Llegó a su fin el sonado caso del cirujano que ante el ataque de tres asaltantes sacó una pistola y los abatió. La Fiscalía pidió a un juez clausurar el expediente luego de sopesar la versión del médico con otros testimonios, con imágenes de cámaras de seguridad y con los peritajes de balística. Todo llevó a concluir que los hechos ocurrieron tal como los narró el médico y que se trató de una acción en legítima defensa. Este es el testimonio inédito del galeno sobre lo sucedido: “Ese día, el 30 de enero pasado, salí de mi casa a la una de la tarde y fui a pie a mi lugar de trabajo, en el edificio Santa Ana Medical Center (al norte de Bogotá) donde tengo mi consultorio. (...) Terminé tarde aquella jornada. Salí del edificio a pie nuevamente y preferí portar mi arma, ya que para los fines de mes manejo altas cifras de dinero. También por precaución, pues he sido víctima de amenazas, agresiones y hasta intento de homicidio. En la Fiscalía reposan esas denuncias.

Tengo un arma legalmente autorizada debido a mi actividad profesional. Me desplazo en Bogotá a altas horas de la noche, con frecuencia atiendo urgencias de pacientes con lesiones derivadas de situaciones de seguridad muy serias. Adquirí hace cinco años el arma para protegerme, y para cuidar mi patrimonio y a mi familia. Es una pistola 9 milímetros marca Jericho color negro, y aquella noche fue la primera vez que me vi obligado a accionarla. Pude observar un automóvil sedán, color claro, que se detuvo adyacente al puente peatonal metálico de la calle 123 con calle 9 por el que yo avanzaba. Vi que del carro descendieron tres individuos con dirección al puente, venían a paso apresurado y además con comportamiento sospechoso. (…) Eran tres individuos de contextura delgada, de unos 25 a 30 años. Uno de ellos traía vestimenta deportiva, era el que tenía el cuchillo, los otros dos vestían ropa informal con chaquetas oscuras. Eventualmente los podría reconocer, pero hay que tener en cuenta que todo fue una situación extremadamente traumática que se desarrolló en segundos y no son los detalles faciales lo que se fija en la memoria en un evento tan angustiante.

Lo que sí recuerdo es que el que ordenó ‘peguémosle un tiro para meterlo dentro del carro’ fue el que tenía ropa deportiva, el mismo del cuchillo y el que me agredió en repetidas ocasiones en el tórax y en la cara. Todo fue muy rápido, los tres sujetos me golpearon. No recuerdo con precisión cómo o dónde los impacté, pues lo que se desató fue un intercambio de disparos en fracciones de segundo. Disparé a los tres individuos que me estaban atacando de frente, o sea, les disparé al tronco, en ningún momento les disparé a la espalda. Sin embargo, hago la salvedad que durante los hechos los maleantes estaban en movimiento y pudieron haber recibido algún impacto de costado. Ellos estaban muy cerca de mí, me estaban atacando e intentando arrastrarme en dirección al vehículo. Estábamos en contacto físico cuando logré sacar mi arma de fuego, luego de recibir heridas en mi mejilla, de ser golpeado en varias partes del cuerpo, en la cabeza y tras el intento de herirme en el tórax.

Fue en ese forcejeo contra los tres sujetos que logré alcanzar mi arma y la accioné con la convicción absoluta de que mi vida estaba en peligro y que eran mis últimos segundos de vida. Fue entonces que se dio el intercambio de disparos. Eran tres individuos armados, agresivos, violentos y decididos a acabar conmigo, por lo cual tuve que actuar como lo hice. Durante el intercambio de disparos se me agotó la munición y el sujeto de ellos que portaba el revólver lo accionó desde el piso en mi contra. Fue por eso que hui como pude, además tenía presente que había otro delincuente manejando el vehículo en que los tres habían llegado. Estoy vivo por obra y gracia de Dios”.