obra social de la religiosa en la capital del Valle, sin duda es la siguiente: “Era la Madre Teresa de Colombia”. La frase la dijo Alejandro Éder, exdirector de la Agencia Colombiana para la Reintegración. Sus palabras no son lejanas a la realidad, pues desde muchos sectores del país se ha reconocido en la hermana Barreto a una verdadera pionera de la institución social. “Querida Hermana Alba Stella, gracias por tanto. Por tu ejemplo, tu mentoría, tus consejos, tus regaños, tus ideas, tu corazón, tu amor al prójimo, tu generosidad, tu todo. Gracias por tu amistad. Te extrañaré profundamente. Descansa en paz hermanita que tu obra fue titánica”, expresó el exfuncionario en su Twitter.
Debido al gran cariño que se le ha profesado, la noticia de su muerte —anunciada este domingo por el arzobispo de Cali, Darío Monsalve— dejó perplejos a los caleños, pues muy pocos sabían que la religiosa a sus 78 años de edad padecía una dolorosa enfermedad terminal. “Murió hoy la religiosa Alba Stella Barreto. Una mujer luchadora que consagró su vida en Cali a la rehabilitación de jóvenes, dignificación de la mujer y construcción de tejido social en el Distrito. “Desde ahora descansa de sus trabajos porque sus obras la acompañan”. Paz y Bien”, escribió el arzobispo en su cuenta de Twitter.
En efecto, desde hace dos meses la hermana Barreto fue internada en una clínica de la capital del Valle, donde recibía tratamiento para un cáncer en su aparato digestivo. Meses antes había entregado la dirección de la fundación a una de sus pupilas. “Una semana antes de navidad fue a un chequeo rutinario donde evaluarían el cáncer que tenía, pero lamentablemente debió quedarse hospitalzada en la clínica y en ese sitio permaneció hasta el día de su muerte que se produjo ayer”, relató Miguel Mondragón, uno de los profesionales que trabajó junto a la religiosa en la Fundación Paz y Bien. La noticia causó tanta conmoción en esa región del país, que en redes sociales no paran las manifestaciones de pesar y dolor de quienes fueron beneficiaros de sus obra sociales, como de personalidades de la vida pública en el Valle. “Albastella Barreto dedicó su vida a dignificar la de los más necesitados, y no solo eso: siendo de otro lugar, tuvo la generosidad de guiarnos en ese propósito a los caleños, quienes tenemos la obligación moral de mantener su legado”, trinó el alcalde de Cali, Maurice Armitage.
Lo mismo hizo Dilian Francisca Toro, gobernadora del Valle, al expresar que la religiosa es “Una persona solidaria y noble que dedicó su vida al trabajo social en Cali. Mi más sentido pésame a toda su familia. Paz en su tumba”.
Hace seis años la hermana Alba Stella Barreto escribió un autorretrato en el que plasmó su recorrido religioso y la manera como llegó al Distrito de Aguablanca y lo que ese cambio significó para ella, “(…) La mayor aventura de mi vida, entré a la universidad de la exclusión, de la marginalidad, de la pobreza extrema; siempre con mis compañeros de utopías, los franciscanos de la Provincia de San Pablo. Dos años nos costó desaprender nuestro estilo de vida y aprender a vivir en la ilegalidad y el rebusque”, narró. SEMANA publica en exclusiva ese corto pero profundo autorretrato que escribió la religiosa seis años antes de su muerte: ¿Cómo vivir a la manera de Clara y Francisco de Asís hoy? Es una cuestión que me inquieta desde hace mucho tiempo. Me hice “monja” a los 15 años de edad, más como una aventura y una rebeldía, que como una respuesta al llamado a ese estilo de vida. Puede leer: Una monja revolucionaria Confieso que no sabía lo que estaba haciendo; por eso mi familia, aunque no se opuso radicalmente, me sugirió de todas las formas y con muchas tentaciones que no tomara ese camino. Mucho más, cuando desde Bucaramanga mi ciudad natal, tuve que atravesar Colombia para llegar a Pasto, en donde está el convento de Maridíaz de las hermanas Franciscanas de María Inmaculada; pensaban que era una de mis ocurrencias. Esta decisión se convirtió en mi proyecto de vida, fui alumna porque me fui sin haber terminado el bachillerato; luego fui profesora de jóvenes casi de mi edad en Pereira y en Cartago. Más tarde fui estudiante universitaria en Bogotá. Luego Directora del Colegio Alvernia y profesora de la Universidad San Buenaventura. "Y de Silvia aterricé en el Distrito de Aguablanca, en enero de 1987. La mayor aventura de mi vida, entré a la universidad de la exclusión, de la marginalidad, de la pobreza extrema", Alba Stella Barreto. Pasé por cargos públicos, fui Subdirectora del Departamento Administrativo de Bienestar Social de Bogotá, durante la Alcaldía del Dr. Hernando Durán Dussán; este cargo fue muy cuestionado por mis compañeras y compañeros de aventura, los franciscanos. Me decían, “se volvió doctora y de allá no se baja”. Pues sí me bajé; de allá me mandaron a trabajar con los indígenas guambianos en Silvia Cauca. Tremendo aterrizaje, pero como todo en mi vida, me lo gocé y me entregué a buscar innovaciones para la vida de la mujer indígena desde el colegio del Perpetuo Socorro; tres años luché y no se pudo, es bien dura su estructura cultural. Le puede interesar: Un banco de capital humano Y de Silvia aterricé en el Distrito de Aguablanca, en enero de 1987. La mayor aventura de mi vida, entré a la universidad de la exclusión, de la marginalidad, de la pobreza extrema; siempre con mis compañeros de utopías, los franciscanos de la Provincia de San Pablo. Dos años nos costó desaprender nuestro estilo de vida y aprender a vivir en la ilegalidad y el rebusque. Viví en un cambuche con la Hermana May Cronin, religiosa de las Sister of Mercy de Boston, a quien la gente llamó siempre hermana Mayor. Ella fue mi maestra en esta experiencia. Desde Aguablanca, como todos quienes llegan desplazados o a buscar refugio en esta hermosa ciudad, conocimos a Cali y Cali nos acogió en la persona del Arzobispo de la época, Monseñor Pedro Rubiano Sáenz, a quien siempre le tengo inmensa gratitud porque me permitió vivir esta maravillosa oportunidad: ser iglesia en medio de la población más empobrecida y excluída de la ciudad, y vivirla con gozo, sin amargura ni resentimiento. Una vez que aprendí a ser ciudadana de Aguablanca, hace 26 ricos y largos años, me dediqué a dignificar la vida de la mujer empobrecida y de su familia. Con ellas nos hemos propuesto nuevas estrategias de superación de la pobreza, pero primero me asesoré de mis amigas del Grupo Amplio de Cali; grupo que me llevó a descubrir los caminos del feminismo, hoy la equidad de género. Le recomendamos: Madre Teresa criolla Con este trasfondo nos aventuramos a traer la Justicia Restaurativa como estrategia para reinserción de jóvenes pandilleros. Después, vimos que era necesario buscar alternativas de generación de ingresos dignos y legales, no asistenciales, y nos fuimos por el modelo del Grameen Bank del profesor Mohamad Yunus, hoy premio Nóbel de Paz. Se la metimos toda a estas dos estrategias y ahora vamos por los Círculos de Mujeres de Jean Shinoda, para rearar el tejido social y que Aguablanca sea pionera en el proceso de paz. Desde Aguablanca, soy una bumanguesa caleñizada. Vivo feliz con mi gente: niñas, niños, jóvenes, mujeres y personas adultas mayores, quienes me ayudan a ser fiel a lo que hace 56 años prometí y que no acabo de aprender: ser fermento en la vida de las familias empobrecidas, para que “tengan vida digna y la tengan en abundancia.” Albastella Barreto Caro, Franciscana Misionera Seglar. Cali, 24 de noviembre de 2013