En el suroeste de Colombia, en la frontera con Ecuador, Nariño es un departamento pegado al Pacífico que durante décadas ha desempeñado un papel crucial en la producción de coca y el tráfico de cocaína hacia Estados Unidos. Ha sido un “hervidero de violencia”, disputado durante décadas por múltiples grupos armados, explica a Elizabeth Dickinson, del International Crisis Group (ICG).
Hasta que la guerrilla de la Segunda Marquetalia, uno de los principales grupos disidentes de las Farc, se impuso y se estableció localmente con apoyo de los cárteles mexicanos.
Patrocinadores mexicanos
Nariño ha estado en el centro de la confrontación entre distintos grupos armados por el control de las economías ilícitas desde la firma del acuerdo de paz de 2016, que condujo al desarme de la guerrilla marxista de las FARC.
“Desde 2016, cuando las FARC renunciaron a su control monopolístico sobre toda la región, hemos visto una carrera de todos los demás actores ilegales para ocupar ese espacio (...). Es un verdadero hervidero de violencia”, afirma Dickinson.
“Hasta 2020-2021, la Segunda Marquetalia estuvo ausente. Reactivó su papel a través de su actual comandante, ahora sentado en la mesa de negociaciones con el gobierno, un hombre conocido como alias ‘Allende’ que mantuvo las relaciones con narcotraficantes internacionales, en particular con los cárteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco nueva generación”, explica la investigadora del ICG.
“Esto le permitió reunir el capital necesario para reclutar y traer fuerzas de otras regiones. Y la Segunda Marquetalia, gracias a esta afluencia de dinero y combatientes, arrasó Nariño a una velocidad impresionante”.
“Alianza de conveniencia”
La Segunda Marquetalia reúne a varias facciones de disidentes de las FARC.
“La facción más conocida es liderada por Iván Márquez, el antiguo jefe negociador que, en 2018, retomó las armas y se trasladó a Venezuela. Inicialmente, Márquez y su pequeño grupo de antiguos comandantes tenían muy poca presencia sobre el terreno en Colombia. Era esencialmente un grupo en el exilio con sede en Venezuela, con un discurso político, pero no mucho más”, recuerda Dickinson. “A partir de 2020-2021, empezaron, a través de emisarios, a reclutar a otras facciones disidentes en el sur”.
Hoy “existen varias facciones” dentro de la Segunda Marquetalia. Lo esencial es que esta guerrilla “no es una organización coherente”. Uno de los retos de las actuales negociaciones será encontrar posiciones que unan a los diferentes comandantes de lo que hoy es esencialmente una alianza de conveniencia.
Control de la población
“Al igual que otras disidencias de las antiguas FARC, el uso de la violencia es parte de su ejercicio de control”.
Pero desde 2016 se ha producido “una transformación estratégica a gran escala”. Según el ICG: “la Segunda Marquetalia ya no tiene ningún interés en desafiar al Estado colombiano (...) Lo que les interesa es el control local para facilitar la actividad económica ilegal. En lugar de luchar contra el ejército, quieren controlar a la población”.
“Frágil” dominio
También en Tumaco, una gran ciudad de la costa nariñense, “la Segunda Marquetalia ha convencido a algunas bandas para que se unan a sus filas, y ha expulsado por la fuerza a otras, de modo que Tumaco está ahora sometida a un control más uniforme, lo que hace que la situación sea mucho más pacífica y más fácil de gestionar para las autoridades. Pero la situación es extremadamente frágil, ya que en cualquier momento una o varias facciones rivales podrían volver a intentar entrar en la ciudad”.
La disidencia “ejerce ahora un control significativo sobre toda una región del país”, señala la analista. “Aunque su radio de acción es limitado y su número es menor al de otras organizaciones armadas, su presencia es total en los lugares donde están. Ellos mandan, gobiernan la vida cotidiana allí, y esto significa que son un actor importante del conflicto armado”.
*Con información de AFP