La inseguridad no para en Bogotá y las denuncias de hurtos en redes sociales se han convertido en el pan de cada día. En redes sociales circulan diariamente videos de cámaras de seguridad que captan robos en diferentes partes de la ciudad. En esta oportunidad, residentes de la localidad de Usaquén denunciaron un robo en la Carrera 7B con calle 145.
En las imágenes se puede observar cómo los ladrones se movilizan en una moto, mientras un vehículo hace ronda alrededor del barrio y se detiene unos minutos. Justo en ese momento, la moto aparece mientras la víctima la persigue y tanto el vehículo como los delincuentes se fugan.
De acuerdo con el denunciante, que se identifica en Twitter como Javier Contreras, los “sujetos en moto atacan a transeúnte a plena luz del día” y según dice, al parecer, hay “vehículo cómplice con dos placas”.
Aún no se conoce la denuncia oficial del caso, pero este es solo uno de los muchos robos que ocurren a plena luz del día en Bogotá y el país.
Las historias se cuentan por decenas y están en cualquier lugar de la ciudad. Pero, ¿cuál es la razón para que Bogotá se haya convertido en la capital del terror en Colombia? El director de la Policía Nacional, el general Jorge Luis Vargas, reconoce con preocupación lo que está pasando y le dijo a SEMANA: “La dinámica criminal cambió y así lo hemos advertido. No es un asunto exclusivo de Colombia. Hay alertas de Interpol que indican un reacomodamiento del delito en la pospandemia. El país vive una situación inédita, no solamente por las consecuencias de la covid-19 y la crisis económica, sino que las dinámicas cambiaron después de los acontecimientos del 28 de abril”.
Aunque algunos quieren culpar a la Policía de no hacer su trabajo de manera más efectiva, el general Vargas tiene su propia explicación. “Nosotros estamos haciendo nuestro trabajo y creemos que la Fiscalía y los jueces también hacen el suyo como corresponde. El problema es de ley, tenemos un sistema garantista que privilegia la ausencia de medidas de aseguramiento y es eso lo que genera reincidencia. Colombia debe dar ese debate porque la corresponsabilidad frente al crimen no es solamente de la Policía”, dijo el oficial.
Las cifras de la criminalidad en Bogotá hablan por sí solas. Entre enero y agosto de este año, en comparación con 2020, aumentaron los homicidios (15,3 por ciento), los homicidios en atracos (32 por ciento), el hurto a personas (22,8 por ciento), el robo de celulares (18 por ciento), las lesiones personales (41,3 por ciento) y la extorsión (23,7 por ciento).
En particular, los atracos tienen aterrorizados a los ciudadanos, así como la violencia que los asaltantes están infligiendo a sus víctimas. Ese es el caso de una peluquería. Laura estaba planchándole el pelo a su clienta, a las 4:30 de la tarde, cuando un hombre le puso una pistola en las costillas. “Quédate quieta, que si no te voy a matar”, le dijo el delincuente ofuscado, mientras la empujaba hacia la caja y le exigía entregarle todo. De la misma manera les quitó su celular a ella, a su clienta y a sus otras dos compañeras. No pudo llevarse todo lo que quería, porque tuvo que huir cuando el vigilante del edificio accionó la alarma.
Aunque la Policía logró capturar a los hombres y recuperar casi todo lo que se habían robado, uno de los celulares no apareció. El GPS lo mostraba en el sur, pues rápidamente uno de ellos logró escapar, llevándose el aparato más costoso de los cuatro que intentaron hurtar.
Las imágenes de robos de hombres en moto, raponazos, asaltos en establecimientos públicos, así como en restaurantes, han pasado de ser un escenario que escandalizaría a cualquier comunidad, a circunstancias casi normales por la frecuencia en que ocurren. Basta dar un repaso por los principales portales digitales de medios nacionales y regionales para ver destacada una noticia de ese tipo.