Hace exactamente un año, Sergio Urrego, un niño de 16 años que estudiaba en el colegio Gimnasio Castillo Campestre, se quitó la vida. La persecución por su orientación sexual lo llevó a lanzarse al vacío en el Centro Comercial Titán Plaza. Semana.com habló con su mamá, Alba Reyes, sobre su duelo y lo que ha aprendido un año después de su muerte. Semana.com: ¿Cómo ha sido el duelo en este primer año? Alba Reyes (A.R): No he podido hacer mi duelo en paz. Recibí la denuncia penal contra Sergio a los dos días de su muerte. A los 15 me tocó presentarme ante la Fiscalía de Menores. Me presenté con su registro de defunción y tuve que recibir toda la denuncia, que es terrible. Habla de él como un ‘acosador sexual’, un ‘victimario’. La fiscal obviamente me dijo que el caso estaba cerrado. Pero hace unas semanas recibí un telegrama citándome a mí y a mi hijo. Eso ha sido lo más duro que he vivido en este año. Yo no podía creerlo, me faltaba el aire. ¿Cómo me van a decir que me presente con mi hijo y que le van a imputar cargos? El 18 de agosto tengo citación para presentarme y voy hacer lo que me encomendó en la carta que me dejó en su mesa de noche: que limpie sus 16 años de vida.  Semana.com: ¿Qué ha sido lo más difícil? A. R.: Después de la muerte de Sergio me tocó enfrentarme a muchas cosas. A una sociedad que no está preparada para admitir la homosexualidad y mucho menos el suicidio. A unos paradigmas sociales absurdos. Eso ha sido lo más duro. Al mes de fallecido Sergio, yo me hice el reproche de por qué no había denunciado. Él me deja muy claro en la carta que las manifestaciones amorosas de él y su pareja son libres. Nunca se trató de un acoso sexual, como intentaron hacerlo ver. Semana.com: ¿Ha vuelto a hablar con la pareja de Sergio? A. R.: No. Nada. Cuando empezó la persecución contra Sergio, a su pareja también la aíslaron. Prácticamente los desescolarizaron. Yo al otro chico lo conocía desde muy chiquito, cuando tenían como ocho años. Siempre iba a la casa y salían, aunque Sergio no era de salir mucho a la calle, pero siempre que iba a la casa se quedaban haciendo tareas. Creo que tuvo que sufrir mucho su muerte, como pareja, como amigo del alma, como los dos niños que se conocieron desde pequeños. Entonces al ver que los papás de él no lo veían de esa manera, fue cuando el colegio se aprovechó para manipular y colocar la denuncia penal a través de los papás. Semana.com.: ¿Le parece suficiente castigo casa por cárcel para Amanda Azucena Castillo, rectora del colegio? A. R.: Hay un castigo que ya está y es el de la conciencia. Ella sabe lo que hizo contra dos niños y esa es su condena, que no se mide en años. La muerte de Sergio se la llevará hasta que no esté en este mundo. Seguramente habrá cárcel, pero cada vez que voy a una audiencia y le veo su rostro, el castigo está ahí. Lo lleva en sus ojos. Semana.com: ¿Usted siente que ha logrado perdonar? A. R.: Nunca he sentido odio o rencor ni hacia la rectora ni hacia nadie. Lo que siento es una inmensa tristeza por el sufrimiento de Sergio… Él siempre fue un niño correcto, respetuoso, amoroso, y lo que duele es cómo lo destruyeron. Lo apagaron de una manera absurda… Semana.com: ¿Ha hablado con ella después de la muerte de Sergio? A. R.: No, jamás. Ni siquiera fue a su funeral a dar unas palabras de aliento o de resarcimiento, ni una manifestación de acercamiento hacia nosotros. Todo lo contrario. Mientras más pudieron ensuciar el nombre de Sergio, mejor. Es una persecución que se volvió casi que personal. Semana.com: ¿Por qué lo dice? A. R.: Porque Sergio ya venía siendo una molestia para el colegio. Siempre se quejaba cuando algo le parecía injusto, cuando estaba en 11 peleó con la rectora por la chaqueta de la promoción porque ella no aceptó otras cotizaciones distintas a las del colegio. Lo obligaban a asistir a ceremonias religiosas y él era ateo. Muchas  veces no iban profesores durante dos y tres meses y Sergio protestaba. Y después de su muerte ella reúnió a los estudiantes del colegio y más o menos habló de mi hijo como ‘el anarquista, el abandonado por sus padres’. Más de un niño me dijo que les decía entre líneas que “gracias a Dios se murió Sergio”. En lugar de dar unas palabras de aliento, fue un ataque. Ni siquiera dejó ir a los compañeros del niño al funeral. Les cobró ese día que faltaron. Tuvieron que reponerlo el sábado siguiente. Semana.com: ¿En algún momento sospechó que Sergio quería quitarse la vida? A. R.: Al final sí. Antes de la última reunión en el colegio y cuando ya teníamos indicios de que le iban a colocar una denuncia penal, él tuvo una crisis. Eso fue el 11 de julio. Sergio sufría de migraña desde chiquito y ese día tuvo una crisis como nunca lo había visto. Lloró amargamente, me gritaba que quería morirse, se encerró en el baño y se hizo daño en un bracito. Se rayó con una peinilla, vomitó casi 15 veces desde las 5 de la mañana y decía que no soportaba el dolor que sentía. Yo lo llevé a la clínica y la doctora me dijo que eso no era normal. Que algo le tenían que estar haciendo. En los días que siguieron traté de tranquilizarlo, pero a Sergio se le estaba derrumbando el mundo a pedazos. En menos de un mes todas sus ilusiones se apagaron y ahora con el proceso penal han salido cosas a la luz que él me ocultó tal vez por no hacerme más daño. Semana.com: ¿Como cuáles? A. R.: Después del episodio de la clínica, el colegio me pidió un certificado psicológico. Nosotros lo entregamos, pero me llamaron a decirme que no lo iban a recibir. Lo dejaron plantado con maleta y todo y la ruta nunca pasó por él porque el certificado no cumplía supuestamente las condiciones. Cuando pasó lo del beso, él llegaba  y lo sacaban todos los días a orientación psicológica para que hablara de su orientación sexual. A la directora de curso la sancionaron por no poner en las observaciones nada malo Sergio. La veedora le dictó una nota en contra de él, para que la directora la terminara. Ella dijo que no está de acuerdo y le descontaron dinero de su sueldo por no hacerlo. Semana.com: ¿Qué planes tiene ahora cuando se cumple un año de la muerte de Sergio? A. R.: Voy hacer una pequeña ceremonia este miércoles en la tarde en el Park Way. Ahí haré oficial que voy a crear una fundación que trabaje con niños, niñas y jóvenes diversos para que sean protegidos en las escuelas y colegios. La respuesta de las personas cuando me ven ha sido increíble. Hace poco durante una marcha un niño se me acercó y me dijo: “Tú no sabes lo que haces por nosotros todos los días.” La verdad es que yo estoy haciendo lo que Sergio haría: quitarles el miedo a las personas de que hablen y dejar huella. Semana.com: Para usted, ¿qué es ser gay en Colombia? A. R.: Ser gay en Colombia es ser lastimado, vulnerado, cuestionado. Hemos avanzado, pero todavía nos falta mucho. La verdad es que yo he visto en las parejas LGBT un amor más sincero que el de muchas parejas heterosexuales. Es mucho más transparente, más valiente. Semana.com: ¿Ha sentido a Sergio en algún momento durante este año? A. R.: Todos los días entro a su cuarto, lo saludo y me despido. Siempre conservo la esperanza de que esté bien en algún lado. En muchas ocasiones siento que está ahí, que su voz no la apagaron. Y hace poco pude conectarme con él a través de una persona y me dijo que no llorara más, que me amaba desde el amor y que cada vez que viera mariposas verdes es porque él estaba ahí conmigo. Hace poco iba caminando y se me posaron sólo mariposas de ese color en la ropa.