Aplena luz del día del pasado domingo 14 de noviembre, dos sicarios armados con pistolas ingresaron a un pequeño bar de Buga, Valle, y sin mediar palabra descargaron sus armas contra todos los clientes. Aunque el objetivo de los criminales era solo un hombre al que llaman Cocada, no corrieron riesgos y decidieron apuntarle a todo el que se moviera. El saldo de esa incursión sicarial fue de un muerto y nueve heridos. El mismo día del tiroteo, un grupo de pandilleros saqueó 40 casas del barrio Potrero Grande, al oriente de Cali, desplazó a un centenar de familias e hirió a dos personas, entre ellas una menor de edad; todo parece indicar que semejante ataque se debió sencillamente al cobro de extorsiones no pagadas. Tres días después, en Cartago, al norte del Valle, sicarios balearon al ingeniero Gabriel Valencia Palacio mientras conducía una camioneta. En el ataque perdió el control del vehículo y mató a un vendedor ambulante. Las autoridades creen que ese crimen fue una retaliación mafiosa. Todos esos hechos aparentemente aislados están causando una gran preocupación en el Valle y parte del occidente del país. No solo por la violencia en sí sino porque serían secuelas de una arremetida de viejos narcos que ya pagaron sus condenas en Estados Unidos, regresaron a Colombia y de manera directa –o en cuerpo ajeno– pretenden recuperar a sangre y fuego el poder y los bienes que perdieron. Esos ajustes dentro de la mafia no son nuevos, y por el contrario, tienden a ser cíclicos siempre que se da un relevo generacional dentro de las organizaciones criminales. Pero lo que llama la atención en este caso es que detrás de esa avanzada estarían viejos narcos. De ahí que varios organismos de seguridad volvieron a desempolvar carpetas de temidos personajes cuyos alias hicieron historia en el mundo de la mafia: desde Rasguño, pasando por el Químico, Guacamayo, el Negro Asprilla, Tornillo, Cejas, RQ y hasta el Mocho Henao integran esa lista que preocupa a las autoridades. Parte de esta nueva arremetida se debe a que casi una veintena de mafiosos que fueron extraditados a Estados Unidos ya purgaron sus penas, y algunos de ellos regresaron al país y la mayoría eran lugartenientes del extinto cartel del Norte del Valle. Incluso, existen antecedentes de que varios de ellos reincidieron, tal como sucedió con Carlos José Robayo, alias Guacamayo, que luego de pagar seis años de prisión en Estados Unidos retornó a Colombia en 2011, y dos años después fue capturado por la Policía acusado de seis homicidios, concierto para delinquir, tortura y porte ilegal de armas. Básicamente, los investigadores lograron establecer que Guacamayo junto a Chicho Urdinola y Martín Bala lideraron el rearme de los Machos (mercenarios del capo Diego Montoya preso en Estados Unidos), y en alianza con los Urabeños intentaron recuperar el terreno perdido frente a sus archienemigos, los Rastrojos. Para no ir muy lejos, todo indica que la reciente balacera en Buga fue ordenada por alias Waltercito, sobrino del capo Ramón Quintero Sanclemente, alias RQ, capturado en Ecuador y extraditado a Estados Unidos en 2010. Allí fue condenado a 17 años de prisión y, gracias a rebajas y acuerdos, está a punto salir. Ante la próxima excarcelación de su tío, Waltercito ordenó el ataque en Buga en donde murió Cocada, quien a su vez era sobrino de la esposa de un narco ascendente en esa región conocido como el Ogro. Se trató de una vendetta típica de la mafia en la que los familiares y socios de los narcos que han regresado o están por regresar comienzan a tomar venganza y a eliminar rivales. Algo similar viene sucediendo en Tuluá, donde las autoridades hablan nuevamente de un viejo narco conocido con el alias de Bananas. Aunque este nunca fue extraditado, sí estuvo preso en Colombia y su nombre suena fuertemente en el centro del Valle junto al de otro delincuente conocido como Boliqueso. De este último se sabe que es el jefe de las oficinas de cobro en Cali y su área metropolitana, y el culpable de que en zonas tan deprimidas como Potrero Grande existan bandas criminales que imponen su ley, tal como sucedió el fin de semana cuando esas pandillas saquearon 40 casas. Un oficial de inteligencia que le sigue los pasos a los narcos cree que el nuevo eje de operaciones mafiosas será Buga, “desde allí pretenden controlar el corredor Cali - Buenaventura y conectar con el norte del Valle”. Precisamente en Buenaventura, ciudad portuaria que ha sido escenario de la cruenta guerra mafiosa entre Urabeños y Rastrojos, suena con insistencia que detrás de esa arremetida estaría un viejo narco: Jorge Eliécer Asprilla Perea, alias el Negro Asprilla. Este fue capturado y extraditado en 2000; recuperó su libertad en 2013. Otro mítico reencauche en cuerpo ajeno que hace mucho ruido sería el de Hernando Gómez Bustamante, alias Rasguño, exjefe del temido cartel del Norte del Valle. Si bien está preso en Estados Unidos purgando una condena de más de 20 años de prisión, varios de sus lugartenientes o testaferros, que también habían sido extraditados, regresaron a Colombia. Los primeros en retornar en 2011 fueron Aldemar Rendón, alias Mechas y Dávinson Gómez Ocampo, pero este último fue asesinado el 21 de junio en una discoteca de Cartago, mientras celebraba su cumpleaños. En esa camada de retornados también se menciona a alias Tornillo y Cejas, quienes cierran el círculo de confianza de Rasguño. Y ahora suena con mucha fuerza que Jhon Eidelber Cano, alias Jhonny Cano, estaría ‘pidiendo pista’ para volver a Colombia y recuperar bienes de la organización. Esta situación no es exclusiva del Valle y se ha extendido al Eje Cafetero en donde se han registrados asesinatos en vendettas. El propio coronel Ricardo Alarcón, comandante de la Policía Metropolitana de Pereira, reconoció en una entrevista en la W Radio, su “preocupación por esos episodios que vienen ocurriendo en La Virginia”. Se trata de un pequeño municipio risaraldense que hace parte del área metropolitana de Pereira y muy cercano a Cartago, Valle. Históricamente, La Virginia ha sido epicentro de una temida oficina de sicarios y en esa ciudad se han realizado cumbres mafiosas que han sido documentadas por las autoridades. Precisamente allí se libra hoy una guerra sangrienta por el relevo del poder, debido a que en julio la policía capturó a los hermanos Gildardo y Octavio Ruiz, considerados los patrones de la zona. Ahora disputan su ‘trono’ herederos de otro narco también capturado, conocido como el Mono Amalfi, con serios nexos con la temida oficina de sicarios La Cordillera. Esa nueva realidad mafiosa desconcierta y preocupa a las autoridades. No es para menos. Cuando se creía que el reto era enfrentar a la considerada quinta generación de narcotraficantes, ahora resulta que los viejos capos se estarían reencauchando. El temor es que el nivel de violencia mafiosa, que ya se empieza a vivir en varios municipios, muy probablemente aumentará en esa confrontación entre antiguos narcos, muy violentos, enfrentados a nuevos capos sanguinarios y dispuestos a defender con todo los imperios criminales que sus antecesores ahora buscan recuperar.