La más reciente manifestación de la Iglesia católica de que prohíbe bendecir las uniones del mismo sexo, a las que además llamó “pecado”, provocó desencanto e indignación en esa comunidad. En el seno de estos hogares, la aprobación de esas palabras por el papa Francisco, quien es considerado un jerarca progresista, produjeron tristeza y escozor. El asunto llegó al despacho del sumo pontífice en calidad de una pregunta o un responsum addubium, que del latín traduce “respuesta a una duda”.

La cuestión era puntualmente si la Iglesia católica dispone del poder para impartir la bendición a uniones de personas del mismo sexo. La respuesta fue mucho más que un ‘no’ rotundo. La Congregación para la Doctrina de la Fe, en un documento firmado por el cardenal Luis Ladaria, contestó: “No es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio (es decir, fuera de la unión indisoluble de un hombre y una mujer abierta, por sí misma, a la transmisión de la vida), como es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo”. Pero el texto, que fue aprobado por el papa Francisco, fue más allá: “Dios nunca deja de bendecir a sus hijos, pero no bendice ni puede bendecir el pecado”.

Marcela rojas y Adriana GonzálezSu unión fue el primer matrimonio igualitario en Colombia. Las acompaña su hijo David Arteaga.

La comunidad LGTBI reaccionó con rabia y desilusión hacia el papa, quien conmovió a esa población cuando en 2013 contestó así: “Si una persona es gay y busca a Dios, y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”. Esta vez la respuesta no llegó de boca del santo padre, sino de la oficina antes llamada el Santo Oficio de la Inquisición, y serviría para suspender los proyectos que se estaban dando en varios lugares del mundo para bendecir esas uniones. Sin embargo, la respuesta que llegó esta semana desde el Vaticano es menos incluyente, y llama a uniones como la de Cristian Salazar y Jorge Eduardo Sanabria un pecado. Para esta pareja, que se casó dos veces por lo civil, en Nueva York y en Bogotá, la postura de la Santa Sede en nada se parece a su entendimiento de Cristo. “Para nosotros lo importante es nuestra fe en Él. En sus enseñanzas. Que la institución que lo representa quiera o no ir a la par en la evolución de la sociedad es su tema, y por ello afrontará consecuencias... Nuestras familias nos criaron con los preceptos católicos y somos creyentes de Dios más que de la institución. Nuestra fe en Dios sigue intacta”.

Jorge Eduardo y Cristian –ambos profesionales en la industria odontológica– tienen una hija biológica de 4 años que se llama María Guadalupe, y saben que algún día tendrán que explicarle la postura de la Iglesia: “Acá lo importante es lo que en nuestro hogar le demostramos: amor, respeto por sí misma y por los demás, honorabilidad, transparencia. Eso dice mucho más de la familia, independiente del credo”. Sandra Marcela Rojas y Adriana González, las primeras lesbianas casadas en Colombia por medio del matrimonio igualitario en 2013, también tienen un hijo. David Arteaga es un politólogo de 22 años, quien se queja del nuevo tono que llega desde el Vaticano, después de que en una entrevista reciente, el papa Francisco dejara entender que apoya la unión civil entre miembros del mismo sexo. “Es lamentable que los jerarcas de la Iglesia católica, y en particular el papa –que ha tenido pensamientos de avanzada en otros asuntos–, se estanquen en el pasado y no logren reconocer que el amor que profesó su mayor profeta es un amor que no discrimina; es el amor por el otro, por el prójimo sin prejuicios”. Para sus dos mamás, Adriana, quien trabaja en la Secretaría de Educación de Bogotá, y Sandra Marcela, experta en software, la postura del Vaticano las aleja de la Iglesia. “Con la pandemia pensamos que la humanidad aprendería a ser más congruente con el propósito universal: vivir en comunidad. Una iglesia que excluye y que ve en el amor de las parejas del mismo sexo el pecado y al mismo tiempo bendice guerras, armas y esconde la pederastia es una iglesia hipócrita”.

Ana María Aristizábal y maría Juliana RuizSe casaron por lo civil el 24 de octubre de 2020.

La pareja, que lleva 15 años y que ha sido símbolo en Colombia de la lucha por los derechos de la comunidad LGTBI, asegura que la política del Vaticano limita sus derechos. “Nuestros hijos y sobrinos entienden que en la naturaleza nada es igual, y se valora lo distinto. La Iglesia cierra la puerta para mantenernos en el clóset y sin derechos... Una iglesia que discrimina y se basa en privilegios no es una iglesia de amor”. “Nuestra relación no es con la Iglesia, sino con Dios”, dicen Ana María Aristizábal y María Juliana Ruiz, quienes se casaron por lo civil en octubre de 2020, en plena pandemia. “Creemos que el papa Francisco había venido asumiendo una postura más progresista, pero estos reveses evidencian la contradicción permanente que vive esta institución entre la línea dura y la de mayor apertura”. Ana María es subsecretaria de Gestión Institucional de la Secretaría de Gobierno de Bogotá, y María Juliana, profesora de la Universidad del Rosario. Se conocieron hace dos años. Y si bien fueron criadas como católicas, cada una ha construido su propio entendimiento de la religión y la espiritualidad. “La educación religiosa ha venido cambiando. Antes heredábamos, casi sin pensarlo, la religión y asumíamos sus reglas sin preguntar. Pero ahora hay mayor libertad para hacer una elección autónoma”.

Camilo Perdomo y Juan VelozaLlevan 22 años juntos y se casaron por lo civil.

A Camilo Perdomo y Juan Veloza, quienes llevan 22 años juntos, lo que más les indigna es que el Vaticano se refiera a su amor como pecado. “El Vaticano puede decir misa. La vida sigue: cada vez pierden más clientela de una y ganan de otra, es un tema de mercadeo político”. La pareja vive desde 1999 en la Florida,Estados Unidos, donde Camilo es abogado de migración, y Juan, enfermero de adultos mayores. Sus crianzas en Colombia fueron en el seno de hogares católicos; no obstante, hoy no se sienten aceptados por esa religión. “En la Iglesia dejamos de caber hace mucho tiempo. Somos desobedientes del gobierno eclesiástico, rebeldes, pero tenemos curas rebeldes que nos bendicen y acompañan, y nos casaron en Nueva York, y está ante la ley civil registrado”. Esta pareja asegura que a pesar del Vaticano, su fe es cada día más firme: “La relación con Dios es directa y seguimos su ejemplo incluyente de amor”.

Un sentimiento similar viven CarlosCuevas y Alberto Lema. Llevan 11 años juntos y este año darán el sí. Carlos es psicoterapeuta familiar; Alberto es artista y tiene dos empresas, una de velas y otra de marroquinería. “No somos católicos, pero lo fuimos”, cuentan. Para ellos, la posición del Vaticano crea “culpas” y “rechazos innecesarios”. Aunque en su decisión de casarse las palabras de la Iglesia no hacen daño, las lamentan, pues consideran que en la comunidad gay católica sí generarán desesperanza, frustración y confusión. “Eres hijo de Dios, pero vivirás en pecado. Te acogemos, pero no te puedes casar de la misma forma que otros hijos de Dios... Sin duda, es una clara discriminación”.