En la carrera por la presidencia de 2022, Gustavo Petro no solo tendrá que enfrentarse a los candidatos del centro y la derecha. A la luz de los últimos acontecimientos, el líder de la Colombia Humana también deberá afrontar una realidad: se está quedando sin aliados políticos que le den votos.
Ni Sergio Fajardo, ni Jorge Enrique Robledo, ni Iván Marulanda aceptaron construir una coalición con el exalcalde de Bogotá. Eso le está cerrando las puertas a la posibilidad de la unión de la izquierda y la centroizquierda, y, si todo sigue como hasta ahora, el escenario visto en 2018 se puede repetir en las próximas elecciones presidenciales.
Hace dos años, Fajardo no apoyó a Petro en la segunda vuelta y muchos de sus electores prefirieron votar en blanco. Al final, se impuso Iván Duque con más de 10 millones de votos. Petro recibió el último portazo del senador Marulanda, quien hasta hace unas semanas prefería no vetar a nadie para forjar una alianza con todos los sectores alternativos.
Pero cambió de opinión de un momento a otro y recientemente anunció que no le jalaba a un acuerdo con Petro, al que criticó con dureza. Le dijo que con la palabra generaba miedo, reacción violenta y ambientes de pelea. Si Petro no logra concretar acuerdos con otros sectores políticos, será muy difícil que llegue a la presidencia, pese a ser uno de los competidores más fuertes.
Las matemáticas no le dan para acceder a la Casa de Nariño y tendrá que tender puentes con el centro y otros líderes de la izquierda, cada vez más distantes de sus mensajes en las redes sociales. El Polo Democrático, por ejemplo, atraviesa una profunda división. Por un lado, el senador Jorge Robledo apoya a Sergio Fajardo y a la alcaldesa Claudia López. Pero, por el otro, un sector liderado por los senadores Iván Cepeda y Wilson Arias sí quiere incluir a Petro en una eventual consulta para escoger a un candidato único.
Las posibilidades de que Robledo o Fajardo se acerquen a Petro son nulas. Las heridas de 2018 no cierran, aún hay recriminaciones por el voto en blanco y las diferencias se profundizaron. De hecho, la llegada de Claudia López a la alcaldía marcó un nuevo punto de tensión entre estos dos sectores, pues el líder de la Colombia Humana se convirtió en la voz cantante de la oposición a la funcionaria.
Realmente, ni el uribismo ha sido tan crítico con la alcaldesa como Petro, a quien ella apoyó en la segunda vuelta presidencial frente a Duque. En la pasada campaña a la alcaldía, Petro le exigió a Claudia que echara para atrás el contrato del metro elevado que iba a recibir de manos de Enrique Peñalosa. Como ella se negó, al decir con justa razón que era imposible reversar una megaobra adjudicada, el exalcalde decidió respaldar a Hollman Morris. A la postre, se quemaron.
Desde el primero de enero, Petro asumió la misión de cuestionar a Claudia permanentemente porque el éxito de ella puede sumarle puntos al centro como alternativa política seria y capaz de gobernar desde 2022. Si a Claudia le va bien, la candidatura de Fajardo se puede fortalecer, y Petro trata de contrarrestar eso con su estrategia diaria.
Este año ha radicalizado su discurso hacia un mayor populismo del habitual. Con la pandemia tuvo varias salidas en falso y algunas contradicciones, como insistir en mantener las cuarentenas, pero, al mismo tiempo, alentar a que miles de personas salieran a las calles a marchar contra el Gobierno.
A Petro le sirve política y electoralmente el escenario de la confrontación entre ‘buenos’ y ‘malos’. El exalcalde calcula que el uribismo y la derecha no llegarán tan sólidos a las próximas elecciones por varias razones. En primer lugar, Álvaro Uribe ha perdido la favorabilidad de antes; y, en segundo lugar, el Gobierno Duque navega por aguas turbulentas y no logra conectarse mayoritariamente con los colombianos.
Con el difícil panorama económico que se avecina y ese contexto del uribismo, Petro cree que tiene una oportunidad. Pero hace cuentas alegres. Lo que pase con Uribe y Duque de ahora a 2022 todavía es una incógnita y en Colombia las cosas pueden cambiar de un día para otro. En todo caso, aunque el uribismo llegue a las elecciones afectado por el desgaste de su caudillo y del Gobierno Duque, los votos exclusivos de Petro no le alcanzan para llegar a la Casa de Nariño.
Por esa razón, él necesita aliados con votos, pero la mayoría le está dando la espalda. Si Petro pasa a una segunda vuelta frente a un candidato de la derecha, ¿se repetirá el escenario de 2018? Con la izquierda y el centro atomizados, la votación se va a fraccionar y habrá de nuevo tres grandes bloques: el de la izquierda dura, encabezada por Petro; el centro, que buscan Fajardo y Robledo; y la derecha, representada por el Centro Democrático y los conservadores.
También es preciso tener en cuenta el papel que jugarán figuras regionales con alcance nacional, como Federico Gutiérrez o Alejandro Char. Con muy buena intención, el excandidato presidencial Humberto de la Calle ha tratado de consolidar una alianza de centroizquierda. En vez de pensar en nombres, apuesta por que los interesados acuerden primero una agenda programática y marquen unas líneas rojas que no podrán pasar.
Hace unos meses, De la Calle insistió, una y otra vez, en su propuesta, pero hasta ahora no ha tenido mayor eco. El factor Petro enreda esa iniciativa. Es prematuro hacer predicciones para las urnas en 2022, aunque hoy en día las encuestas de intención de voto muestran a Fajardo en la punta con su discurso moderado, alejado de los extremos.
En un país polarizado, al igual que en 2018, el exgobernador de Antioquia quiere transitar por el camino del medio y ha dejado saber que no hará alianza alguna con Petro. La foto de la campaña presidencial de 2022 aparece borrosa todavía. Sin embargo, hay una claridad: a Petro, uno de los más firmes contendores, le costará conseguir aliados que le den los votos necesarios para llegar a la presidencia.