El rompimiento con el ELN se veía venir. La mesa estaba estancada desde finales del gobierno de Juan Manuel Santos, cuando hasta último minuto hubo expectativas de un cese al fuego bilateral que nunca se concretó. Durante la campaña electoral la mayoría de los candidatos fueron escépticos –o abiertamente críticos– sobre el futuro de la mesa por la falta de muestras creíbles de voluntad política del equipo negociador de ese grupo guerrillero. Ante ese escenario Duque se mostró partidario de levantar la mesa de La Habana. Le sugerimos: ELN admite su responsabilidad en el sanguinario ataque a la Escuela de Policía General Santander Una vez asumió el gobierno, sin embargo, prefirió darse un plazo, en vez de romper formalmente. En sentido estricto, no estaba en juego seguir un diálogo –porque no lo había– sino iniciar uno nuevo. Duque insistió en que un proceso de paz con el ELN tenía como condición que entregaran todos los secuestrados y finalizaran sus acciones violentas. Nada de esto ocurrió. Por el contrario, el ELN se radicalizaba y el ambiente se hacía cada vez más negativo para el diálogo. Con un agravante: el cambio en el entorno internacional. Estados Unidos, bajo Donald Trump, tiene una posición más dura hacia los movimientos guerrilleros que la que tenía Barack Obama. Los últimos cambios de gobierno en Brasil, Ecuador, Chile y Argentina marcaron un giro fuerte a la derecha con el que coincidió la llegada de Duque a la presidencia. Y al mismo tiempo, la situación en Venezuela se ha hecho cada vez más crítica. Para nadie es un secreto que existe una estrecha relación entre el Gobierno de Venezuela y el ELN. Hace tiempo que esa guerrilla ha usado la frontera colombo-venezolana como burladero para la acción de las Fuerzas Militares de Colombia. La dictadura de Maduro y la cúpula elena tienen relaciones estrechas, y la presencia del frente Domingo Laín en el sur de Venezuela con sus tropas –el más grande del ELN– también se conoce hace rato. Las autoridades colombianas tienen pleno conocimiento de cómo la cúpula de esa guerrilla se resguarda en Venezuela y tiene relaciones políticas con el gobierno de Maduro y complicidad con las autoridades fronterizas venezolanas. El escenario actual es opuesto al que hizo posible el proceso de paz con las Farc. Hugo Chávez apoyó el diálogo y convenció a las Farc de la conveniencia de negociar, al tiempo que Obama también ayudó mediante su delegado personal, Bernard Aronson. Eso le facilitó a Juan Manuel Santos –quien llegó al poder como candidato de Uribe– poner en marcha los diálogos de La Habana, que en su momento sorprendieron a todo el mundo. Hoy, Maduro no es Chávez ni Trump es Obama, pero las relaciones entre Bogotá, Caracas y Washington siguen ligadas y forman un mismo triángulo. Solo que ahora Colombia y Estados Unidos tienen vínculos sólidos, mientras los de Venezuela con Estados Unidos y con Colombia son nulos. Le puede interesar: Duque activa circulares rojas de Interpol contra 10 líderes del ELN No hay duda de que la bomba del jueves cambia el panorama del Gobierno. Duque, a quien le criticaban por falta de rumbo, ya tiene uno muy claro: la mano dura contra el terrorismo. Eso deja como único camino el militar. Este no será fácil. Quienes han dedicado su vida a combatir al ELN, coinciden en que derrotar a esta guerrilla a punta de operativos es un reto casi inalcanzable. A diferencia de lo que ocurría con las Farc, el Ejército de Liberación Nacional se camufla entre la población. Muchos de sus integrantes andan vestidos de particular, metidos entre los pueblos y organizados en milicias. No es el mismo escenario de los campamentos ubicables para bombardearlos en la selva. Se trata de un trabajo de inteligencia y de infiltración que toma tiempo, recursos y que no siempre acierta. Aún así, el camino de la confrontación armada parece haber sido asumido con firmeza. Así lo muestra además la decisión del Gobieno de pedir la captura de los negociadores guerrilleros en Cuba. Una petición polémica, pues incluso desconoce los protocolos acordados entre el gobierno pasado y el ELN. De hacerse realidad, incluso, se podría prever una respuesta violenta de esa organización insurgente.  El Gobierno prepara reuniones con las bancadas para pactar esquemas de gobernabilidad, y la situación generada la semana pasada puede propiciar una convergencia en torno al desafío que se avecina. Los dirigentes de los partidos mayoritarios a finales de la semana apoyaron al gobierno en su respuesta al acto terrorista del ELN. Se podría decir que, a raíz del atentado, empezó en firme el gobierno de Iván Duque.