Alias Fabián era un hombre de guerra. Aseguraba que hasta la muerte le huía y le tenía miedo. En ceremonias y ritos de magia negra que realizaba en medio de la espesa selva chocoana levantaba los brazos en señal de victoria y aseguraba que estaba blindado con sus amuletos y sus rezos, creía que ni las balas le llegaban. Pero su suerte cambió el 16 de septiembre, a las cuatro de la mañana, durante una operación de hombres de inteligencia de la Policía y el Comando Conjunto de Operaciones Especiales, fue bombardeado el campamento donde se ubicaba. Ahí empezó la historia de la muerte del más importante miembro de la guerrilla del ELN con presencia en Colombia, porque sus máximos jefes se encuentran refugiados al amparo de los Gobiernos cubano y venezolano.
Ogli Ángel Padilla Romero, conocido con el alias de Fabián, era un criminal que sembró terror principalmente en la zona de Chocó, donde se hizo célebre por sus asesinatos, ataques, emboscadas a la fuerza pública y masivos desplazamientos de la población, que no tenía más remedio que huir ante la guerra que desataba en la región.
Llevaba 35 años en las filas del ELN y recientemente fue nombrado como integrante de la dirección nacional de esta guerrilla. Era la mano derecha de alias Pablito, uno de los miembros del Comando Central (Coce). SEMANA revela detalles inéditos de la cacería a este jefe guerrillero, los pormenores de sus últimos días, cómo vivía, quiénes lo acompañaban, su manera de comunicarse, sus escondites y campamentos, además de sus tentáculos para financiar la llamada primera línea en las protestas y la guerra a sangre y fuego contra el Clan del Golfo. Además, sus computadores y celulares, que ya están en poder de las autoridades y prometen revelar los oscuros secretos de Fabián y su máquina de guerra.
Desde 2006 asumió como jefe del frente de Guerra Occidental con seis estructuras y cuatro frentes compuestos por cerca de 600 guerrilleros. “Este cabecilla generaba una disciplina para tener comunicaciones seguras entre los diferentes jefes, implementando medios de encriptación sofisticados, con plataformas de redes sociales y mensajería instantánea”.
Desde hace tres meses los hombres de inteligencia de la Policía le fueron cerrando el cerco al escurridizo Fabián. Las operaciones se hacían casi a diario, él se había convertido en objetivo de alto valor para las autoridades que le seguían sus pasos. Pero no era un hombre fácil de capturar, su experiencia en la arena criminal y lo agreste de las selvas de Chocó les hacía más difícil la tarea a las autoridades.
Los hallazgos en los computadores de su compañero en las filas del ELN, el cabecilla político del frente de Guerra Oriental, el abatido alias Uriel, dieron la certeza de los lugares y campamentos en donde se escondía alias Fabián. La información señalaba que se movía principalmente por el municipio de Istmina, en Chocó, pero no se quedaba quieto, tenía cerca de 14 campamentos en los que transitaba constantemente y nunca pasaba más de dos noches en el mismo lugar.
Las labores de inteligencia, enmarcadas en la Operación Samuel, que se realizó para lograr su caída, confirmaron plenamente que ese 16 de septiembre alias Fabián estaba junto a su compañera inseparable, alias la Cortica, en un campamento ubicado entre los ríos Cucurrupí y Simicama. Los datos eran claros, lo acompañaban 14 guerrilleros quienes custodiaban las zonas cercanas y caminos de aproximación al lugar donde pernoctaba.
Una vez los hombres de inteligencia identificaron plenamente a Fabián y a su primer anillo de seguridad, entregaron las coordenadas al Comando Conjunto de Operaciones Especiales (CCOES) para dar luz verde a la operación. Aviones de la Fuerza Aérea despegaron desde las bases rumbo a Chocó y, sobre las cuatro de la mañana, bombardearon el lugar.
Los hombres de las fuerzas especiales del CCOES estaban preparados en tierra y con las primeras luces del día, sobre las 5:30 de la mañana, llegaron al lugar. El saldo era de ocho guerrilleros muertos, entre ellos la Cortica, pero también fueron encontrados con vida dos de los miembros de la guardia de seguridad de alias Fabián, que recibieron atención médica de los enfermeros de guerra.
Uno de ellos contó lo que había sucedido. Estaban durmiendo cuando sonó la primera explosión, dice que en medio de la oscuridad se empezaron a escuchar gritos, entre ellos los de Fabián, quien advertía “nos atacan, nos atacan” y le pedía a la seguridad que lo sacaran de ahí. Minutos después, dice el sobreviviente, se escuchó una segunda explosión y no supo más de Fabián ni de sus compañeros, así lo dijo a los uniformados que lo interrogaban.
11 días en la maleza
Paso a paso empezaron la Operación Rastrillo en el campamento, dos detalles daban certeza a los comandos de que estaban cerca de Fabián; el primero, que su pareja, alias la Cortica, había muerto, además estaba su compañero inseparable, un pequeño perro criollo que resultó herido en una de las patas.
A medida que avanzaba la operación, el rastro del temido Fabián se perdía. Pero la orden era no bajar la guardia y seguir buscándolo. Once días después, en la tarde del 27 de septiembre, uno de los comandos notó ruidos extraños en medio de la maleza. Inicialmente pensó que se trataba de un animal. Cuando se acercó vio una mano que salía debajo de unos matorrales en los que se había camuflado el ya moribundo jefe guerrillero. El lugar donde lo encontraron era en un camino de aproximación cercano al río Copomá, área rural del municipio de Litoral de San Juan.
Por fin había caído. Además de su aspecto físico, la certeza de que se trataba de Fabián la dio un reloj que nunca se quitó desde que se lo regaló alias Pablito. Apenas podía musitar palabras, no se le entendía con claridad y dicen los hombres de las fuerzas especiales que parecía delirando. Había podido avanzar cerca de un kilómetro y las señales daban la impresión que solo había logrado llegar hasta allá arrastrándose entre la selva. Había logrado sobrevivir 11 días sin comida, sin agua y sin su medicina para diabetes, que tenía que consumir a diario. Estaba solo, desarmado y con poca ropa, lo que sí tenía eran sus collares y amuletos con los que pensaba que era imbatible.
Recibió los primeros auxilios y mientras buscaban estabilizarlo lo subieron a una camilla, en poco tiempo fue trasladado en un helicóptero Black Hawk a Cali. Pasaron unas horas y el ministro de Defensa, Diego Molano, hizo el anuncio.
“Alias Fabián ha fallecido. Fue ubicado herido, cubierto con arbustos y vegetación. Era un criminal de la mayor peligrosidad. Cabeza principal del frente de Guerra Occidental, había generado el desplazamiento de más de 4.000 personas. Este es el golpe más grande del Gobierno del presidente Iván Duque al ELN, le hemos dado en la cabeza. Fue capturado vivo a las cuatro de la tarde de ayer en las selvas del Chocó y fue trasladado a Cali, y falleció a las 5:20 de hoy”, dijo el ministro Molano.
Sobre este contundente golpe también se refirió el director de la Policía, general Jorge Luis Vargas, quien dijo que “la Operación Samuel, realizada con base en las instrucciones del presidente y del ministro de Defensa, en coordinación con nuestras Fuerzas Militares, es muy importante para el país porque representa el mayor golpe al ELN. Alias Fabián era el máximo cabecilla de esa organización en Colombia, pues los demás permanecen en países como Cuba y Venezuela. Este resultado pone fin a más de 30 años de una carrera criminal que causó mucho dolor en Chocó, Antioquia y otras regiones”.
La huella de la Primera Línea
SEMANA conoció los informes de las autoridades en los que se detallan los pasos criminales de Fabián durante los últimos meses y que dan cuenta de la infiltración urbana que venía adelantando este jefe guerrillero. “Las evidencias digitales encontradas en las operaciones realizadas contra alias Fabián confirman que este cabecilla venía financiando los denominados puntos de resistencia barriales y primera línea, con el fin de promover el terrorismo de baja intensidad contra las autoridades, entes gubernamentales y establecimientos comerciales”.
Con base en testimonios de capturados e implicados en medio de las protestas que dieron información a los investigadores, señalan que Fabián entregó 270 millones de pesos en efectivo para financiar las protestas en Cali y en Medellín. Quienes están ahora colaborando con la justicia revelaron que las entregas se hicieron por medio de dos emisarios que fueron a los campamentos y les distribuyeron el dinero. Pero no fue lo único, la orden de Fabián era disponer de un porcentaje de los que se les cobra a los narcotraficantes por el uso de las rutas de salida de droga para financiar las protestas.
Sobre esta infiltración, el general Vargas advirtió que “tanto en la Operación Samuel como en la operación San Lucas, realizada previamente contra alias Fabián y su círculo cercano, se pusieron en evidencia los nexos entre el ELN y los grupos criminales que han querido desestabilizar el orden público en las ciudades. Avanzamos con la Fiscalía en el tratamiento de esa información para judicializar los responsables de los disturbios que, con el patrocinio del ELN, han ocasionado destrucción de la infraestructura pública y privada, así como ataques contra la Policía”.
Señalan informes de inteligencia “que este cabecilla durante las jornadas de paro nacional venía generando constreñimiento a las comunidades indígenas y campesinas de los municipios de Istmina, Medio San Juan y Litoral del San Juan, en el Chocó, con el fin de recoger alimentos para ser enviados a integrantes de las células urbanas en Cali y municipios del Valle”.
Además se encontró que, en alianza con el frente de Guerra Suroccidental, coordinaron acciones delictivas para promover el bloqueo de vías principales en Medellín, Pereira, Quibdó, Urabá y Nariño.
Guerra con el Clan del Golfo
Además de la persecución de las autoridades, alias Fabián tenía un duro enfrentamiento contra otro criminal, alias Otoniel, principal cabecilla del Clan del Golfo. Esta guerra se daba por el control de las rutas de narcotráfico, ubicación de infraestructuras para el procesamiento de estupefacientes y minería ilegal.
Dicen los informes que en un momento se dieron acercamientos entre Otoniel y Fabián para concertar territorios y rutas de narcotráfico, pero nunca se logró sellar el acuerdo.
Su compañera, alias la Cortica, era también una guerrillera experimentada. Llevaba 18 años en el ELN y era la responsable de “recepcionar, transmitir y evaluar la ejecución de acciones terroristas contra la población civil y la fuerza pública ordenadas por Fabián”.
Muy pocas veces se separaba de Fabián, solo lo hacía cuando era enviada a comisiones con otros frentes. Esto lo aprovechaba el jefe del ELN, que no se escapaba de las costumbres mafiosas, para realizar fiestas privadas a las que hacía llevar jóvenes guerrilleras con la excusa de recibir instrucciones y cursos de adoctrinamiento.
Luego del bombardeo, cuando arribaron las tropas al campamento donde estaba este jefe guerrillero, se encontraron con diferentes dispositivos electrónicos, entre ellos su computador personal, valuado en 12 millones de pesos, celulares, tablets, memorias USB y su pistola personal. Encontraron documentos en físico, equipos de campaña, fusiles, munición, uniformes, brazaletes y emblemas del ELN.
El golpe fue tan contundente que la reacción del ELN no se hizo esperar. Mediante un amenazante comunicado por la muerte de alias Fabián, advirtieron que “nos han autorizado para usar de manera desproporcionada la fuerza y los explosivos, el Gobierno y militares no pueden volver a sacar los argumentos sesgados de que cuando nosotros usamos los explosivos es terrorismo”.
El presidente Iván Duque contestó con toda contundencia a esta amenaza: “Los seguiremos combatiendo con toda la determinación y que les quede claro a quienes quieren amedrentar a Colombia con la protección que les da la dictadura en Venezuela. Hemos podido dar los golpes certeros a criminales como Fabián, como Uriel, como Carlitos, como lo hicimos también con Guacho”.