Cada vez que un capo de la mafia o cabecilla de guerrillas muere, alguien se pregunta: ¿será verdad o es una coartada? Pasó con Pablo Escobar y ahora con Jesús Santrich. Los dichos populares nacen de historias reales: “No estaba muerto, andaba de parrada”, dicen los investigadores que capturaron el pasado 16 de mayo, en su celebración de cumpleaños, a Juan Larinson Castro Estupiñán, alias Matamba, temido jefe de la organización Cordillera Sur, aliada de la Segunda Marquetalia, grupo disidente de las Farc. Por su cabeza ofrecían 500 millones de pesos.
SEMANA tuvo acceso a los detalles de la investigación, que tardó más de dos años. Matamba, de manera sigilosa, se hizo pasar por muerto durante tres años. Pero ni san Miguel arcángel, famoso por brindar protección a sus devotos, pudo salvarlo, a pesar de su imagen tallada en oro con incrustaciones de diamantes y esmeraldas, una excentricidad de este poderoso narcotraficante de Nariño.
Castro, desde los 16 años, formó parte de grupos ilegales, las Farc y las autodefensas. Estuvo detenido por delitos de homicidio, concierto para delinquir, entre otros. Pasó por varias cárceles durante 12 años. Se fugó en dos oportunidades y lo recapturaron.
Pensó que la única manera para desaparecer del radar de las autoridades era morir, así que en 2018 ejecutó su plan: mientras pagaba la condena, dijo estar muy enfermo y pidió casa por cárcel. Meses después se conoció su certificado de defunción. Supuestamente, falleció en diciembre de 2018 en Guapi, Cauca. El plan parecía haber funcionado.
Sin embargo, los investigadores de la Policía Antinarcóticos se sorprendieron al notar en 2019 que Matamba había ‘resucitado’. Se convirtió en uno de los capos con más poder en Nariño. Tenía un ejército ilegal de 200 hombres. En labores de investigación identificaron que ahora se llamaba Jorge Giraldo. Pasó de tener 41 años a 39, y de haber nacido en el Charco, Nariño, a ser oriundo de Viterbo, Caldas. Se presentaba como minero.
Este afrodescendiente, alto y acuerpado, físicamente también cambió, al parecer se realizó varias cirugías estéticas: marcación de abdomen, rinoplastia, la blefaroplastia (para mejorar el aspecto de sus párpados caídos) entre otras. A esa conclusión llegaron analistas morfológicos de la Policía, tras analizar imágenes del antes de “morir” y el ahora, cuando reapareció.
No usaba dinero en efectivo, pedía que pagaran sus deudas con lingotes de oro para guardar con facilidad en un bolsillo hasta 300 millones de pesos. Compraba relojes de lujo y los decoraba con piedras preciosas. De esa manera, en su mano llevaba hasta 35.000 dólares (130 millones de pesos).
En enero y abril de 2020 la Policía organizó dos operativos, con comandos especiales que estuvieron encubiertos entre la maraña durante semanas, en zona rural del municipio de Policarpa, Nariño. Pero Matamba logró escapase en una lancha por el rio Patía. Cada vez que burlaba a las autoridades, mandaba a hacer una nueva joya de san Miguel.
En los últimos meses, su organización se debilitó por enfrentamientos con grupos delincuenciales que se disputan el control territorial en Nariño y Cauca; esto lo llevó a perder casi 100 hombres y a aliarse con la Segunda Marquetalia. Matamba ha estado al servicio de Iván Márquez y Jesús Santrich. Pretendía llegar a Venezuela, por eso, se trasladó a Santander para pasar la frontera.
En el viaje iba con una de sus amantes, Michel, diez años menor que él, con quien pretendía celebrar su cumpleaños. Antes de que llegaran los invitados a un apartamento estrato cinco en Floridablanca, Santander, llegó la policía. Matamba no tuvo tiempo de reaccionar. Cuando los uniformados lo sometieron, encontraron una colección de ocho relojes de lujo, joyas y lingotes de oro que sumaban cerca de 1.500 millones de pesos. Tenía en efectivo 12.500 dólares y más de 9 millones de pesos.
Hoy Juan Castro está detenido y a la espera de su extradición a Estados Unidos, donde es solicitado por narcotráfico. El hombre, que cursó hasta quinto de primaria y construyó una fortuna a sangre y fuego, está solo en una celda, mientras las figuras en oro de su santo de devoción están embaladas en un cuarto oscuro, donde reposa todo el material probatorio en su contra.