Germán Montoya Vélez, una de la figuras más importantes del gobierno de Virgilio Barco, entre 1986 y 1990, murió a los 100 años.Después de ser un empresario exitoso, especialmente reconocido por su labor al frente de la ensambladora GM Colmotores, aceptó el cargo de Secretario General de la Presidencia en el gobierno de su amigo, el exalcalde de Bogotá.A ambos les tocó enfrentar un periodo de alta convulsión en el país, especialmente por la guerra entre el paramilitarimo y la guerrilla, y el enfrentamiento del narcotráfico, encabezado por Pablo Escobar, contra el Estado.
Montoya fue víctima de esto último. El cartel de Medellín atacó a su familia: primero, secuestro a su hijo Álvaro Diego, quien en ese entonces era presidente de la firma Probolsa, para obligar al Gobierno a negociar. Su hijo, finalmente, recuperó la libertad después de 33 días de cautiverio. Pero luego, a principios de los 90, Marina Montoya, hermana de Germán, también fue secuestrada y asesinada en cautiveriopor la banda asociada a Escobar que la tenía.Nunca Montoya fue una figura mediática en los años de Barco, pero tuvo un gran poder. Debido a los problemas de salud que aquejaron al mandatario, en esa época se dijo que las decisiones en la Casa de Nariño pasaban realmente por sus manos.
Antes del final del gobierno Barco, Montoya fue nombrado embajador de Colombia en Canadá. A su regreso, siguió con la labor empreasrial y montó una firma relacionada con la industria petrolera. Antes y después de su paso por la Casa de Nariño, hizo parte de juntas directivas de empresas y entidades muy importantes: Andi, Caracol radio y televisión y el Banco del Comercio, entre otras.Su trayectoria como empresario y como alto funcionario de gobierno hizo que el presidente Álvaro Uribe lo condecorara en el 2004 con la Orden de Boyacá, en el grado de Gran Cruz.Montoya nació en Medellín y estudió en la Escuela de Minas. Inició su vida laboral en Coltejer, donde llegó hasta el cargo de vicepresidente cuando tan solo tenía 27 años, según una reseña de SEMANA publicada en 1986. En ese artículo se destacaban sus virtudes de hombre "ecuánime, pragmático, de excelentes relaciones personales, dado más a las realidades que a las teorías".