A las ocho de la noche del pasado 17 de octubre varios sicarios ingresaron a un hotel en el corazón de Puerto Boyacá, Magdalena Medio. Rápidamente identificaron a sus víctimas, dos hombres que conversaban tranquilamente en una mesa cerca de la piscina. Sin mediar palabra les descargaron una lluvia de balas. Uno murió y el otro quedó gravemente herido. En el mundo del narcotráfico conocían a la víctima fatal con el alias de Pedro Chulo. El sobreviviente era un hombre buscado desde hace una década por narcotráfico, homicidio y concierto para delinquir. De acuerdo con las autoridades los mató su patrón en el narcotráfico por la simple sospecha de que lo iban a traicionar. Ellos son las más recientes víctimas de una larga lista de homicidios atribuidos a un oscuro narco conocido en el mundo de la mafia como Puntilla Pachón. Aunque es un completo desconocido para la opinión pública, se trata de un siniestro personaje que desde hace cinco años ha cobrado gran relevancia en la mafia y hoy es uno de los principales objetivos de las autoridades antinarcóticos nacionales y extranjeras. No es para menos. Puntilla heredó los imperios criminales de dos antiguos socios suyos que murieron en los últimos dos meses en operaciones policiales: Víctor Navarro, alias Megateo, el capo del Catatumbo, que controlaba cultivos, laboratorios y rutas en una vasta zona de Norte de Santander, y Martín Farfán, alias Pijarbey, jefe de una banda criminal dedicada al narcotráfico en gran parte del oriente del país, principalmente en Meta y Vichada. Con un poco más de 40 años Puntilla empezó a quedar en los radares de la DEA y otras agencias en 2012 poco después de la captura de otro socio suyo: Daniel Barrera, alias El Loco Barrera. Tras su arresto Puntilla ordenó asesinar prácticamente a todos los lugartenientes de Barrera para apoderarse de su organización y de sus bienes. Si bien saltó entonces a las grandes ligas de la mafia, en ese mundo Puntilla ya era un viejo conocido. Comenzó a trabajar como uno de los palafreneros del cartel de Medellín, en donde conoció los secretos del negocio de la droga. De allí pasó por una temporada a las filas del cartel de Cali y cuando apenas superaba los 30 años, se instaló en el departamento de Meta, donde rápidamente se enroló con el capo que dominaba el negocio del tráfico de drogas en Bogotá y el oriente del país: el Loco Barrera. Bajo la fachada de ser un próspero comerciante y ganadero creció y se hizo inmensamente rico al lado de ese capo, de quien aprendió los trucos del negocio. Con Barrera aprendió a manejar rutas, testaferros, socios y, especialmente, entendió que la mejor forma de mantener un bajo perfil es sobornar a miembros de la fuerza pública para convertirlos en sus mejores aliados. El asesinato de su hermano menor en una vendetta mafiosa transformó a Puntilla en un hombre extremadamente violento a quien no le tiembla la voz al momento de ordenar asesinatos. En su contra hay varios procesos en marcha por homicidios, entre ellos el de un ganadero y antiguo amigo suyo, Edwin Pachón, a quien ordenó asesinar hace pocos años. Una vez el Loco Barrera fue extraditado a Estados Unidos en 2013, Puntilla consolidó su poder y fortaleció alianzas con grupos como el de Megateo, Pijarbey y los Urabeños comandados por alias Otoniel. Sin los dos primeros su poder ahora es mucho mayor. Protegido por algunas manzanas podridas de la Policía de Bogotá, se mueve sin mayores problemas en la capital, los Llanos Orientales y recientemente en el Magdalena Medio en donde instaló su ‘cuartel general’. Allí lo protege un exjefe paramilitar de esa región que hace poco salió de la cárcel tras cumplir su condena después de la desmovilización de los paramilitares. Puntilla se vio obligado a buscar esa protección pues en abril del año pasado su principal jefe de sicarios, un teniente retirado de la Policía conocido con el alias de Cejas, fue secuestrado y asesinado en el norte de Bogotá. A pesar de ser un curtido asesino, con más de 80 homicidios encima, la muerte de Cejas se convirtió en un campanazo de alerta para Puntilla. Reorganizó todo su aparato militar y puso al frente a una temible banda conocida como los Rudos, integrada por sicarios y expolicías. La gran preocupación de las autoridades con Puntilla consiste en que su imperio criminal es más grande incluso que el que pudo tener en su momento Barrera, considerado el último gran capo. A lo largo de este año el Estado ha concentrado gran parte de sus esfuerzos en perseguir a alias Otoniel y su banda criminal, los Urabeños. Si bien esto es importante, el gran beneficiado de esa ‘cacería’ ha sido Puntilla, pues todos los esfuerzos se concentran en Otoniel y no en él. Así las cosas este es hoy por hoy el capo más poderoso del país. Un oscuro personaje que ha conseguido todo desde las sombras y el anonimato.