La marcha del silencio en Cali fue todo un éxito. Miles de personas, cansadas de los bloqueos, el caos y la violencia, salieron de manera pacífica y en completo silencio para rechazar esos hechos que han manchado la protesta social. La mayoría de personas llegó al bulevar del río y ejemplificó uno de los momentos más simbólicos de este mes de Paro Nacional.
SEMANA habló con Gustavo Orozco, uno de los promotores de esta movilización. “Nos tenemos que unir para solucionar este y todos los chicharrones que nos están pasando”, dijo. El joven aseguró que el rechazo a la violencia no es, de ningún modo, como se intentó plantear, una tensión de lucha de clases. “Los bloqueos nos afectan a todos”, agregó.
Según Orozco, se trató de una movilización de la sociedad civil, organizada por un grupo de 15 personas. “Vinieron personas de todos los lugares de Cali. Transportadores, trabajadores”, dijo. El joven criticó duramente al alcalde, Jorge Iván Ospina, por no solo no haberse sumado a la marcha, sino por haber generado acciones para evitar la marcha, como quitar la luz y cerrar los baños públicos. Al final, la movilización se dio de manera totalmente pacífica.
“Esto no es una marcha del estrato seis. No es una marcha de ricos y empresarios. Aquí hay gente de todo Cali. Cali está sitiada desde hace varias semanas. Yumbo estuvo días cerrado. Buenaventura vive momentos difíciles. Hoy es imposible estar en el Valle del Cauca sin bloqueos o problemas”, agrega Gustavo.
La quiebra y la crisis en Cali
Luego de una ola de protestas, bloqueos y actos vandálicos sin precedentes, la situación económica en Cali es apremiante. Basta con echarle una mirada al último reporte de la Cámara de Comercio local para comprender las consecuencias que dejan las semanas de manifestaciones; sostienen que las pérdidas rondan los tres billones de pesos y esa cifra podría aumentar, ya que la medición fue hecha cuando apenas transcurrían los primeros 13 días del paro.
Los actos de vandalismo en diferentes puntos, así como el bloqueo de salidas y entradas de la ciudad, tienen sumida a Cali en su peor crisis económica y social. “Realizamos una encuesta con las 1.708 empresas afiliadas, micro, medianas y grandes, y lo que reportan es muy preocupante a raíz del paro y los bloqueos. El 41 por ciento de ellas está cerrado y otro 47 por ciento está trabajando a media máquina”, afirma Esteban Piedrahíta, director de la Cámara de Comercio de Cali.
El objetivo era bloquear por completo a Cali, y, por esa razón, instalaron barricadas en varios municipios aledaños, como Buga, Tuluá y Palmira.
La principal dificultad que tienen estas compañías es que sus colaboradores no pueden llegar a los sitios de trabajo. “Por eso no pueden producir. Cerca del 60 por ciento señala que hay una afectación en las ventas y el 26 por ciento dice que ya hay un impacto en los empleos, otro seis por ciento reporta que fue víctima de actos vandálicos y un ocho por ciento señala que va a cerrar”, sostienen desde la Cámara de Comercio.
En Cali, a pesar de los avances de la fuerza pública y los diálogos desde la Alcaldía para desbloquear algunos puntos, aún hay barricadas que impiden el ingreso a la metrópoli. El transporte masivo arrancó tímidamente su operación; las entidades bancarias no se animan a abrir; los supermercados de grandes cadenas operan, pero con las cortinas abajo, y los clientes haciendo filas afuera para poder ingresar. Y en las estaciones de gasolina las filas son de hasta 24 horas.
Ese panorama, más los meses de crisis sanitaria, ha arrastrado al comercio nocturno y gastronómico de la ciudad al filo del abismo. Hoy no queda ni rastro del famoso Cali pachanguero. La capital del Valle, que jalonaba gran parte de su economía por la salsa, sufre los embates de su peor baile: el desabastecimiento.
Brany Prado, director para la región Pacífico de la Asociación Colombiana de la Industria Gastronómica (Acodres), señala que la urbe en los primeros 13 días de paro perdió el 87 por ciento de la oferta gastronómica. Es decir, hubo un cierre masivo de bares y restaurantes: “Pensábamos que la pandemia era lo que más había afectado a este sector, pero vemos que no; lo que más nos afectó han sido estos 13 días de paro. Hemos tenido la pérdida de más de 18.000 puestos de trabajo”.
El ramo gastronómico de Cali venía avanzando a pasos agigantados en los últimos cinco años. Sin embargo, en 2021 se desplomó: “Nosotros tuvimos un escenario parecido el 21 de noviembre de 2019 con problemas de orden público, pero sin bloqueo de vías. En esta ocasión pensábamos que sería igual, pero no nos imaginábamos un panorama como este: de bloqueo permanente, actos vandálicos a ese nivel, obstrucción de entradas y salidas de la ciudad. Eso generó un desabastecimiento que fue un golpe directo a la producción del sector gastronómico”.
Además, dice Prado, está la incertidumbre de que los colaboradores no pueden movilizarse desde sus lugares de residencia hasta los puestos de trabajo, “porque estaban cobrando los peajes urbanos ilegales, y adicional a eso, no teníamos transporte masivo en la ciudad”.
Debido a la anarquía y a los desórdenes en varios puntos de la capital vallecaucana, las plataformas de mensajería también dejaron de operar. Contrario a lo que sucedió en los primeros meses de pandemia, durante el paro los restaurantes no pueden abrir ni bajo la modalidad de domicilio. A todo esto se suma el desabastecimiento de la gasolina.
Cali está al borde de la quiebra. Y tiene en su futuro un panorama incierto, porque los daños en estaciones del transporte masivo, así como otros bienes públicos, ocasionaron un retroceso de al menos diez años en el crecimiento urbanístico de la ciudad.